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PLAN DE CONVIVENCIA Y PREVENCIÓN DE LA VIOLENCIA ESCOLAR


Enviado por   •  11 de Mayo de 2014  •  1.261 Palabras (6 Páginas)  •  388 Visitas

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II. Presentación

El presente trabajo tiene la intención de presentar una alternativa viable que permita trabajar, prevenir y evitar la violencia a interior del Centro de Atención Múltiple número 77 ubicado en la cerrada campo encantado sin número colonia ampliación petrolera delegación Azcapotzalco DF

Las estructuras familiares que se encuentran en este grupo son las siguientes

El 66.4% de las Familia está conformada por padre y madre y hermanos

El nivel socioeconómico que predomina en este grupo es bajo ya que el 33.6% son madres y padres solteros laborando en fabrica percibiendo el salario mínimo, mientras que el 16.6% de las familias el ingreso económico es apoyado por ambos padres (trabajando en el Gobierno Federal). 41.5% de las madres de familia se dedica al hogar. La mayoría de las familias se involucran y preocupan por el desarrollo integral de sus hijos ya que los menores asisten regularmente (en caso de inasistencia los padres de familia presenta justificante) los alumnos no presentan rasgos de desnutrición, los padres no han mostrado problema en cuanto a la adquisición de materiales.

Los padres de familia alcanzan a cubrir las necesidades como: alimentación, servicio de salud, vestido y calzado así como el transporte público para llegar a la escuela.

Las familias en general tienen conocimiento de la discapacidad que presentan sus hijos brindándoles los apoyos que requieren, así mismo se encuentran informados sobre las políticas y prácticas educativas de manera general.

III. Justificación

Al interior del plante se observan poca violencia, existen accidentes pero no la intención de agredir, los golpes que se dan, mordidas, manoseos, etc… no pasan de ser ocasionales y sin la intención de humillar, disminuir, someter o lastimar al otro.

Las cualidades y características propias de los alumnos de un centro de educación especial hace que el bullying sea una practica poco probable, pero eso no quiere decir que no pueda haber, berrinches o que se tenga un mínimo autocontrol lo que puede llevar a situaciones violentas.

Ante esta realidad se pueden diseñar múltiples actividades que prevengan contactos violentos o no apropiados durante el tiempo que estén en el aula.

Este trabajo intenta proponer acciones, actividades que ayuden al desarrollo integral de los miembros de la comunidad y así contribuir en la consolidación de las competencias para la convivencia. “Implican relacionarse armónicamente con otros y con la naturaleza; comunicarse con eficacia; trabajar en equipo tomar acuerdos y negociar con otros; crecer con los demás; manejar armónicamente las relaciones personales y emocionales; desarrollar la identidad personal; reconocer y valorar los elementos de la diversidad étnica, cultural y lingüística que caracterizan a nuestro país”.

IV. Fundamentación

No hay duda de que la calidad de una escuela debe medirse, entre otras cosas, por su clima escolar, las condiciones de convivencia entre todos los miembros de la comunidad, la capacidad que tenga toda la organización para construir relaciones de solidaridad, respeto y valoración entre todos y todas y, por supuesto, el desarrollo de modelos de dirección que propicien la participación sin poner en riesgo el ejercicio legítimo de la autoridad.

Francisco Cajiao.

Nadie puede aprender si teme por su seguridad, su integridad personal o simplemente por sus bienes. Habitualmente aparecen en los medios de comunicación algunas escuelas donde la violencia toma formas extremas, tanto por parte de la institución (castigos físicos, sadismo) como de los alumnos (chantajes, agresiones, extorsiones, violaciones). Esta violencia sale en portada, fascina y asusta. Las escuelas todavía protegidas se preguntan por cuánto tiempo. Cuando se proyectó Semilla de maldad, en los años sesenta, podíamos decir que esto sólo ocurría en los guetos americanos, con adolescentes abandonados a su suerte. Hoy en día, afecta a todos los países desarrollados y el grupo más violento son los preadolescentes de entre 11 y 13 años. En las afueras, pero también en algunas pequeñas ciudades muy afectadas por el paro, la droga, el alcohol y los problemas, las autoridades están inquietas por una verdadera delincuencia, y se instauran dispositivos policiales y judiciales en el corazón del universo escolar.

Quizás se ha llegado hasta aquí por no haber visto que la violencia está en estado latente en la relación pedagógica, en cuanto hay relación de fuerza, y en la convivencia en una institución escolar, en cuanto no se reconoce a todo el mundo los mismos derechos o no se asegura el respeto de estos derechos. Cuando algunos alumnos temen cada día que otros más fuertes les roben su dinero, sus cosas o su chaqueta, la violencia ya está allí, todavía más indignante porque los culpables a menudo quedan impunes. No se presta la atención suficiente a la seguridad de los bienes personales como indicador de vínculo social.

Evidentemente, la solución no es volver a la ley del talión o a una represión propia de las sociedades más totalitarias, por otro lado, extremadamente violentas. Se trata de restablecer, lo que llaman la «Ley», con mayúscula, es decir, la prohibición de la violencia, que sólo permite la vida en sociedad. La competencia de los profesores será entonces instaurar la «Ley», no como el sheriff instaura la no violencia mediante la amenaza de una violencia legítima, sino mediante el libre consentimiento, el reconocimiento del hecho de que la vida sería insoportable si cada uno fuera el enemigo de todos. En resumen, mediante un redescubrimiento del contrato social de Rousseau. Se puede temer, por desgracia, que la demostración resulte complicada frente a públicos escolares difíciles.

La prohibición de la violencia provoca una reacción de incomprensión o diversión, algunos jóvenes la entienden como una norma procedente de otro planeta, que se refiere a un juego social que ya no tiene valor legal en el mundo donde viven. Durante mucho tiempo, la educación moral ha trabajado en la dificultad de instaurar principios que los niños y los adolescentes compartían, incluso cuando los transgredían. Los delincuentes adultos condenados por varios delitos aceptan a menudo la ley y el juicio. Hoy en día, con las nuevas generaciones, esto ya no es así. ¿El respeto por la vida humana? ¡Algunos adolescentes no le dan mucha más importancia que a un prohibido fumar! Para no llegar a esta situación, no les basta a los educadores con descubrir América, recordarla «Ley». Es preciso construirla a partir de nada, ahí donde ya no hay herencia, ni evidencias compartidas. Por esta razón, luchar contra la violencia en la escuela es en primer lugar hablar, elaborar de forma colectiva el significado de los actos de violencia que nos rodean, reinventar reglas y principios de civilización. Si la violencia es el verdadero problema, entonces hace falta situarla en el corazón de la pedagogía (Pain, 1992). Anunciar algunas reglas de buena conducta y recordarlas de vez en cuando es una respuesta ridícula.

La violencia puede definirse de muchas maneras, según quién lo haga y con qué propósito. La Organización Mundial de la Salud define la violencia como: El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. La definición comprende tanto la violencia interpersonal como el comportamiento suicida y los conflictos armados. Cubre también una amplia gama de actos que van más allá del acto físico para incluir las amenazas e intimidaciones. Además de la muerte y las lesiones, la definición abarca también las numerosísimas consecuencias del comportamiento violento, a menudo menos notorio, como los daños psíquicos, privaciones y deficiencias del desarrollo que comprometan el bienestar de los individuos, las familias y las comunidades.

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