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La Arquitectura No Es Una Arte Plástica

juanmastrantonio26 de Mayo de 2013

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Sabemos que para escribir unas bellas letras no hay que tener buena caligrafía. Por eso no entiendo por qué en las escuelas de arquitectura se pone tanto énfasis en los ejercicios plásticos, la arquitectura no pertenece a las artes plásticas.

Una equivocada lectura de “el legado que hemos recibido de la Bauhaus”, sin haberla reflexionado, es la responsable de buena parte de ello: algunos ejercicios ideados entonces, luego de un siglo, aún permanecen intactos en nuestras escuelas de arquitectura.

En aquella casa hubo una mezcla de arquitectos y artistas plásticos, amigos de la artesanía que, ante la inminencia de la industria, hija de la técnica, ciega a la dignidad que debe acompañar la construcción del “ambiente humano”, se proponen encauzar esta fuerza productiva insertándole la necesaria estética que debe acompañar ese ciego empeño humano. Ese grupo de personas le quieren insertar una estética que recoge la eficiencia de la máquina, para que ella también sea portadora de una nueva belleza humana: la forma de la pura traza.

Esta falta de reflexión nos dejó así sólo ante una lluvia de nuevas imágenes, en la superficie de las cosas, como si la pura novedad de las figuras fuera suficiente para convertir las imágenes en argumentos teóricos. Pienso que el amasado de diseñadores y artistas plásticos era necesario para definir la nueva estética que requerían los objetos producidos por la industria, pero eso no lleva a incluir el oficio de diseño, por tanto, de la arquitectura, en el ámbito de las artes plásticas o aparentes.

Esta confusión, que aún nos parece natural, viene refrendada también desde antes, desde el renacimiento cercano, puesto que algunos pintores y escultores eran también buenos arquitectos. Los plásticos y los arquitectos son parientes por el dibujo, ese artilugio de la mano que tiene la capacidad de despertar la imaginación y de aprender. Ahí es donde las artes visibles se encuentran. Pero la visibilidad de una obra de arquitectura se asemeja a contemplar palabras materiales.

Pero no sólo no nos hemos desprendido de la Bauhaus por mal leer su sentido o no ver su mensaje, el que, como está dicho, era el de tratar de dar un rumbo digno a la ciega industria de productos que estaban naciendo; tampoco hemos atendido a los antecesores, a los que abrieron el campo de esa posibilidad, la de la juntura entre la industria y el diseño. Antes de empezar el siglo XX, Loos ya había simplificado la superficie de las cosas, quién “decoró”el “Café Vienés” en 1899, escribió su fundamento teórico en 1908, en el que abre una nueva “estética ética”, en Ornamento y Delito, el primer manifiesto “artístico”. Este antecedente alimentó e hizo posible, en conjunto con Behrens, la olvidada Escuela de chicago y otros, a nuestra escuela de la Bauhaus, en 1919; quienes se guardaron los pie de páginas correspondientes. Europa “olvida” lo que pasa en Chicago. Loos era sólo un hijo de un picapedrero y nosotros no nos percatamos ni del olvido europeo ni del hijo del picapedrero.

La arquitectura no es un arte plástica, tampoco el diseño , ambos son el arte de transcribir, en una escritura ideográfica y “a escala humana”, las costumbres de un pueblo asentado en un paraje. Es el arte de construir los lugares que permiten su humana residencia. La arquitectura es un arte eminentemente conceptual. No imita la naturaleza, al igual que la palabra, abre la residencia.

Una piedra asomada recibe la luz de una manera propia y la devuelve con su color y apariencia, tiene una contextura material geológica, brilla siempre si está mojada, muestra su dureza, y aloja abajo, entre ella y la tierra, un aire, una temperatura y humedad estable que guarda un pequeño sistema ecológico. No significa nada, pero encarna una suerte de existencia compleja. La arquitectura se diferencia de la piedra sólo en que ella

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