La Duda
royrodrigoInforme17 de Febrero de 2013
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¿Podemos poner todo en duda al menos una vez en nuestras vidas?
Para empezar, yo pienso que los humanos siempre tenemos ideas en la cabeza las cuales creemos que son correctas y por no tanto no dudamos de ellas. Quizás sean erróneas pero el hecho de que nosotros pensemos que son correctas hace que no alberguemos duda. En caso de que esto sea denegado y mi teoría sea replicada con el argumento de: -¿Y cuando naces, siempre dudas? A eso yo respondería con la teoría de que los primeros años de vida carecemos del suficiente conocimiento como para poder dudar y si en última instancia se me vuelve a replicar, daré el más innegable de los argumentos: Cuando uno cree dudar absolutamente de todo, siempre le queda la certeza de que está seguro de que duda.
Yo opino que no se podría decir que en algún momento de nuestra hayamos dudado de nuestras ideas debido a que esa mente nuestra que siempre nos ronda, que no sabemos de dónde viene ni de qué manera influye en nuestros cuerpos. La única excepción que se me ocurre es el momento en el que nacemos; durante este momento se podría decir que la mente no está en nuestros cuerpos por lo tanto no recordamos, o mejor dicho, no tenemos conocimiento que poner en duda esto quiere decir que únicamente éramos totalmente ignorante y por lo tanto vírgenes con respecto a la vida, sin tener la mas mínima idea de que era todo eso que nos rodeaba. Con el tiempo comenzaríamos a adquirir conocimientos pero, este punto lo trataré después.
Desde el momento en que tenemos el primer recuerdo, comenzamos a tener dudas. Yo diría que la primera de todas ellas sería el preguntarnos qué es esto que nos rodea. Podría afirmar que seguramente, la cosa de la que menos dudamos en esta etapa es que si lloras, hay comida. Este nuevo “sentido” con el que son capaces de predeterminar una idea en nuestra mente la cuál somos capaces de al menos tratar de llevar a cabo con el que podríamos decir que es el esclavo inconsciente de la mente, el cuerpo.
¡Bueno! Que me voy del tema. Hay veces en las cuales todo el mundo se vuelve en nuestra contra y con todo el mundo no me refiero a todas las personas que conocemos sino a un mínimo e insignificante acontecimiento tal como la muerte de un ser querido o simplemente de otro humano, otro ser racional o irracional. Este acontecimiento nos rompe los esquemas, resquebraja parte de la base sobre la cual se sostiene todo el pensamiento de la persona. Hoy mismo me ha pasado: Iba con mí madre en el coche y en el lateral de la carretera yacía un gato inerte, obviamente había sido atropellado. Justo entonces comienzas a pensar que se haya después de la vida. Nos encontraremos en el paraíso, en el infierno, habrá algo realmente después de la vida. Hechos como estos, relativamente insignificantes con respecto al mundo entero marcan la mente de por vida y una vez formulada esta pregunta que nunca se responderá comienza a rondar nuestra cabeza y en este instante, si me atrevería a afirmar que este será otra de las cosas de las que nunca dudaremos, de que nunca sabremos que hay después de la muerte. Es esta, desde mi punto de vista una de las mayores por no decir el mayor de los enigmas de la vida; pueden siempre está presente y latente en cualquiera de los seres humanos. Gracias a esto inconscientemente, siempre nos quedará un resquicio de fe en algo.
La mente humana es única, personal, intransferible… incomprensible. Curiosamente, es bastante fácil hacer de algo tan personal, algo de lo que la mayoría de nosotros no dudamos en cuanto a su existencia y en cuanto a sus convicciones, sea algo tan manipulable y tan susceptible de cambia no por acción nuestra pero por la acción de otro individuo. Que sea posible manipularla por otro individuo nos da la verdad más absoluta e innegable de toda nuestra vida. ¿Por qué? Pues por una sencilla razón, este hecho de que otra persona la manipule nos confirma
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