Lengua estándar, lenguas especiales
manuel1405Tesis9 de Mayo de 2014
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PARTE PRIMERA
I. Lengua estándar, lenguas especiales
Es indiscutible que en la actualidad vivimos un período de transformaciones permanentes y cambios acelerados en todas las esferas de la vida. El desarrollo de la civilización moderna viene acompañado con el fenómeno de la «especialización del trabajo» y los miembros de las sociedades avanzadas se dedican a actividades que se van cada vez más diversificando. Este procedimiento dinámico no produce efectos solamente sobre la realidad extralingüística (estilo de vida, condiciones de trabajo, educación), sino que también afecta considerablemente, y esto es lo que aquí nos interesa, la lengua.
El léxico es el primero que suele estar afectado por la dinámica de la realidad cambiante (creación de neologismos) y, por consiguiente, debe ser el primero en dar respuesta inmediata a las necesidades de la sociedad.
De todo eso se desprende que introduciendo nuevas áreas técnicas en la vida moderna, se vienen formando nuevas lenguas especiales cuya finalidad es la de asegurar la comunicación en las áreas nuevas como en las tradicionales.
I. 1 ¿Existen las lenguas de especialidad?
El lingüista austriaco Peter Schifko plantea en uno de sus estudios esta cuestión «hereje»: ¿Existen las lenguas de especialidad? El mismo autor responde: «Una reacción [...] podría ser la siguiente: ¡desde luego!, ¿cómo no?, y, ¿cómo sería posible investigar y enseñar algo que no existe?» Cosa que en principio parece fácil de responder pero después de observar los numerosos estudios dedicados a esta temática termina por ser bastante complicada.
Por lo tanto, esa pregunta no carece de fondo debido a la discrepancia respecto al tema de la existencia o inexistencia de las lenguas especiales. Al principio de todo el debate se cuestiona «lo ontológico». Algunos expertos (p. ej. P. Lerat, H. P. Kelz) niegan la existencia de las lenguas especiales y hay otros que no es que la nieguen sino que opinan que no hace falta ni es necesario y además resulta imposible definirlas (p. ej. H. Berschin). Aquí nos identificamos completamente con P. Schifko, que argumenta de la siguiente manera: «[...], en el marco de un discurso racional y científico (es decir, no especulativo, metafísico y religioso), tiene que ser posible y es necesario definir aquello cuya existencia se afirma.»
Una vez que hemos reconocido la existencia de los tenolectos debemos enfrentar la tarea de delimitarlos. No obstante, la definición del concepto de las lenguas especiales que sea satisfactoria para la mayoría de los expertos en la materia es, como veremos a continuación, también un objeto de muchas controversias.
I. 2 Definición
Todavía no existe una única definición de lo que se debe entender por lengua especial. Sin embargo, los lingüistas (p. ej. Möhn, Pelka, Schmitt) aconsejan partir del hecho de que la lengua tiene varias funciones, entre las cuales destacan la función cognitiva y la comunicativa. Según este axioma, los miembros de una comunidad lingüística realizan varios deberes, tareas cotidianas, viven momentos tanto positivos como negativos que despiertan en ellos la necesidad de compartir estos hechos «extralingüísticos» con los demás y buscan la forma adecuada para transmitir lo que han vivido, experimentado, conocido o pensado.
La lengua especial, al igual que la lengua estándar, tiene doble función, es decir, funciona como instrumento de conocimiento y de comunicación. Pero lo que diferencia los dos sistemas es el ámbito en el que se usan. La lengua estándar (en la literatura también aparece bajo los términos como lengua referencial o lenguaje común) es «aquella variedad de la lengua de la que disponen más o menos todos los hablantes de igual manera y cuyo uso oral o escrito en situaciones tanto privadas como públicas sirve en primer lugar a la comunicación o al entendimiento sobre asuntos de la vida diaria, social y privada.» Frente a este concepto podemos introducir la definición del lenguaje técnico de C. Schmitt: «El lenguje técnico es la totalidad de los recursos lingüísticos que usan las personas que trabajan en un área profesional limitada para la comunicación entre ellas.» Es evidente que Schmitt combina el aspecto funcional del texto (el deseo de los científicos de disponer de un medio de comunicación optimizable y con un máximo de precisión) y, sobre todo, el contenido comunicativo, es decir, «las actividades técnicas orientadas racionalmente hacia un objetivo».
Otra investigadora en este campo, Pilar Díez de Reverenga y Torres, escribe: «Una lengua de especialidad es el instrumento transmisor de saberes y prácticas profesionales; no se puede aceptar la idea de que son subsistemas, aunque esté muy extendida, porque en ese caso se trataría de dialectos con una fonética y una flexión propias. [...] Es decir, los lenguajes de especialidad, reúnen, por una parte al sistema lingüístico en lo que se refiere a la expresión y, por otra a las profesiones por lo que respecta a los saberes. Lengua especializada equivale a lengua natural considerada como instrumento de transmisión de conocimiento especializado y para ello se sirve, en ocasiones de elementos extralingüísticos o de expresiones estrictamente lingüísticas que son generales a la lengua común pero que adquieren un significado especial.» De esta cita podemos sacar la conclusión de que la autora se opone por un lado a la definición del lenguaje técnico de Schmitt (la lengua especial como un subsistema de la lengua común) y, por otro, asimismo que él, confirma la existencia de las relaciones de interconexión entre el lenguaje estándar y los tecnolectos en el campo léxico. Como dice H. – R. Fluck «las dos variedades de la lengua [...] son interdependientes, se refieren una a la otra y se interpenetran.» Este fenómeno, que fue estudiado por muchos autores (Álvarez, Bartoš, Schmitt, Duarte i Monserrat, Šoltys, etc.), lo analizaremos en el capítulo sobre los tecnicismos.
También Carles Duarte i Monserrat inventa su propia definición del tecnolecto como «un tipo de variación de la lengua que se presenta a raíz de la expresión técnico-científica de un dominio conceptual.»
Nos parece oportuno poner una definición de las lenguas especiales de algún hispanista de origen eslavo. Hemos elegido a Ladislav Trup: «Coinciden todas las lenguas especiales en hacer uso del mismo sistema gramatical de la lengua común, pero se caracterizan por una serie de rasgos, tanto léxicos como fonéticos, morfosintácticos y de estilo, muy precisos y peculiares [...] dentro de estas lenguas especiales los niveles de habla varían atendiendo a diferentes factores: unos, externos al hablante, otros internos [...] Uno de los factores importantes que influye en el nivel del habla es la personalidad del hablante que elige según sus gustos personales, giros, palabras, construcciones, etc.» Con esta delimitación de lo que es la lengua especial se relativiza la teoría sobre la supuesta impersonalidad y formalidad de los tecnolectos. Aunque estamos de acuerdo de que muchos de los tecnolectos demuestran alto nivel de formalidad (el texto jurídico-administrativo es un ejemplo por excelencia) detectamos dentro de esta tendencia el influjo casi imperceptible del emisor sobre la forma definitiva del texto.
Y así podríamos continuar citando definiciones de los demás autores e ir comentándolas sin llegar a una conclusión aceptable. Opinamos que la única posibilidad de salir de este «callejón sin salida» no es la de dar una definición exhaustiva del concepto en cuestión sino que consiste en la delimitación de los rasgos esenciales de las lenguas especiales, tal como los ha presentado Carles Monserrat i Duarte.
I. 3 Rasgos esenciales de las lenguas especiales
Es de suma importancia, antes de fijar los rasgos caracterizadores de los tecnolectos, establecer el «ámbito» en que se usan. El estudio del «ámbito» nos facilita el conocimiento de los factores que influyen directamente los rasgos.
Duarte i Monserrat entiende por «ámbito»:
(A) Los comunicantes
En la mayoría de los casos se trata de los especialistas a pesar de que sucede que un mensaje con el contenido «técnico» va dirigido a una persona no iniciada en el tema. Éste es el ejemplo de la comunicación en el ámbito jurídico-administrativo.
(B) El nivel de formalidad
La aspiración a la objetividad, propia al campo científicico, aporta el carácter del alto nivel de formalidad e impersonalidad.
(C) Objeto de comunicación
Aquí nos referimos a la materia en la que se centra la atención de los comunicantes. Esta categoría del «ámbito» es variadísima e influye directamente la selección del léxico, es decir, la terminología propia que los comunicantes piensan emplear (tecnicismos, abreviaturas, préstamos, arcaísmos, etc.).
(D) El canal de comunicación
El canal suele ser escrito pero en ocasiones es oral.
(E) La situación
Cabe señalar que las lenguas especiales se emplean en las situaciones formales, de orden claramente profesional y, además, en la forma prevista. Mientras que en la comunicación perteneciente a la lengua común el acto comunicativo se puede organizar durante el mismo proceso de comunicación, en el caso de los tecnolectos se excluye el tema de cómo se comunica. Así que la índole estética no tiene importancia aquí. Esta característica lleva a algunos expertos a la conclusión de que «la comunicación metalingüística
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