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Libro Alma De La Toga


Enviado por   •  17 de Julio de 2013  •  2.353 Palabras (10 Páginas)  •  522 Visitas

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EL ALMA DE LA TOGA DE ÁNGEL OSSORIO Y GALLARDO I

Ángel Ossorio y Gallado fue Decano del Colegio de abogados, Presidente de la Academia de Jurisprudencia, del Ateneo, Director de la Revista General (RGLJ), Gobernador civil de Barcelona, Ministro de Fomento, miembro de las Cortes Constituyentes, en las que asumió la presidencia de la comisión jurídica encargada de redactar el anteproyecto de la Constitución de 1931. Al finalizar la guerra civil se estableció en Buenos Aires, donde continuó sus actividades políticas y llegó a desempeñar el cargo de ministro sin cartera en el Gobierno de José Giral (1945). Su mayor satisfacción fue ser abogado.

El Alma de la toga, escrita tras más de veinticinco años de ejercicio profesional, es una obra de gran interés para quien se inicia en el ejercicio de la abogacía, pero también para el verano puede verse reflejado en los sabios consejos del maestro del Foro. A pesar de los años transcurridos desde su primera edición, mantiene, increíblemente, su vigencia, y es reconocida como un verdadero clásico de la literatura jurídica, de lectura obligatoria.

INTRODUCCION.

Al hacer éste libro Ossorio pensó en un estado de conciencia, concreciones espirituales, inclinación de la voluntad e ideas abstractas. Esa es la razón de existir de su libro porque considera que es la sustancia de la abogacía , descansa en sutilísimos y quebradizos estados psicológicos que no figuran en ninguna asignatura ni se enseñan en las aulas.

QUIEN ES ABOGADO?.

Urge reivindicar el concepto de Abogado. En el actual Ministerio hay siete Abogados, la realidad es que apenas uno o dos se han puesto la toga y saludando el Código Civil. Hay que acabar con ese equívoco, merced al cual la calidad de Abogado ha venido a ser algo tan difuso, tan ambiguo, tan incoercible, la Abogacía no es una consagración académica, sino una concreción profesional. Nuestro título universitario no es de “Abogado” sino de “Licenciado en Derecho”, para poder ejercer la profesión de Abogado”.

La formación universitaria de los Abogados.

La Universidad preside una formación científica…cuando la preside, en nuestra carrer ni siguiera sirve para eso. De la Facultad se sale sabiendo acosar a las modistas, jugar al monte y al treinta y cuarenta, organizar huelgas, discutir sobre política, etc. El bagaje cultural del alumno no pasa de saber decir distintas maneras-tantas como profesores- el “concepto de derecho”, la “idea del estado”, la ” importancia de nuestra asignatura”. En nuestras facultades se enseña la Historia sólo hasta los Reyes Católicos o sólo desde Felipe V, se aprueba el Derecho civil sin dar testamento o contratos, en veinticinco o treinta lecciones se ignora el Derecho social de nuestros días, se rinde homenaje a la Ley escrita. En las demás facultades, la enseñanza, tomada en serio, sólo ofrece el peligro de que el alumno resulte un teórico pedante, la formación del hombre viene después. Supongamos que la Facultad de Derecho se redime contribuye eficazmente a la constitución técnica de sus alumnos, aun así, el problema seguirá siendo el mismo, porque la formación cultural es absolutamente distinta de la profesional y un eximio Doctor puede ser o suele ser un Abogado detestable.

La profesión y lo Académico.

En las profesiones la ciencia no es más que un ingrediente, junto a él operan la conciencia, el hábito, la educación el engranaje de la vida, el ojo clínico y muchos elementos que englobados, integran un hombre, precisamente por su oficio, se distingue de los demás. Un catedrático sabrá admirablemente las Pandectas y la Instituta y el Fuero Real, y será un jurisconsulto insigne; pero si no conoce las pasiones, más todavía, si no sabe atisbarlas, toda su ciencia resultaría inútil par abocar. En el Abogado la rectitud de la conciencia es mil veces más importante que el tesoro de los conocimientos: ser bueno, ser firme, ser prudente, la ilustración. Los Abogados no se hacen con Título de Licenciado, sino con las disposiciones psicológicas, adquiridas a costa de trozos sangrantes de la vida.

LA FUERZA INTERIOR.

El hombre, cualquiera que sea su oficio, debe confiar principalmente en sí mismo, la fuerza que en él no halle no la encontrará en parte alguna. Al ponderar la confianza en la energía propia establezco la fe exclusiva en el poder divino, porque los hombres no llevamos más fuerza que la que Dios no da. El Doctrinarismo contradictorio para sembrar la duda, el sensualismo para perturbar nuestra moral, la crítica para desorientarnos, el adversario para desconcertarnos, la injusticia para enfurecernos. Da una recomendación para las agresiones y críticas de la gente: fiar en sí. Vivir la propia vida. Seguir los dictados que uno mismo se imponga y desatender lo demás. Hemos de afrontar constantemente el peso de la injusticia, pues las decisiones de un hombre prudente no se forman por generación espontánea, sino como fruto de un considerado respecto a opiniones, conveniencias y estímulos del exterior. La responsabilidad es solo nuestra; han de ser de modo exclusivo la resolución y la actuación. En la Abogacía actuar el alma sola, porque cuando se hace es obra de la conciencia y nada más que de ella. No se diga que opera el alma y el Derecho, porque el Derecho es cosa que se ve, se interpreta y se aplica con el alma de cada cual. No puede haber Abogado irascible; para librarse de la ira no hay antídoto más eficaz que el desdén. El Abogado tiene que comprobar a cada minuto si se encuentra asistido de aquella fuerza interior que ha de hacerle superior al medio ambiente; y en cuando le asalte dudas en este punto, debe cambiar de oficio.

LA SENSACION DE LA JUSTICIA.

Naturaleza cambiante del derecho.

Detrás de una violencia triunfante o siguiera amenazadora, cambia el estado legal. Mas esto no es incompatible con la profecía de Isaías sobre la inmutabilidad del Derecho; porque son consistentes los cimientos morales del mismo, que la sociedad elige y determina, lo cambiante es la expresión actual y concreta de la vida jurídica. La justicia no es fruto del estudio, sino de una sensación. Ángel cita al ilustre novelista Henry Bordeaux y éste refiere que cuando visitó al escritor Daudet y le manifestó que era estudiante de Derecho, éste le dijo: “Las leyes, los códigos no deben ofrecer ningún interés. Se aprende a leer con imágenes y se aprende la vida con hechos. Procure ver y observar. Estudie la importancia de los intereses en la vida humana. Gobiernos liberales promulgan

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