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Matematicas Inecuaciones


Enviado por   •  25 de Julio de 2012  •  8.341 Palabras (34 Páginas)  •  725 Visitas

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ROMEO Y JULIETA

PERSONAJES

ESCALA, Príncipe de Verona.

PARIS, pariente del Príncipe.

MONTESCO.

CAPULETO.

Un viejo de la familia Capuleto.

ROMEO, hijo de Montesco.

MERCUTIO, amigo de Romeo.

BENVOLIO, sobrino de Montesco.

TEOBALDO, sobrino de Capuleto.

FR. LORENZO, FR. JUAN, de la Orden de San Francisco.

BALTASAR, criado de Romeo.

SANSÓN, GREGORIO, criados de Capuleto.

PEDRO, criado del ama de Julieta.

ABRAHAM, criado de Montesco.

Un boticario.

Tres músicos.

Dos pajes de Paris.

La señora de Montesco.

La señora de Capuleto.

JULIETA, hija de Capuleto.

El ama de Julieta.

PRÓLOGO

CORO.- En la hermosa Verona, donde acaecieron estos amores, dos familias rivales igualmente nobles habían derramado, por sus odios mutuos, mucha inculpada sangre. Sus inocentes hijos pagaron la pena de esos rencores, que trajeron su muerte y el fin de su triste amor. Sólo dos horas va a durar en la escena este odio secular de razas. Atended al triste enredo, y supliréis con vuestra atención lo que falte a la tragedia.

ACTO PRIMERO

ESCENA PRIMERA

Una plaza de Verona

(SANSÓN y GREGORIO con espadas y broqueles)

SANSÓN.- A fe mía, Gregorio, que no hay por qué bajar la cabeza.

GREGORIO.- Eso sería convertirnos en bestias de carga.

SANSÓN.- Quería decirte que, si nos hostigan, debemos responder.

GREGORIO.- Sí: soltar la albarda.

SANSÓN.- Yo, si me pican, fácilmente salto.

GREGORIO.- Pero no es fácil picarte para que saltes.

GREGORIO.- Esa discordia es de nuestros amos. Los criados no tenemos que intervenir en ella.

SANSÓN.- Lo mismo da. Seré un tirano. Acabaré primero con los hombres y luego con las mujeres.

SANSÓN.- Ya está fuera la espada: entra tú en lid, y yo te defenderé.

GREGORIO.- ¿Por qué huyes, volviendo las espaldas?

SANSÓN.- Por no asustarte.

GREGORIO.- ¿Tu asustarme a mí?

ABRAHAM.- Ni por pienso, señor mío.

ABRAHAM.- Pero mejor, imposible.

SANSÓN.- Es mejor el nuestro

ABRAHAM.- Mentira.

SANSÓN.- Si sois hombre, sacad vuestro acero.

GREGORIO: acuérdate de tusabia estocada. (Pelean.) (Llegan Benvolio (intenta separarlos) y Teohaldo.)

BENVOLTO.- Los estoy poniendo en paz. Envaina tú, y no busques quimeras.

TEOBALDO.- ¡Hablarme de paz, cuando tengo el acero en la mano! Más odiosa me es tal palabra que el infierno mismo, más que Montesco, más que tú.

Ven, cobarde. (Reúnese gente de uno y otro bando. Tráhase la riña)

CAPULETO.- ¿Qué voces son ésas? Dadme mi espada.

SEÑORA.- ¿Qué espada? Lo que te conviene es una muleta.

CAPULETO.- Mi espada, mi espada, que Montesco viene blandiendo contra mi la suya tan vieja como la mía. (Entran Montesco y su mujer.)

MONTESCO.- ¡Capuleto infame, déjame pasar, aparta!

SEÑORA.- No te dejaré dar un paso más. (Entra el Príncipe con su séquito.)

PRINCIPE.- ¡ Rebeldes enemigos de la paz, derramadores de sangre humana!, arrojad en seguida a tierra las armas y escuchad mi sentencia. Tres veces, , habéis ensangrentado las calles de Verona, , y cargar con el hierro sus manos envejecidas por la paz. Si volvéis a turbar el sosiego de nuestra ciudad, me responderéis con vuestras cabezas. Basta por ahora; retiraos todos. Tú, Capuleto, vendrás conmigo. Tú, Montesco, irás a buscarme dentro de poco a la Audiencia, donde te hablaré más largamente. Pena de muerte a quien permanezca aquí. (Vase.)

SEÑORA DE MONTESCO.- ¿Y has visto a Romeo? ¡Cuánto me alegro de que no se hallara presente!

BENVOLIO.- en el bosque de sicomoros que crece al poniente de la ciudad. Allí estaba tu hijo. Apenas le vi

SEÑORA DE MONTESCO.- Dicen que va allí con frecuencia a juntar su llanto con el rocío de la mañana y contar a las nubes sus querellas. Mucho me apena su estado, y sería un dolor que su razón no llegase a dominar sus caprichos.

BENVOLIO.- ¿Sospecháis la causa, tío?

MONTESCO.- No la sé ni puedo indagarla.

BENVOLIO.- Aquí está.

MONTESCO.- ¡Oh, si pudieses con habilidad descubrir el secreto! Ven,esposa. (Entra Romeo.)

BENVOLIO.- Muy madrugador estás.

ROMEO-. ¿Tan joven está el día?

BENVOLIO.- Aún no han dado las nueve.

ROMEO.- ¡Tristes horas, cuán lentamente camináis! ¿No era mi madre quien

salía ahora de aquí?

BENVOLIO.- Sí por cierto. Pero ¿qué dolores son los que alargan tanto las

horas de Romeo?

ROMEO.- El carecer de lo que las haría cortas.

BENVOLIO .- ¿Cuestión de amores?

ROMEO.- Desvíos.

BENVOLIO.-

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