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Pede y el patLos "grandes mexicanos"

juanmanuel70Tesis12 de Febrero de 2013

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que es el pede y el patLos "grandes mexicanos"

Posted: 11 Feb 2013 05:28 AM PST

El comercial aparece con frecuencia en televisión y en radio. Por la televisión podemos asomarnos a un salón de clase. Libros en un estante, el pizarrón repleto de sumas, un globo terráqueo, cartelitos que invitan a leer. La maestra, muy sonriente, pasa lista, aunque, curiosamente, no sigue el orden alfabético. Los niños, peinados y bien sentaditos, responden a la maestra levantando la mano y diciendo “Presente.” Pero este salón no es cualquiera: es el aula donde estudian los personajes del mural de nuestra historia. La infancia de estos héroes es simultánea. La profesora empieza con la primera en la lista: “Ortiz, Josefa”, y una niña que aún no ha conocido al señor Domínguez, responde: “Presente.” Después vendrán Hidalgo Miguel, Juárez Benito, Vicario Leona, Zapata Emiliano, Madero Francisco, Morelos José María. Todos, vecinos de pupitre. La voz del narrador explica lo que vemos: “Para que todos nuestros niños tengan la posibilidad de convertirse en grandes mexicanos, partidos políticos, legisladores y el gobierno de la República ponen en marcha la reforma educativa.”

El anuncio es impecable. Una eficaz promoción de la reforma educativa del gobierno. Los nombres de bronce, al referirse a niños, se transforman en algo cercano, entrañable. La voz de esos alumnos que serán famosos se entrelaza con el mensaje oficial que publicita la reforma del sistema educativo. Una buena pieza de propaganda. No me llama la atención la selección de personajes: los tres momentos épicos de la historia mexicana, representados por sus figuras emblemáticas. Héroes de la independencia, Benito Juárez como héroe solitario de la Reforma y un par de mártires de la Revolución. Todo muy consensual como es el tono del momento: cuota de mujeres, ídolos de la izquierda y de la derecha. Lo que me resulta interesante es que los publicistas hayan identificado a los “grandes mexicanos” con los políticos. Al parecer, los buenos mexicanos han de dedicarse a la política: si matan y mueren por ella, mejor. En el salón de la sincrónica infancia del heroísmo hay sólo espacio para quienes se dedicaron a la lucha por el poder: presidentes o rebeldes; reformadores o revolucionarios; estadistas o insumisos. Políticos.

Se trata, por cierto, de políticos involucrados, de un modo u otro, con la guerra, es decir, con la muerte. Independencia a través de las armas, democracia a través de las armas, justicia a través de las armas. Los niños estudiosos que se convertirán en el símbolo de los “grandes mexicanos,” pasarán a la historia, no por lo que aprendieron en ese salón de clases sino porque aprenderán a matar, porque un buen día se arriesgarán a morir. El patriotismo que asociamos con su vida está escrito en clave dramática: dar la vida por México, quitar la vida por México. El gobierno insiste en la devoción por los héroes, esos monstruos que admiramos.

El espot es, desde luego, intrascendente, pero no deja de ser revelador. Es una estampa de una de las más siniestras afecciones de nuestro tiempo: la idolatría política. La presunción de que esa esfera, la esfera de la política, es moralmente superior a cualquier otra, que es la única plataforma del servicio, que es la vasija de lo nacional. La política deja de ser una de las muchas órbitas de la cultura para ser el recipiente de la vida social, su representación máxima, su propósito. El poder grita en todas las plazas del país cada 15 de septiembre que la patria es el regalo de los héroes. Por eso nosotros, masculla la clase política, somos los custodios de ese obsequio envuelto en sangre. La política se presenta así como el ideal, como único ideal de la nación. Al hacerlo, el poder desprecia todo lo que escapa a su vocabulario, su mecánica y sus fantasías. No importa si sueña con la redención

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