MONOGRAFIA
zairamila2 de Enero de 2014
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EL SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA
CAPITULO I
En este capítulo es importante comenzar definiendo qué es la Eucaristía.
La Eucaristía es el sacramento en el cual, bajo las especies de pan y vino, se halla Cristo verdaderamente presente, con su cuerpo y su sangre, a fin de ofrecerse de manera amorosa al Padre y darse como manjar espiritual a la humanidad. No sin antes mencionar las figuras que ahora se hacen presente en nuestra espiritualidad: fueron figuras de la eucaristía:
- El árbol de la vida plantado en el paraíso
- El sacrificio de Abraham y el de Melquisedec.
- El maná en el desierto, los panes que se ofrecían en el templo.
- Los diversos sacrificios de la Antigua Alianza ,sobre todo el cordero pascual.
Asimismo veremos la importancia de este sacramento, es decir, su preeminencia.
Tomamos a Santo Tomás cuando nos dice :
a) Es Cristo mismo que se encuentra en este sacramaneto,él que es fuente de todas las gracias.
b) Por la subordinación de los todos los demás sacramentos a la Eucaristía como su último fin.
c) Por el rito de los demás sacramentos, que la mayor parte de las veces se completa con la recepción de la Eucaristía.
Haciendo eco de las palabras de Santo Tomás, el Concilio Vaticano II afirma que la Eucaristía contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua y pan vivo que, a través de su Carne vivificada y vivificante por el Espíritu Santo, da vida a los hombres, invitados así y conducidos a ofrecerse a sí mismos, sus trabajos y todas las cosas juntamente con El. Por lo cual, la Eucaristía aparece como fuente y culminación de toda evangelización (Presbyterorum ordinis, n. 5.
De esta manera, el Concilio enseña que la Eucaristía es el centro y tesoro de la Iglesia, y el Papa Juan Pablo II exhorta por eso a todos. . ., pero sobre todo a los Obispos y sacerdotes, a vigilar para que este sacramento de amor sea el centro de la vida del Pueblo de Dios (Enc. Redemptor hominis, n. 20).
Este Sacramento real que nos abre las puertas a descubrir al Señor en todo su ser, sacramento que es fuerza y vida para los hombres y mujeres que solamente deciden permitir entrar a nuestro Señor Jesús. Es la Eucaristía nuestro principio y fin ,fuente de toda vida y existencia.
Por eso estamos todos llamados a velar cuidar y sobre todo a recibir este Sacramento por excelencia.
Señalaremos puntos que nos permitirán entender mejor el sentido de nuestra fe.
I.- La Eucaristía, sacramento de la Nueva Ley:
Que la Eucaristía es verdadero y propio sacramento constituye una verdad de fe declarada por el Magisterio de la Iglesia (Concilio de Trento, Dz. 844). Se deduce del hecho de que en ella se cumplen las notas esenciales de los sacramentos de la Nueva Ley:
a) el signo externo, que son los accidentes de pan y vino (materia) y las palabras de la consagración (forma).
b) para conferir la gracia, como afirma el mismo Cristo: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna (Jn. 6, 54), o sea, la gracia, que es la incoación de la vida eterna;
c) instituido por Cristo en la Ultima Cena, como consta repetidamente en la Escritura: Mientras comían, Jesús tomó pan, lo bendijo, lo partió y, dándoselo a los discípulos, dijo: Tomad y comed, esto es mi cuerpo. Y tomando el cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo: Bebed de él todos, que ésta es mi sangre del Nuevo Testamento, que ser derramada por muchos para remisión de los pecados (Mt. 26, 26-28). Este pasaje lo recogen también San Marcos (14, 22-25), San Lucas (22, 19-20) y San Pablo (I Cor. 11, 23-26).
La vida eterna que cada persona busca y anhela dentro y fuera de su corazón pocas veces o casi nunca es encontrada, el corazón del hombre está tan lleno de odio, resentimientos, tristezas, miserias que no permiten acceder a recibir a Jesucristo que es camino, verdad y vida.
La gracia que Dios nos invita a recibir pues está real y substancialmente en EL Sacramento De la Eucaristía. Sintámonos llamados por él y acudamos con alegría, generosidad, prontitud, desprendimiento y sobre todo con honestidad. Honestidad para hablar y sentirlo a él.
II.- El signo externo de la Eucaristía
Como en todo sacramento, en la Eucaristía se distingue un signo sensible que nos comunica la gracia. Basta recordar su institución en la Ultima Cena: Jesús utiliza dos elementos sencillos, el pan y el vino, y pronuncia unas palabras que ‘hacen’ el sacramento. Así queda constituido el signo: el pan y el vino serán la materia para la confección de la Eucaristía, y las palabras de la consagración que son las mismas palabras de Cristo, pronunciadas dentro de la Misa, las que renuevan esa transformación que la Iglesia ha llamado transustanciación.
A. Materia
La materia para la confección de la Eucaristía es el pan de trigo y el vino de vid. Esta es una verdad de fe, definida en el Concilio de Trento (cfr. Dz. 877, 884; ver también CIC, c. 924 & 2-3).
La seguridad de la materia proviene de la utilización por parte de Cristo de ambos elementos durante la Ultima Cena: cfr. Mt. 26, 26-28; Mc. 14, 22-25; Lc. 22, 19-20; I Cor. 11, 23-26.
Para la validez del sacramento se precisa:
- que el pan sea exclusivamente de trigo (amasado con harina de trigo y agua natural, y cocido al fuego), de modo que sería materia inválida el pan de cebada, de arroz, de maíz, etc., o el amasado con aceite, leche, etc. (cfr. CIC, c. 924 &2);
- que el vino sea de vid (del líquido que se obtiene exprimiendo uvas maduras, fermentado); sería materia inválida el vino agriado (vinagre), o cualquier tipo de vino hecho de otra fruta, o elaborado artificialmente (cfr. CIC, c. 924 & 3).
Para la licitud del sacramento se requiere:
- que el pan sea ázimo ( no fermentado; cfr. CIC, c. 926), hecho recientemente, de manera que no haya peligro de corrupción (cfr. CIC, c. 924 & 2);
- que al vino se le añadan unas gotas de agua (cfr. Dz. 698 y CIC, c. 924 &1). El mezclar agua al vino era práctica universal entre los judíos y seguramente así lo hizo Jesucristo, y también entre griegos y romanos.
B. Forma
La forma son las palabras con las que Cristo instituyó este sacramento: Esto es mi Cuerpo. . . esta es mi Sangre (cfr. textos de la institución eucarística, citados adelante, 4.2.1 B).
El concilio de Trento enseña que, según la fe incesante de la Iglesia, "inmediatamente después de la consagración, es decir, después de pronunciadas las palabras de la institución, se hallan presentes el verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre del Señor" (Dz. 876).
Suelen pensar muchas personas especialmente nuestros hermanos separados que la forma y el fondo son simples elementos que no dan ningún sentido para nuestra vida espiritual y terrenenal. Sin embargo la Iglesia se ha encargado de transmitir ininterrumpidamente la tradición venida desde Nuestro Señor Jesucristo, es nuestra prioridad mantener viva esta tradición dentro del magisterio de la Iglesia.
III.- Los Efectos de la recepción de la Eucaristía
Los efectos que la recepción de la Eucaristía produce en el alma, son los siguientes:
A. Aumento de la gracia santificante
De la unión íntima con Jesucristo se siguen lógicamente los demás efectos de la Sagrada Comunión. En primer lugar, el aumento de la gracia ya que debe tener el alma para recibir el sacramento. Para comulgar, como señalamos, hay que estar en gracia de Dios la Eucaristía es un sacramento de vivos, y por la Comunión esa gracia se sustenta, se revitaliza, se aumenta, y enciende en el gozo de la vida divina. La Comunión, pues, hace crecer en santidad y en unión con Dios.
La Sagrada Eucaristía es capaz de producir por sí misma un aumento de gracia santificante mayor que cualquier otro sacramento, por contener al mismo Autor de la gracia. Por eso se puede decir que, al ser la gracia unión con Cristo, el fruto principal de la Eucaristía es la unión íntima que se establece entre quien recibe el sacramento y Cristo mismo.
Tan profunda es esta mutua inhesión de Cristo en el alma y de ésta en Aquél, que puede hablarse de una verdadera transformación del alma en Cristo.
Esto es lo que enseñó San Agustín al escribir en las Confesiones aquellas misteriosas palabras que le pareció oír de la Verdad eterna: Manjar soy de grandes: crece y me comerás. Mas no me mudarás en ti, como al manjar de tu carne, sino tú te mudarás en mi (7, 10, 16; PL 32, 742). La misma doctrina expone Santo Tomás: El que toma alimentos corporales los transforma en aquél que los toma. . . Síguese de aquí que el efecto propio de este sacramento es una tal transformación del hombre en Cristo, que puede en realidad decir con el Apóstol (cfr. Gal. 2, 20): “Vivo yo, o más bien no vivo yo, sino que Cristo vive en mi"" (In IV Sent. dist. 12, q. 2, a. 1). Y San Cirilo de Jerusalén llega a decir que la Eucaristía nos cristifica por entero, asociándonos a la plenitud de Cristo Jesús"" (Catecheses, 22, 3).
Siento que cada vez o mejor dicho cada generación que viene a la humanidad pues van asumiendo que la Eucaristía no es un sacramento de vivos ,sino de alguien ya vivió sufrió y murió.No podemos dejar a la jerarquía de la iglesia sola en esta tarea de evangelizar al mundo,no debemos estar ajenos a esta misión que también es nuestra y más aun es de cada generación que avisora la humanidad .
“Manjar soy de grandes, come y crecerás……….” predica estas misteriosas palabras de San Agustín . Manjar que alguna vez algunos santos
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