La opinión pública
hfvgEnsayo17 de Noviembre de 2013
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Como entonces y como ahora, la opinión pública ignoraba la efervescencia política y social que acontecía en buena parte del territorio nacional, pero que tenía su raíz en el centro del país. La atención de la prensa, en radio y televisión estaba puesta en la celebración de los XIX juegos olímpicos que tendrían lugar en el Distrito Federal en el fatídico mes de octubre.
Respecto al movimiento estudiantil y la determinación de las olimpiadas de ese año existe un consenso entre los diversos especialistas en el tema del 68 en cuanto al hecho de que el horizonte olímpico influyó de manera central en el devenir de los acontecimientos: “La (…) escena de las olimpiadas y (…) los reflectores mundiales en plena coyuntura de la guerra fría colocó al régimen a la defensiva y facilitó la consolidación de la tesis oficial de la conjura comunista, según la cual detrás de los disturbios estudiantiles operaban fuerzas oscuras y agentes desestabilizadores que buscaban derrocar al régimen”. (Aguayo, 1998: 53)
A pesar de esta paranoia anticomunista, lo que es un hecho innegable es que los estudiantes, jóvenes y trabajadores movilizados en el 68 reivindicaban mayores libertades políticas y cívicas, cuestionando el muro autoritario que caracterizo al "México modernizador".
En este sentido, es un error minimizar el movimiento del 68 reduciéndolo a los acontecimientos del 2 de octubre en la plaza de las tres culturas, en Tlatelolco; aunque sin duda, esta masacre perpetrada por los militares y el grupo paramilitar conocido como el batallón Olimpia a las órdenes del gobierno mexicano, es vergonzosa y merece todo nuestro repudio y nuestra memoria. Sin embargo, pareciera que año con año rendimos culto al terrorismo de estado con el que se actúo- contra niños, jóvenes, amas de casa, estudiantes, trabajadores y curiosos - y dejamos de lado esa fuerte movilización que sacudió y sigue movilizando y despertando conciencias en nuestro país; acontecimientos que han generado un antes y un después en la historia del México moderno.
En este sentido, apunta el investigador Del Castillo Troncoso (2012: 14), que la matanza como hecho histórico definió el recuerdo y la memoria colectiva del movimiento durante los siguientes años y desplazó los importantes logros cívicos obtenidos por los estudiantes durante los meses de agosto y septiembre, cuando cientos de miles de personas marcharon por las calles de la capital y tomaron simbólicamente el Zócalo capitalino, sede de los poderes civiles y religiosos.
Por ello es apremiante romper con ese reduccionismo de la masacre (más no olvidar) y rescatar la esencia del movimiento, sus procesos de organización; empaparse de los testimonios presenciales, de los brigadistas - parte fundamental del movimiento- , así como de los huelguistas del Consejo Nacional, de las fotografías – las clásicas, las no publicadas y las que aun no hemos observado y que siguen en los archivos de los servicios secretos (tanto mexicanos como norteamericanos) –, en los video documentales, las obras de teatro, entrevistas, música y un largo etc. que abarca esta historia.
En este sentido, finalizo resaltando la magnífica cronología en etapas del movimiento que llevó a cabo Del Castillo Troncoso en su libro “Ensayo sobre el movimiento estudiantil de 1968. La fotografía y la construcción de un imaginario” (2012) en donde en términos generales rescata los siguientes episodios como capítulos centrales del conflicto y que es como abrir una ventana a la memoria:
• La violencia de la última semana de julio, cuyo principal tema fue el bazucazo mediante el cual el ejército derribó la puerta barroca de San Ildefonso, sede de las preparatorias número uno y tres.
• La marcha del rector Javier Barros Sierra del 1 de agosto y su condena de la violación a la autonomía universitaria.
• La
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