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Mitos Y Leyendas Chilenas

salembronte21 de Agosto de 2013

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Mitos y leyendas

Los mitos pertenecen a una época en que el hombre, incapaz de explicarse los fenómenos que en su entorno se desarrollaban, recurría a su imaginación.

El hombre mitológico (que vivió en el mito) sentía que el mundo estaba vivo, pero no tenía los elementos de información y conocimiento que tenemos hoy para conocer científicamente dicha vida. Para él, los fenómenos de la naturaleza no eran el resultado de leyes físicas, sino actos de personajes divinos, o sobrehumanos, con poderes buenos y malos.

La fantasía, la expresión poética, las impresiones producidas por los fenómenos naturales, eran la fuente del conocimiento humano.

El mito ayuda a conocer la vida del hombre antiguo y permite interpretar su pensamiento y sus acciones. Es una clave para reconstruir, trozo a trozo, el tiempo sin escritura. El dato mitológico es el auxilio de muchas disciplinas humanísticas y científicas que exploran el origen, el ambiente y el quehacer natural e intelectual del hombre.

Las leyendas son relatos eminentemente populares, por eso, el lenguaje que se emplea para contarlas, es siempre sencillo... Toda la leyenda, nace que de un hecho, que por sus características especiales, golpea la imaginación popular. Al trasmitirse oralmente, de generación en generación, se va modificando; llegando a veces a adquirir caracteres fantásticos.

Esta forma literaria está marcada por la naturaleza del lugar en que se origina. Su contenido tiene directa relación con la geografía, y con algún hecho real que, repetido y exagerado, integra el acervo folclórico.

La leyenda recorre los caminos y llega muy lejos de su lugar de origen. La imaginación popular va agregándole aventuras y desventuras que tienen que ver con las características de cada lugar por el cual pasa.

Algunas de las leyendas más conocidas en nuestro país son: Piratas en La Serena, El tesoro de sir Francis Drake, La Quintrala, Una ciudad sumergida y La Llorona, entre muchas otras.

Mitos chilenos

Cada zona de Chile tiene sus propios mitos. En el norte están La Cadena del Inca y el Barreterito (especie de duende que, en el fondo de las minas en receso, avisa a los mineros, con unos golpecitos que todavía existe una veta no explotada).

En el centro, sobresalen La Ciudad de los Césares, La Lola y La Mujer Larga (una mujer que sale de su tumba, en el cementerio de Paredones, a las doce de la noche. Su figura es muy larga, pero cuando alguien se le acerca, se achica y le crujen las enaguas. Al primer canto de gallo, vuelve a su sepultura).

Y en el sur, son conocidas: El Copihue "Rojo", El Río Damas y la Cascada del Velo de la Novia (en Peulla, provincia de Llanquihue, existe un salto de agua que se llama el Velo de la Novia. Se dice que si los enamorados beben tres sorbos de sus aguas, con fe y esperanza, se casarán).

Chiloé mítico

Una de las zonas más ricas en mitos y leyendas es la isla grande de Chiloé. La naturaleza, lluviosa y fría, el océano tormentoso y una vida sacrificada, es el marco en el que nacen las historias que, alrededor de una fogata, se cuentan y recuentan en noches de frío y tempestad. Dentro de las más conocidas se encuentran, el Trauco, la Pincoya, la Vaca Marina, el Gallo Culebrón y el Caleuche.

El Caleuche

Una de las tantas versiones de la leyenda del Caleuche, señala que es un buque que navega y vaga por los mares de Chiloé y los canales del sur. Está tripulado por brujos poderosos, y en las noches oscuras va profusamente iluminado. En sus navegaciones, a bordo se escucha música sin cesar. Se oculta en medio de una densa neblina, que él mismo produce. Jamás navega a la luz del día. Si casualmente una persona, que no sea bruja se acerca, el Caleuche se transforma en un simple madero flotante; y si el individuo intenta apoderarse del madero, éste retrocede. Otras veces se convierte en una roca o en otro objeto cualquiera y se hace invisible.

Sus tripulantes se convierten en lobos marinos o en aves acuáticas. Se asegura, que los tripulantes tienen una sola pierna para andar y que la otra está doblada por la espalda, por lo tanto andan a saltos y brincos. Todos son idiotas y desmemoriados, para asegurar el secreto de lo que ocurre a bordo. Al Caleuche, no hay que mirarlo, porque los tripulantes castigan, a los que los mira, volviéndose la boca torcida, la cabeza hacia la espalda o matándole de repente, por arte de brujería. El que quiera mirar al buque y no sufrir el castigo de la torcedura, debe tratar que los tripulantes no se den cuenta. Este buque navega cerca de la costa y cuando se apodera de una persona, la lleva a visitar ciudades del fondo del mar y le descubre inmensos tesoros, invitándola a participar en ellos con la sola condición de no divulgar, lo que ha visto. Si no lo hiciera así, los tripulantes del Caleuche, lo matarían en la primera ocasión que volvieran a encontrarse con él. Todos los que mueren ahogados son recogidos por el Caleuche, que tiene la facultad de hacer la navegación submarina y aparecer en el momento preciso en que se le necesita, para recoger a los náufragos y guardarlos en su seno, que les sirve de mansión eterna. Cuando el Caleuche necesita reparar su casco o sus máquinas, escoge de preferencia los barrancos y acantilados, y allí, a altas horas de la noche, procede al trabajo.

El Trauco

Posee un privilegio que se lo envidiarían seres de características tan vagas como el Chupacabras. Se sabe exactamente su altura: 84 centímetros. ¿Cómo? Tal vez su cercanía con los humanos, y en especial con las mujeres, ha permitido esa y otras certidumbres. Porque el Trauco, una transposición del viejo mito del fauno o sátiro, es sexista. A los hombres, les causa torceduras y otras deformaciones con las que, al parecer, venga sus propios defectos. Es bajo, contrahecho, de piernas cortas y chuecas que terminan en un remedo de pie sin talón ni dedos, lo que le hace cojear y le obliga a usar un bastón, el pahueldún, compañero inseparable que porta en la otra mano.

¿Y su relación con las mujeres?

Cuando encuentra a una mujer sola, su talante hostil y pendenciero desaparece para dar paso a la pasión. Para seducirla, no escatima promesas ni magias, como convertirse en un hombre joven y apuesto. Ahora, sí ese galán se parece a un chilote de carne y hueso, no es responsabilidad del Trauco.

La Pincoya

El folclor chilote está poblado de personajes míticos y de historias y leyendas de profunda raigambre popular. Entre éstos personajes, uno de los más famosos, son el Trauco, enano malvado que atrae y seduce a las mujeres jóvenes. También la Flura, el Millalobo, el Invunche, el Tacán, La Pincoya, el Ruende, La Viuda, la Voladora, el Camahueto, el Piguchén, el Balístico y el Cuchivilú, son entes que moran en la fantasía de la zona chilota. Sobre uno de estos míticos seres, la Pincoya, se cuenta lo siguiente: La Pincoya, es una sirena o ninfa que a veces anda acompañada por su marido, el Pincoy. Ambos son rubios. En algunas ocasiones, abandona el mar y va de excursión por lagos y ríos. Su misión es fecundar los peces y los mariscos bajo las aguas y de ella depende la abundancia o escasez de estos productos. Atrae o aleja de la costa a los peces y mariscos. Cuando un pescador ve de mañana surgir de las profundidades de las aguas a la Pincoya y ésta danza en la playa mirando hacia el mar extendiendo sus hermosos brazos, hay alegría en todos, porque éste baile es anuncio de pesca abundante. Si danza mirando hacia la costa, alejará a los peces. Si la Pincoya no favorece con pesca a un lugar, quiere decir que ha arrastrado la abundancia a otros más necesitados. Para ser favorecido por la Pincoya, es necesario estar contento; por eso los pescadores se acompañan de amigos o amigas alegres y reidores. Si pesca o marisca con mucha frecuencia en el mismo lugar, la Pincoya se enoja y abandona aquel frente, que luego queda estéril.

La Tradición del Diluvio: Ten-Ten y Cay-Cay

Hasta hoy, persiste entre los araucanos, la tradición de diluvio; pero los detalles se diferencian de una región a otra. Sin embargo, las diversas versiones coinciden en los puntos fundamentales. Se cuenta que, en tiempos remotos, hubo un gran diluvio o inundación, que los indígenas de la costa atribuyeron a una salida de mar, y los del interior, al derretimiento de grandes masas de nieve de la cordillera. Estos fenómenos se habrían producido por la voluntad de Cay-Cay, el espíritu de las aguas que, bajo la forma de una gran culebra, luchaba constantemente contra Ten-Ten, el espíritu de la tierra, también encarnado en otra culebra. Cay-Cay se propuso, finalmente, destruir la tierra con todos los seres que la poblaban, cubriéndola de aguas en toda su extensión. Pero, advertidos los hombres por Ten-Ten, se refugiaron en las altas montañas, lo que redobló la furia destructora de Cay-Cay. Las aguas siguieron subiendo de tal modo que Ten-Ten, se vio obligado a elevar la cumbre de las montañas, hasta las cercanías del Sol, lo que produjo la muerte por insolación de mucha gente. Agotada la provisión de agua de Cay-Cay, éste tuvo que retirarse bramando de despecho y de rabia, mientras las aguas comenzaban a bajar. Del diluvio, se salvaron los fundadores de todos los linajes mapuches conocidos. Otros hombres, que deseaban permanecer en la llanura, pidieron a Ten-Ten los preservara de las aguas convirtiéndolos en peces, anfibios, y rocas, y no recuperaron su forma humana. A veces, sin embargo, salían del mar en busca de las indias que iban a las playas

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