Las funciones sociales del fútbol
123JersonTrabajo3 de Abril de 2013
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En 1986, el futbolista y después entrenador J. Valdano se refirió, en las páginas de la Revista de Occidente, a 'El miedo escénico', y desde las Ciencias Sociales, también en nuestro país, Vicente Verdú escribió 'Fútbol: mitos, ritos y símbolos'. Para concluir esta dispar relación de nombres puede ser oportuno prestar atención a los títulos de algunas de las contribuciones a la obra colectiva 'Fútbol y pasiones políticas': 'Un hecho social total' (I. Ramonet), 'Un resumen de la condición humana' (F. Brune), 'Una religión laica' (M. Vázquez Montalbán), '¿Un deporte o un ritual?' (M. Augé), 'Una apuesta económica' (J. F. Nys). Si nos detenemos en el ámbito de la política, los asesores de imagen saben que es bueno que el líder entienda de fútbol e incluso que interrumpa su trascendental gestión y debate para ver un partido, así muestra su cercanía al pueblo-votante: ya se sabe, los líderes también son humanos; eso sí, habrá quien haga una lectura política de la circunstancia de que Rajoy sea un seguidor del Madrid (¿el equipo representante del centralismo español?), mientras que Zapatero apoya al Barcelona, un equipo de la periferia (¿muestra así que aprecia la diversidad de España?). Por otra parte, también se ha superado el tópico de que «el fútbol es cosa de hombres» (hay quien dice que las jovencitas que acuden al campo se interesan más por los cuerpos de los jóvenes atletas que por sus habilidades técnicas, pero, si es así, ¿por qué criticarlo?, ¿no nos hemos liberado de la represión sexual?).
Decía que no sigo el fútbol, lo que sí me interesa es el fenómeno social que representa. A ello voy.
Igual que el Barcelona «es más que un club», el fútbol es mucho más que un juego. Es un fenómeno social de múltiples facetas: la deportiva, la económica y la política son las más evidentes, pero también se puede hacer una 'lectura' sociológica y psico-social.
De todas las funciones sociales del deporte en general y del fútbol en particular, seguramente las más importantes son las de integración y representación social. El equipo representa a la tribu y, por tanto, se le acompaña con todos sus símbolos: los colores, la bandera, el himno, el tótem (el toro impreso en la bandera o en la camiseta). Se trata del equipo de nuestro pueblo, de nuestra región, de nuestro país; por eso, todos, aunque no seamos aficionados, sentimos alegría cuando 'ganamos'. También por eso, es común que los gobernantes utilicen a los deportistas y a los equipos como imagen de la tierra y para reforzar el espíritu nacional. No ganan o pierden unos jugadores que ingresan mucho dinero por realizar una actividad profesional, quien gana o pierde es el país, nosotros conquistamos la gloria o somos humillados. El equipo nacional une a los pueblos; así, los aficionados del Betis y del Sevilla dejan sus diferencias y se unen cuando juega España. Por otra parte, el campeonato puede incrementar las rivalidades existentes. Se ha dicho que el enfrentamiento futbolístico es una representación simbólica de la guerra entre grupos (los aficionados, para ir a la 'guerra', se pintan el rostro con los colores tribales).
El estadio es un lugar de encuentro, y todo lo relacionado con el partido y los jugadores facilita las relaciones sociales. Cuando el equipo triunfa el hincha se abraza al desconocido de al lado que también alza los brazos, se hacen gestos de simpatía a aquel que luce nuestros mismos colores y se recela de quien porta otra bandera. Cuando al día siguiente del partido se recrea la jugada, se critica la mala actuación del árbitro, se ensalza a un jugador o, incluso, cuando de forma desenfadada el ganador se burla de
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