La escuela como un segundo hogar

Los niños y jóvenes, en edad escolar, pasan alrededor de 5 horas diarias dentro de la escuela (refiriéndonos a escuelas convencionales). Tantas horas y ¿Para qué?

Hace algunos años hablábamos de la “escuela” como un templo del conocimiento, aquel lugar al que asistíamos con el fin de encontrar la verdad. Donde, dentro de ella, encontrábamos un docente culto, inteligente por demás, encargado de transmitir lo que necesitábamos saber. Pero la escuela hoy ya no es ese “templo de la sabiduría”.

Hoy, en el general de los casos, se considera a la escuela como el segundo hogar de los niños. Ya sea porque la familia no tiene los recursos suficientes y termina siendo el lugar donde un niño recibe su [único] plato de comida al día; o porque los padres trabajan todo el día y “depositan” al niño en ella. y donde se asiste para aprender lo necesario para “poder ser alguien” el día de mañana. También es aquel lugar donde se reciben niños de todos los sectores sociales para protegerlos de posibles violencias externas.

Pero, ¿la violencia es sólo un factor externo?

La violencia se puede manifestar tanto en las afueras de la escuela, como así también dentro de ellas, heredadas de las teorías pedagógicas.

En la actualidad, como dicen Narodowski y Brailovsky, hay niños que se convierten en pequeños genios, o que explican a sus padres el uso e los artefactos del hogar, y los hay que trabajan, roban y que sobreviven en las calles “Dolor de escuela, Mariano Narodowski y Daniel Brailovsky, 2011:30”

Estos niños que se encuentran sobreviviendo en las calles, que tienen carencia de afecto, de una buena alimentación, que se van olvidando de soñar.

¿Cómo se traduce esto en el ámbito escolar?

Con la violencia. Con falta de interés. En ciertos casos, con esperanza. Viendo a la escuela como la alternativa a la cárcel, y aunque nos suene devastador, es de los paisajes más alentadores que podamos encontrar en estas situaciones. Los chicos, apoyados por su familia, optan ir a la escuela bajo la justificación de que “en un futuro seré alguien”. Teniéndose en cuenta que la otra opción no da muchas alternativas: delinquir, pedir limosnas en la calle, entre otras cosas.

La familia de estos niños, si bien no creen en un cien por ciento que sus hijos podrán “ser alguien”, no pierden las esperanzas de que, por lo menos, “no sea chorro” nos contaba Graciela Almirón “Testimonio de una trabajadora municipal con 5 hijos, sin marido, habitante del barrio Las Tunas, Tigre”

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