El poder psiquiatrico, Michel Foucault

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Ficha 6

El Poder Psiquiátrico

(Clase del 7 de Noviembre de 1973)

Michel Foucault

          Emanuel Cortés Arriagada

Ayudantía Historia y Fundamentos de la Psicología

Prof. Valentina Vargas

Durante la clase  del 7 de Noviembre de 1973, Foucault nos adentra a la cosmovisión de la psiquiatría del siglo XIX, cita recurrente y principalmente a Pinel, entre  otros, estos personajes que fueron los pioneros de la psiquiatría, idearon un arquetipo de esta y del lugar donde  debería ser ejercida.

Más allá de la visión que se proponía en el siglo XIX de los asilos donde las personas con dificultades mentales. Foucault quiere dar a conocer cómo es que estos asilos de alienados se conforman y funcionan, como una compleja máquina de interrelaciones. Las cuales esencialmente responden en base a un orden, el cual se pondrá hegemónicamente sobre todos los cuerpos que conforman el asilo. Este orden es imprescindible, de modo que su existencia es necesaria porque constituye la cualidad de exactitud y objetividad del saber médico, y por otro lado, conlleva a la operación terapéutica que sería la cura del alienado. Nos damos cuenta que existe una condición para que esto sea posible, y esa condición es el orden disciplinario a través de una distribución reglada de los cuerpos.

Sin embargo el orden es disimétrico, y esto se establece desde que se distribuye el reparto del poder en la dispersión disciplinaria, a la cual se le otorga  un poder ilimitado no recíproco. Aquí es cuando encontramos el papel del médico, que su poder se asocia a su puesto, lo que le otorga el poder incuestionable, es por su poder que le creemos al médico, no por lo que hace. Y esa disimetría del poder en la instancia médica queda marcada por una morfología determinada del médico que funciona como cláusula de la disimetría absoluta en el orden del asilo (Foucault, 1973, p.19).

Como el poder es posible gracias a la dispersión reglada, y no solo de una persona. Es decir, que también el poder pasa a través de otros cuerpos, y serán ayuda para mantener este orden recíprocamente. Aquí encontramos a los vigilantes quienes deberán también poseer una morfología determinada, es decir, fuerza. Pero también es necesario que sea dócil, porque ellos funcionarán como el “canal óptico del saber médico subjetivo” mediante una observación del enfermo y posterior comunicación con el médico. También están los sirvientes, quienes estarán al servicio de los enfermos, estarán por debajo de los enfermos por una necesidad de que ellos podrán observar a los enfermos en su día a día, a la vez generar una confianza, ya que enfermo le pedirá cosas al sirviente y le expresará sus deseos, y ahí se producirá una inter-comunicación en la red de este orden. Esa red de comunicaciones (que es en el fondo es compleja y sistemática), tendrá un fin simple de poder lograr la observación. Con esta dispersión del poder, podemos decir que es posible que la institución asilar funcione.

El poder que se distribuye, tiene un fin, el cual es combatir la fuerza que no puede ser contenida por el loco, que para Fodéré es quien se considera mejor que los demás, y más tarde en el siglo XVIII se le atribuiría que es así por una confusión de sí mismo y ya en el siglo XIX se dice que el loco es quien en él se desencadenarían ciertas fuerzas incontenibles. Estas fuerzas se dividen en cuatro formas de manifestaciones donde produce sedición y determinan el actuar del loco, las cuales son: Furia, la fuerza pura del individuo que lo caracteriza por ser furioso. Manía sin delirio, que es la fuerza de las pasiones sin límites que no conllevan a las alucinaciones de los sentidos. Manía son las ideas trastornadas e incoherentes. Y por último la  Melancolía, la cual es una idea concretada por el loco al cual determinará su actuar y pensar. Entonces la visión de qué es un loco se verá cambia desde encontrar su equivocación, a buscar hacia dónde este manifiesta su locura. Entonces ¿cómo curamos la locura? Existen dos métodos, el muy conocido método “medicamentoso” y el “tratamiento moral”, este último buscará “poner en manifiesto la verdad de su locura, observarla, describirla, diagnosticarla, y a partir de ello definir la terapia” (Foucault, 1973, p. 25).

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