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ositapolar2624 de Abril de 2013
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“La mente asocia el aprendizaje en la medida en que se asimila lo que se está escuchando y entendiendo, fruto del lenguaje aplicado”.
El lenguaje es una parte importante de nuestra vida y la aplicamos todos los días cuando interactuamos con la primera persona que nos dirija la palabra, si quieres trasmitir información a cierto tipo de gente tienes que relacionar un poco tus ideas con las ideas de las personas a que va dirigido, de otra manera la gente podría malentender el mensaje que quiero trasmitirles causando así un problema que tal vez me beneficie o me perjudique.
Con esto puedo concluir que es muy importante el lenguaje que quieres transmitir, más siendo una persona que trabaja en trasmitir información en caso de los reporteros y periodistas.
La educación es un hecho social que, en última instancia, busca proveer al ser humano de los medios necesarios para que pueda enfrentarse con éxito a la vida.
En ese contexto, al futuro ciudadano desde la más temprana edad se le prepara no solo para que más tarde sea un buen alumno o aprovechado estudiante, sino para que desarrolle todas sus potencialidades y pueda convertirse en una persona adaptada, útil y equilibrada, en suma: feliz. Cuanto antes empiece este aprendizaje, mejor.
Dentro de la escala animal, el ser humano es quizás el más indefenso de todos. A diferencia de los otros seres que, instintivamente y casi de inmediato, luego de nacer, se hallan en condiciones de valerse por sí mismos, el hombre necesita someterse a un lento proceso de aprendizaje, a través del cual va aprendiendo a comer, a hablar, a caminar y a ejecutar casi todas las actividades indispensables para la vida.
Parte de tal aprendizaje, lo lleva a efecto por experiencia personal o idiosincrasia; muchas otras cosas se aprenden por imitación, por influencia del ambiente o el proceso de enseñanza inconsciente o deliberado.
La concepción clásica o tradicional de la educación, orientó los sistemas y servicios de esta índole a la atención, preferente o casi exclusiva, de la esfera intelectual, descuidando otra fundamental que guarda estrecha relación con el equilibrio entre lo biopsicomotor y el intelecto: la socio-emocional.
¿De qué habría haber invertido 15 años o más en “educar” a un hombre que podría terminar convertido en un erudito, especialista en un campo del conocimiento, pero incapaz de pensar por sí mismo y de atreverse a actuar con iniciativa, o expresar lo que siente y lo que piensa, sin reservas ni ataduras de ningún tipo?
La educación tradicional, pues, basada en una mal entendida disciplina y en retardatario régimen de autoridad o jerarquía al nivel de escuela y de hogar- sólo ha servido para poblar un mundo de hombres y mujeres sumisos, castrados intelectual y moralmente; atados para siempre, a las cadenas de una dependencia total: con esquemas mentales antiguos y patrones de conducta íntimamente ligados al qué dirán y a la mojigatería.
“Educar dejando aparte la primera edad de la vida no es ni siquiera formar; educar es liberar. Liberar de los instintos y de las escorias que el atavismo y la herencia han depositado en nosotros. Más aún: educar es desprender de uno mismo, es mostrar al niño el camino sobre el cual un día tendrá que marchar solo, para ir, si es posible, más lejos y más alto que el lugar donde nos detuvimos”.
Una educación liberadora, en consecuencia, debe buscar hacer del niño una persona libre y responsable; transformar al pequeño e indefenso animalito que llora en la cuna, en un ser humano, en una persona moral, con carácter y conciencia, capaz de actuar con iniciativa y responder inteligentemente ante cualquier eventualidad que le ofrezcan en el mundo y la vida.
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