MICROFÍSICA DEL PODER MICHEL FOUCAULT
Jorge30 de Septiembre de 2011
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INDICE
1. Nietzsche, la Genealogía, la Historia
2. Más allá del Bien y del Mal
3. Sobre la justicia popular. Debate con los maos
4. Los intelectuales y el poder. Entrevista Michel Fon¬cault-Gilles Deleuze
5. Entrevista sobre la prisión: el libro y su método
6. Poder-Cuerpo
7. Preguntas a Michel Foucault sobre la Geografía
8. Curso del 7 de enero de 1976
9. Curso del 14 de enero de 1976
10. Las relaciones de poder penetran en los cuerpos
11. Poderes y estrategias
12. Verdad y poder
1. NIETZSCHE, LA GENEALOGIA, LA HISTORIA
1. La genealogía es gris; es meticulosa y pacientemente documentalista. Trabaja sobre sendas embrolladas, garabatea¬das, muchas veces reescritas.
Paul Ree se equivoca, como los ingleses, al describir las génesis lineales, al ordenar, por ejemplo, con la única preo¬cupación de la utilidad, toda la historia de la moral: como si las palabras hubiesen guardado su sentido, Los deseos su direc¬ción, las ideas su lógica: como si este mundo de cosas dichas y queridas no hubiese conocido invasiones, luchas, rapiñas, dis¬fraces, trampas. De aquí se deriva para la genealogía una tarea indispensable: percibir la singularidad de los sucesos, fuera de toda finalidad monótona; encontrarlos allí donde menos se espera y en aquello que pasa desapercibido por no tener nada de historia —los sentimientos, el amor, la conciencia, los ins¬tintos—: captar su retorno, pero en absoluto para trazar la curva lenta de una evolución, sino para reencontrar las dife¬rentes escenas en las que han jugado diferentes papeles; definir incluso el punto de su ausencia, el momento en el que no han tenido lugar (Platón en Siracusa no se convirtió en Mahoma...). La genealogía exige, por tanto, el saber minucioso, gran cantidad de materiales apilados, paciencia. Sus «monumentos ciclópeos» no debe derribarlos a golpe de «grandes errores benéficos», sino de «pequeñas verdades sin apariencia, esta¬blecidas por un método severo» .
En resumen, un cierto encarnizamiento en la erudición. La genealogía no se opone a la historia como la visión de águila y profunda del filósofo en relación a la mirada escrutadora del sabio; se opone por el contrario al despliegue meta-histórico de las significaciones ideales y de los indefinidos teleológicos. Se opone a la búsqueda del «origen».
2. Se encuentran en Nietzsche dos empleos de la palabra Ursprung. Un empleo no está fijado: se lo encuentra en alter¬nancia con términos tales como Entstehung, Herkunft, «Ab¬kunfl, Geburt. La Genealogía de la moral, por ejemplo, habla tanto, en relación al deber y al sentimiento de la falta, de su Entstehung como de su Urspruñg ; en la Goya Ciencia, se habla, en relación a la lógica y al conocimiento, tanto de una Urs prung, como de una Entstehung, como de una Herkunft .
El otro empleo del término está marcado. Ocurre en efecto que Nietzsche lo sitúa en oposición a otro término: el primer párrafo de Humano, demasiado humano, sitúa frente a frente el origen milagroso (Wunderursprutig) que busca la metafísica, y los análisis de una filosofía histórica que, por su parte, plantea cuestiones über Herhunft und Anfang. Ocurre también que Ursprung sea utilizado de un modo irónico y peyorativo. Por ejemplo, ¿en qué consiste este fundamento originario (Ursprung) de la moral que se busca desde Platón? «En horri¬bles pequeñas conclusiones. Pudenda origo» . O aún más: ¿dónde hay que buscar este origen de la religión (Ursprung) que Schopenhauer situaba en un cierto sentimiento metafísico del más allá? Simplemente en una invención (Erfindung), en un juego de manos, en un artificio (Kunststück), en un secreto de fabricación, en un procedimiento de magia negra, en el trabajo de los Schwarzkiinstler .
Para el uso de todos estos términos, y para los juegos propios del término Ursprung, uno de los textos más significa¬tivos es el prólogo de la Genealogía. Al comienzo del texto, es definido el objeto de la investigación como el origen de los pre¬juicios morales; el término utilizado entonces es Herkunft. Después Nietzsche vuelve atrás, hace la historia de esta encuesta en su propia vida; recuerda el tiempo en el que él «ca¬ligrafiaba» la filosofía y cuando se preguntaba si había que atribuir a Dios el origen del mal. Cuestión que le hace ahora sonreír y respecto a la cual dice justamente que se trataba de una búsqueda de la Ursprung; el mismo término para carac¬terizar un poco más adelante el trabajo de Paul Ree . Después evoca los análisis propiamente nietzschianos que comenzaron con Humano, demasiado humano; para caracterizarlos, habla de Herkunfthypothesen. Ahora bien, aquí el empleo del término Herkunft no es sin duda arbitrario: sirve para designar muchos textos de Humano, demasiado humano consagrados al origen de la moralidad de la ascesis, de la justicia y del castigo. Y, sin embargo, en todos estos desarrollos, la palabra que habla sido utilizada entonces era Ursprung . Como si en la época de la Genealogía, y en este lugar del texto Nietzsche quisiese hacer valer una oposición entre Herkunft y Ursprung, que no había utilizado casi diez años antes. Pero muy pronto, tras la utilización especificada de estos dos términos, Nietzshe vuelve en los últimos párrafos del prólogo a un uso neutro y equivalente .
¿Por qué Nietzsche genealogista rechaza, al menos en cier¬tas ocasiones, la búsqueda del origen (Ursprung)? Porque en primer lugar se esfuerza por recoger allí la esencia exacta de la cosa, su más pura posibilidad, su identidad cuidadosamente replegada sobre si misma, su forma móvil y anterior a todo aquello que es externo, accidental y sucesivo. Buscar un tal origen, es intentar encontrar «lo que estaba ya dado», lo «aque¬llo mismo» de una imagen exactamente adecuada a sí; es tener por adventicias toda las peripecias que han podido tener lugar, todas las trampas y todos los disfraces. Es intentar levantar las máscaras, para desvelar finalmente una primera identi¬dad. Pues bien, ¿si el genealogista se ocupa de escuchar la histo¬ria más que de alimentar la fe en la metafísica, qué es lo que aprende? Que detrás de las cosas existe algo muy distinto: «en absoluto su secreto esencial y sin fechas, sino el secreto de que ellas están sin esencia, o que su esencia fue construida pieza por pieza a partir de figuras que le eran extrañas. ¿La razón? Pero ésta nació de un modo perfectamente razonable», del azar . ¿El apego a la verdad y al rigor de los métodos científicos? Esto nació de la pasión de los sabios, de su odio recíproco, de sus discusiones fanáticas y siempre retomadas, de la necesidad de triunfar —armas lentamente forjadas a lo largo de luchas per¬sonales— . ¿Será la libertad la raíz del hombre la que lo liga al ser y a la verdad? En realidad, ésta no es más que una «Inven¬ción de las clases dirigentes” . Lo que se encuentra al comienzo histórico de las cosas, no es la identidad aún preservada de su origen —es la discordia de las otras cosas, es el disparate.
La historia aprende también a reírse de las solemnidades del origen. El alto origen es la «sobrepujanza metafísica que retorna en la concepción según la cual al comienzo de todas las cosas se encuentra aquello que es lo más precioso y esencial» : se desea creer que en sus comienzos las cosas estaban en su per¬fección; que salieron rutilantes de las manos del creador, o de la luz sin sombra del primer amanecer. El origen está siempre antes de la caída, antes del cuerpo, antes del mundo y del tiempo; está del lado de los dioses, y al narrarlo se canta siempre una teogonía. Pero el comienzo histórico es bajo, no en el sentido de modesto o de discreto como el paso de la paloma, sino irrisorio, irónico, propicio a deshacer todas las fatuidades: «Se buscaba hacer despertar el sentimiento de la soberanía del hombre, mostrando su nacimiento divino: esto se convirtió ahora en un camino prohibido; pues a la puerta del hombre está el mono» . El hombre comenzó por la mueca de lo que llegaría a ser; Zaratustra mismo tendrá su simio que saltará a su espalda y tirará por su vestido.
En fin, último postulado del origen ligado a los dos prime¬ros: el origen como lugar de la verdad. Punto absolutamente retrotraído, y anterior a todo conocimiento positivo, que hará posible un saber que, sin embargo, lo recubre, y no cesa, en su habladuría, de desconocerlo; estaría ligado a esta articulación inevitablemente perdida en la que la verdad de las cosas enlaza con una verdad de los discursos que la oscurece al mismo tiempo y la pierde. Nueva crueldad de la historia que obliga a invertir la relación y a abandonar la búsqueda «adolescente»: detrás de la verdad, siempre reciente, avara y comedida, está la proliferación milenaria de los errores. No creamos más «que la verdad permanece verdad cuando se le arranca la venda; hemos vivido demasiado para estar persuadidos de ello» . La verdad, especie de error que tiene para si misma el poder de no poder ser refutada sin duda porque el largo conocimiento de la historia la ha hecho inalterable . Y además la cuestión misma de la verdad, el derecho que ella se procura para refutar el error o para oponerse a la apariencia, la manera en la que poco a poco se hace accesible a los sabios, reservada después únicamente a los hombres piadosos, retirada más
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