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Nuevo presidencialismo.


Enviado por   •  7 de Junio de 2016  •  Trabajos  •  3.059 Palabras (13 Páginas)  •  197 Visitas

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Universidad Autónoma de Sinaloa

Unidad Regional Zona Norte

Facultad de Derecho y Ciencia Política

Trabajo Final de la Materia: Sistema Político Mexicano

¿Un nuevo presidencialismo?

Alumno: Juan Eliu Plomozo Valdez

Profesor: Dr. Pedro Cázares Aboytes

Los Mochis, Sinaloa. Junio de 2016


¿Un nuevo presidencialismo?

Juan Eliu Plomozo Valdez; 2-01, Ciencia Política

Mucho se ha hablado desde que el PRI ha regresado a Los Pinos, de un retorno con ello de las viejas prácticas del presidencialismo arcaico del siglo XX. Se habla en la prensa y en la opinión pública de una tendencia en el gobierno a regresar a la centralización y a la fuerte concentración del poder político en el ejecutivo. Es una realidad que, desde los ojos de la sociedad, se sigue asociando al partido actualmente gobernante con el autoritarismo gubernamental, con aquella época en la que prevaleció, hegemónica e incontestable, la figura presidencial en la cúspide del poder político nacional. Se le sigue identificando con un gobierno en el que la figura presidencial se imponía no sólo en el área propia del Ejecutivo, sino sobre los otros Poderes de la Unión, en los estados de la República y aún en el destino de los municipios, con una voluntad exacerbada.

¿El regreso del PRI al gobierno se puede interpretar como un retorno del presidencialismo o es necesario hablar de un nuevo presidencialismo? Intentaremos responder esa cuestión en este trabajo, a través de lo que han opinado expertos en el tema sobre el presidencialismo de antaño, y lo que el contexto actual nos muestra.

Antes de continuar debemos aclarar algo. México constitucionalmente tiene un gobierno presidencialista, caracterizado por un poder ejecutivo fuerte; en contraste con un sistema parlamentario, donde es el legislativo el poder que presenta cierta supeditación por encima del ejecutivo. Sin embargo, la fortaleza del ejecutivo en el caso mexicano no se debe tanto al arreglo constitucional como a un proceso histórico, político y cultural muy específico. Por lo que siempre que hablamos en este trabajo de presidencialismo, lo haremos refiriéndonos al fenómeno que se presentó en México durante el siglo XX, más que a su forma de gobierno.

Presidencialismo y consolidación del Estado mexicano.

Lo cierto es que aquel fenómeno del siglo XX deber ser analizado desde la perspectiva de su contexto histórico. Autores como Lorenzo Meyer (2000) sugieren que, a partir de 1940, la figura del presidente se convirtió en determinante para la actividad política y la manera en que se conducían los sucesos en la esfera pública nacional. Al ubicarnos temporalmente, encontramos en esos años la transición de la figura del presidente-caudillo, con una fuerte autoridad personal y carismática; a una figura más institucional, apoyado en una fuerte máquina burocrática y una férrea organización social corporativa[1].

Por su parte, Arnaldo Córdova, al hablar del fenómeno, lo considera una superación del caudillismo revolucionario. El presidencialismo es la etapa de “modernización del país”, en el que el gobierno que surgió de la revolución adquiere fortaleza política e institucional[2]; ello consolidó un Estado que había transcurrido las últimas décadas en la inestabilidad, devastado por la guerra entre los líderes militares que se disputaban el control político del país.

El nuevo poder, sigue Córdova, debía fundamentarse en las instituciones (no en el hecho, como ocurría durante el caudillismo), el presidente se convierte en una institución, una figura impersonal por encima de los nombres propios.

Este presidencialismo constitucional surge — a los ojos de Córdova — por la circunstancialidad del caudillismo. Esto lo explica como producto de la conciencia del Presidente Calles (quien se erigió como jefe máximo de la revolución) de que el sistema que primaba en sus tiempos no podría garantizar, ni prolongar, su propia permanencia en el poder, aludiendo a los asesinatos perpetrados a Carranza y Obregón. Ello “obligaba a pensar en una rápida institucionalización del poder personal (…) era necesario eliminar el caudillismo y sentar bases muy amplias, pero de la mayor firmeza posible, del poder institucional.”[3]

La figura del presidente.

Hasta aquí hemos señalado que el presidencialismo surge en México en la década de los 40´s como una medida institucional para fortalecer y consolidar al estado post-revolucionario. Como lo dice Meyer, la presidencia constitucional de México fue “resultado y culminación de la revolución mexicana”. A partir de allí es cuando surge el mito revolucionario, y la institución presidencial se convierte en el eje de la política nacional.

Existe aún la discusión sobre qué tan prominente era esa figura, y si en realidad ejercía un poder absoluto, o, por el contrario, como aduce Soledad Loaeza (2013) a manera de hipótesis, el poder ejercido por los presidentes institucionalizados era más bien un juego de restricciones y concesiones entre agentes a nivel interno y externo. Loaeza sostiene que el poder del presidente no era tan omnímodo como la creencia popular nos dice.[4]

Loaeza identifica ciertas restricciones políticas y económicas externas, a raíz de las cuales el presidente veía limitada su capacidad de acción. Por ello, propone, estudiar a la figura presidencia desde lo que no podía hacer complementaria y enriquecería el análisis.

Más allá de esto, debemos señalar también que la institucionalización del poder público, así como la corporativización del Estado en los frentes obreros, sociales, campesinos y militares, fortaleció el régimen; y, asimismo, permitió la concentración y mejor manejo, del poder que se había dispersado durante las pugnas de poder en la post-revolución. El surgimiento del mismo Partido Nacional Revolucionario, luego de la Revolución Mexicana, finalmente Revolucionario Institucional fue lo que la institución presidencial necesitaba para formalizar un poder de facto ya existente.

No obstante, lo que dice Loaeza, es una realidad que la constitución de 1917 (como argumenta Meyer) le da al titular del ejecutivo amplias facultades. Además de esto, es de tomar a consideración el análisis de Jorge Carpizo, según el cual el presidente atraía para sí, en la práctica, un sinnúmero de facultades que la misma no contemplaba. Es así como Carpizo introduce el término de las facultades metaconstitucionales, entre las que destaca, la facultad para elegir a su sucesor, e imponer a los candidatos ganadores a los gobiernos de los estados. Facultades que fue perdiendo como resultados de las crisis del régimen autoritario.

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