La literatura como elemento de derecho
CevaztianEnsayo16 de Octubre de 2019
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¿Pueden los hombres objetar la existencia del pensamiento sin utilizarlo?
Los ejes cartesianos de la moral moderna sostienen esta pregunta y otras con el
afán de mostrar el poder del conocimiento. Pero es la escuela, quien justificándose
con ellos, fundamenta sus principios en pos de una educación del pensamiento.
Lo que no es otra cosa que la manipulación de ellos en favor de los intereses de la
sociedad –permítanme decir: un sector privilegiado de ella-, dejando casi
absolutamente de lado a las particularidades propias de cada ser humano.
Paradójicamente, la última porción de existencia de los humanos en la tierra
se vio afectada por contradicciones; siendo la más común –a mi modo de ver-
pero mejor velada, el reconocimiento de los derechos humanos y el desarrollo, a
su vez, de prácticas políticas sociales en desmedro de ellos. En los últimos siglos
se forjaron normas colectivas que dejaban en claro la postura del humano ante
sus derechos, mientras como corolario, se tejieron las atrocidades más grandes de
la historia de la humanidad.
Es por esto que la subjetividad sufriría el detrimento, en consecuencia, de
las prácticas políticas educativas en primer lugar y sociales en segundo. El peligro
que significa una persona libre o liberada desde su pensamiento, debió ser
atendido con suma rigurosidad para evitar el "contagio" en las masas. La escuela,
entre otras de sus funciones, vino a moderar este avance, sosteniendo como
escudo a la objetividad científica que abalaba su fundamento.
Como todo aparato forjador de ideas, la escuela –el más importante en este
campo- legitimó el poder y con ello, al lugar que ocupaban los poderosos,
contando en esto hasta los mismísimos gobiernos totalitarios. Como terreno
propicio para el desarrollo de un perfil nacional, las instituciones educativas
flanquearon la educación hacia la libertad, abriendo el camino a la educación de
formación reproductiva y estéril.
Ante esta realidad, y para romper con el modelo objetivista hegemónico, la
literatura presenta una infinita potencialidad en el campo de la aplicación de la
razón en favor del crecimiento cognitivo; por supuesto, con miras hacia la libertad
del pensamiento y, en consecuencia, del espíritu. Pero asumiendo el debido lugar,
la literatura debe servir también como espacio de advertencia, para que los usos
no se conviertan en abusos, puesto que hasta el propio uso de la razón debe ser
moderado y mesurado. La educación, para ser entendida como tal, debe ser
sostenida en estos principios; lo que la llevará hacia el crecimiento y evolución; y
como tal, no debe dar como resultado la aplicación de metodologías que vayan en
contra del crecimiento individual de las personas.
El cuento Un monte para vivir, de Gustavo Roldán, en primer lugar nos
permite acceder al reconocimiento y la importancia de las diferencias que los
seres vivos tenemos entre sí. La transpolación que puede hacerse de los
personajes animales a personajes humanos, aunque suene a obviedad, responde
a que, lo verdaderamente universal y absoluto en toda la humanidad es la
unánime diferencia entre todos los seres de la especie.
Así como en todo principio, la inexistencia de experiencia permite la
existencia de la falta de respuestas. Los primeros derechos humanos puestos en
palabra y defendidos como conceptos morales, no abarcaron la totalidad de los
derechos humanos de hoy. Verbigracia, la Declaración de los derechos del niño de
1959, sumó la necesidad de atender a los intereses individuales del niño y
respetarlos por sobre la necesidad social de la funcionalidad
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