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Perder El año O Una Generacion


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2013  •  2.397 Palabras (10 Páginas)  •  198 Visitas

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¿PERDER EL AÑO O UNA GENERACION?

Texto creado por docentes

Reportaba El Tiempo en su edición del 26 de agosto de 2010 que “el 30% de estudiantes va perdiendo el año escolar”. La razón aducida es el cambio en la evaluación, o en otras palabras el advenimiento de la exigencia académica a una generación de estudiantes que desconocía esta palabra en la práctica.

Esta cifra aunque preocupante (en el colegio donde laboro el porcentaje es mucho mayor) no lo es tanto como la declaración hecha por Jaime Naranjo, subsecretario de Calidad y pertinencia a El Tiempo: “Estamos muy sorprendidos porque encontramos que el 30% de los niños está reprobando y eso sería una catástrofe porque ellos van a abandonar la escuela o van a ser señalados de fracaso escolar”.

Sin embargo, para la mayor parte de maestros esto no es una sorpresa. Desde el 2009 muchos maestros advertían que el cambio del 230 en el que se obligaba a promocionar estudiantes con 6 u 8 materias perdidas para no sobrepasar el 5% de repitencia crearía un choque en el primer año de su implementación. Esta predicción se vio reforzada a medida que avanzaba el 2010. Pues los estudiantes seguían dejando todo para última hora y aprender nunca fue la prioridad para la mayoría.

La catástrofe de Naranjo no es tan grande como que ha venido ocurriendo en la última década por la cultura de la mediocridad que vino de la mano del decreto 230. El rector de la Javeriana Joaquín Sánchez S. J hablaba de la verdadera catástrofe en el ADN del 15 de julio: “Yo tengo una crítica sobre la situación del programa de cobertura del Gobierno. Ha sido una intensión muy loable que tengo que aplaudir, ´pero ojo: la calidad de los estudiantes que llegan nos preocupa muchísimo. Tienen problemas de lectoescritura y en matemáticas, y la universidad tiene que soportar a veces las deficiencias de un mal bachillerato”.

Una situación que llevó que durante la vigencia del 230 se hicieran promociones de estudiantes de muy mala calidad. Recuerdo como encontré en grado 11, en el año 2008, un estudiante que no sabía las tablas de multiplicar ¿cómo pretender entonces que hiciera un cálculo estequiométrico en química? Pero este no es un caso aislado, tras una encuesta que hice la mayor parte de esa promoción no podía distinguir entre un adjetivo y un sustantivo ¿cómo pretender entonces que aprendieran algo de inglés? No obstante así perdieran cuatro, cinco o seis materias tenían que ser promocionados. Si se pasaba del 5% inmediatamente el CADEL vendría a recordar lo que la ley decía.

Así pues la ley del menor esfuerzo se convirtió en parte de la idiosincrasia de la juventud colombiana. Lo peor era que año tras año los estudiantes aplicados eran menos ¿para qué me esfuerzo si fulano que nunca hace nada también pasa? Decían con más frecuencia los estudiantes. Así empezó un descenso en la exigencia. De leer varios libros al año se pasó a solo uno, luego a unos ensayos, y ya presentar una lectura de más de una página era “darse garra”

Pero volvamos a las palabras del señor Naranjo. Él nos dice que los reprobantes “abandonaran la escuela o serán señalados” Pues esto depende también de los padres. Más de uno de los adultos actuales en algún momento del pasado perdió un año, y esto no significó la muerte o la pérdida de un órgano vital. Es más muchos agradecen este hecho porque les hizo reflexionar y cambiar en su actitud y compromiso. Respecto a la deserción es importante tener en cuenta que medir la calidad solo en términos de cobertura y permanencia está generando promociones de estudiantes que pasaron por la escuela, pero esta nunca pasó por su cerebro.

Muchas veces los funcionarios de la educación o los legisladores –como los que aprobaron el 230- que están muy alejados de un aula a diario dicen, hacen y ordenan sin tener en cuenta que con exigencia hay excelencia. Recuerdo como hace pocos días una delegada de Cuba que venía a colaborar en nuestro colegio con un curso piloto asistió a ver una clase. Con antelación le pedimos que asistiera sin presentarse a los estudiantes como una delegada extranjera. Antes de mitad de año, con otros delegados los estudiantes se portaron como ángeles cuando se les avisó que una comisión cubana acompañaría una clase.

En esta oportunidad la delegada entró acompañando a la maestra como si fuese una madre que buscaba cierta información. La diferencia fue monumental, Vio de primera mano la irreverencia, matoneo, grosería y demás. El modelo de clase cubano, que en el papel funciona perfectamente se vio interrumpido por las reiteradas interrupciones de una pelea en vivo, el matoneo de otros, y el irrespeto de unos pocos que no pueden retirarse del aula porque "se les atenta el derecho a la educación", aunque ellos, con su actitud, se lo niegan al resto de la clase. La profesora cubana salió del aula como los docentes colombianos. Estresada, desanimada por no poder haber alcanzado los objetivos pedagógicos trazados para ese día. Tras hablar con ella me dijo “en mi vida jamás había visto tanta grosería. Esa falta de respeto por el maestro no ocurre en Cuba”

Con la ayuda del modelo cubano se busca mejorar los aprendizajes en el aula. Pero esto de poco sirve si no se le da al maestro y a la escuela herramientas – o dientes – con los cuales exigir respeto y condicionar la permanencia. Espero que la retroalimentación de la experiencia de esta maestra llegue a oídos de los que toman decisiones.

Hay un matrimonio que ha generado resultados perversos en la educación colombiana. Priorizar la permanencia y cobertura con hacer valer solo los derechos de los estudiantes, sin hacer énfasis en los deberes. Esto ha llevado a que los estudiantes se han vuelto altaneros, groseros y nada se pueda hacer.

Las reflexiones sobre los valores se siguen haciendo, pero no importa si el estudiante consume droga y la expende dentro del colegio con conocimiento de todos. Tal jíbaro no puede retirarse del sistema porque se le vulnera su derecho a la educación, y así tenga su debido proceso solo basta una decisión de alguien tras un escritorio para obligar a reintegrar a tal sujeto.

Los resultados de esto se evidencian a diario. Viene a mi mente la agresión física de varios estudiantes a los maestros de su colegio en el Centro Educativo Distrital José María Vargas de la Localidad de Ciudad Bolívar el pasado junio. Cuatro maestros resultaron heridos y varios más amenazados. Si las secretarias de educación creen que quitarle dientes a la disciplina escolar es una enseñanza para la vida, bien podría el gobierno eliminar todo tipo de multa y comparendo a las faltas de tránsito en aras al derecho a movilizarse.

¿Qué resultaría

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