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LECTURA Y REDACCION DE TEXTOS- GUIA VIRTUALIZADA EN LA PLATAFORMA

Analy PalomequeExamen15 de Abril de 2021

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LECTURA Y REDACCION DE TEXTOS

Problemática que aborda la asignatura

Brindar las herramientas académicas para una adecuado posicionamiento hermenéutico-científico-humanístico en la problemática de la lectura y de la escritura.

Número de horas

Componente

Nº horas

Aprendizaje en contacto con el docente

32

Aprendizaje autónomo

48

Aprendizaje práctico experimental

16

Total horas

96

Nombre Docente Autor : Galo Guerrero Jiménez

Nombre Docente Tutor:  

      Paralelo

Día

Horario

      Sala

   Teléfono

Extensión

       

 

   

     

   

Metodología de aprendizaje

En el sistema de estudios a distancia, uno de los asuntos básicos con los cuales aprende cada alumno es desde el autoaprendizaje, y en consideración a los materiales bibliográficos y tecnológico-virtuales que el profesor prepara en cada asignatura para que, desde la autodisciplina,  pueda sistematizar la información que ya consta en la guía didáctica virtualizada, de manera  que, a través de la lectura, metalingüística, literal, inferencial y crítico-valorativa, pueda emprender en la redacción de las diversas tipologías textuales de carácter académico y que desde la escritura por problemas, por proyectos de casos puntuales y con las herramientas de la argumentación lógica, emotiva, por ejemplificación y por citación bibliográfica, esté en condiciones de responder frente a las diversas actividades, ejercicios y planificación de trabajos que desde la concepción teórica, es posible aplicarlos en la vida práctica que la lectura y la escritura exigen en su diaria cotidianidad.

Primer Bimestre

Semanas 1 a 8

Resultado de aprendizaje 1: Estructura textos académicos aplicando procesos lógicos de elaboración y los analiza de manera crítica.

Resultado de aprendizaje 2: Aplica los hábitos de rigor y de coherencia imprescindibles en la producción de textos académicos.

Actividades de aprendizaje evaluadas

SEMANA 1

Unidad 1. INTRODUCCIÓN A LA LECTURA Y ESCRITURA DE TEXTOS ACADÉMICOS

1.1 La Lectura y escritura académicas

Con este tema empezamos el estudio de esta asignatura cuya finalidad consiste en presentar algunas pautas de lectura y de escritura, de manera que le sean útiles a la hora de leer y de redactar un tema determinado.

Los materiales teóricos los encuentra en esta guía didáctica y en el texto básico virtual denominado Escritura académica. De la teoría a la práctica, coordinado por Juan Antonio Núñez Cortés y con la autoría de Darío D. Delicia, María Victoria Fernández, Marta García Cañete, Jacqueline Giudice y Cecilia E. Muse.

1.1.1. Conciencia lingüística para leer y escribir

Hoy ha cobrado mucha vigencia la llamada alfabetización académica para referirse a la persona que una vez que aprendió el alfabeto en la escolaridad tanto del nivel básico como en el nivel secundario, está en condiciones, ya en la universidad, y luego en su vida profesional, de asumir intelectual, cognitiva y emocionalmente a la lectura y a la escritura como “un proceso a través del cual las personas aprendemos a leer y a escribir. Estos procesos, sin embargo, van mucho más allá de unas técnicas de traslación del lenguaje hablado al lenguaje escrito. El dominio de la lectura y escritura –según Solé, 1992- supone el incremento del dominio del lenguaje oral, de la conciencia metalingüística (es decir de la capacidad de reflexionar intencionadamente sobre el lenguaje), y repercute directamente en los procesos cognitivos implicados en las tareas que afrontamos” (Ortega de Hocevar, 2014, p. 23).

Por lo tanto, se entiende que, si una persona domina el arte de leer y escribir con fluidez, necesariamente se comprende que al hablar puede comunicarse con la suficiente solvencia inferencial y crítico-valorativa para que en cada hecho realizativo de la lengua ponga en juego toda su capacidad de reflexión pragmática, cultural y socio-comunicativa.

Lamentablemente, una gran mayoría de la población alfabetizada, es decir, de aquella que está en condiciones de leer y escribir, no lo hace. No aparece en este conjunto de ciudadanos una conducta para el buen hablar, para una buena lectura y para una radical postura de solvencia en la escritura. Por supuesto, estas enormes limitaciones lingüísticas, y sobre todo metalingüísticas, le impiden a esta población semialfabetizada construir cognitiva y socioculturalmente paradigmas adecuados para percibir el mundo desde una responsabilidad moral, de manera que, este tipo de personas se den cuenta que cuando hablan, leen o escriben lo hacen para los demás.

En efecto, nuestra lengua que fluye a través de la calidad de pensamiento que sepamos engendrar nos sirve, fundamentalmente, para comunicarnos. Nuestra lengua, por lo tanto, implica reflexión, valoración, consideración y transparencia lingüística con el prójimo, y en este orden, implícita o explícitamente, nos habla de nuestras obligaciones morales para con los demás, en vez de ser una lengua solo para con uno mismo.

Por eso necesitamos comunicativamente experiencias lingüísticas y metalingüísticas que nos permitan explotar nuestras potencialidades intelectuales y emocionales que de hecho fluyen en abundancia cuando nos convertimos responsable y moralmente en sujetos activos y, por ende, constructores de significados bien sea al hablar, escuchar, escribir o leer.

Esta construcción de significados, sobre todo al hablar y al escribir, no necesariamente son fáciles. Es en la educación escolarizada donde se aprende a vencer estas dificultades iniciales de la lengua. Al respecto hay investigadores que consideran que “al ser la lectura y la escritura actividades lingüísticas secundarias requieren conciencia lingüística o un conocimiento metalingüístico de ciertos aspectos de la actividad lingüística primaria. Desde esta perspectiva se trata de ayudar al niño [y a todo ciudadano] haciéndole tomar conciencia de lo que él hace con la lengua cuando habla, de lo que él sabe hacer, es decir, ayudarle a pasar de un saber hacer a un saber acerca de, a un saber conceptual” (Ortega de Hocevar, 2014, p. 16).

1.1.2. Crear un ambiente de lectura

A excepción de la lectura impuesta en el ámbito escolarizado, la lectura tiene el máximo valor antropológico cuando es el lector el que selecciona el libro o el texto que se dispone a leer, y desde esta actitud ya se presenta un enorme componente positivo que lo aporta el lector. Aidan Chambers (2007) habla del círculo de lectura. Ir a ver una colección de libros es un éxito. Escoger un libro es un éxito. Decidir si se le pone más atención o se lo rechaza a favor de otro es un éxito. Sentarse a ‘leer’ es un éxito. Y así (p. 18)

este círculo se amplía: junto con la selección, el lector tiene que asumir otros componentes personales y externos para que la lectura sea aprovechada con el mayor beneplácito.

El lugar, el tiempo, la posición corporal, la actitud emocional e intelectual, en fin, “cuando escogemos un libro, nos vemos afectados por todo tipo de influencias” (Chambers, 2007, p. 16). El ambiente, de una o de otra manera, afecta al lector, incluso el formato. No es lo mismo leer un libro físicamente que leerlo digitalmente. De ahí que es saludable crear un ambiente de lectura, incluyendo las limitaciones que a veces se presentan, según sea el espacio físico y anímico que nos acompaña al momento de disponernos a saborear la lectura del texto.

Cuando creamos un ambiente de lectura favorable estamos creando una relación de encuentro. “Todo lector sabe que en dónde leemos afecta el cómo leemos: con que placer, disposición y concentración” (Chambers, 2007, p. 13) lo hacemos para poder comprender, inferir o informarnos de ese conocimiento textual. Leer en la cama, en el escritorio, en la biblioteca o en la sala de nuestra casa, y en completo silencio, no es lo mismo que leer en una biblioteca pública, en el salón de clases o mientras se espera a alguien en una estación de transporte, en un consultorio médico o cuando se hace cola en el banco.

Pero, como dice Chambers, no es sólo una cuestión de lugar, de circunstancia. También es una cuestión de tener los libros que queremos, de qué humor estamos, con cuánto tiempo contamos y si somos o no interrumpidos. (…) [Y] si queremos ayudar a otras personas, en especial a los niños, a que se vuelvan lectores ávidos y, lo más importante, reflexivos, necesitamos saber cómo crear un ambiente de lectura favorable.  (2007, p. 13),

es decir, una relación de encuentro o de calidad, como señala Alfonso López Quintás: “La calidad la adquirimos cuando leemos de forma genética, reviviendo el proceso de gestación de cada obra, de modo receptivo-activo, es decir: creativo” (2014, p. 17).

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