Pesadillas Y Terrores Nocturnos
valevalitos13 de Enero de 2014
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Las pesadillas y terrores nocturnos
Las pesadillas y terrores nocturnos son sueños que pueden llegar a tener un grado de complejidad si no son controlados, para evitarlos hay que sobretodo llevar un buen horario para dormir y evitar el ver películas o libros si el estado emocional no es muy bueno.
Una pesadilla es un mal sueño. Puede hacerte sentir miedo, ansiedad o desconcierto, pero las pesadillas no son reales ni pueden hacerte daño.
Cuando duermes, tu cerebro no se apaga sino que sigue funcionando. Atraviesa diversas fases de sueño, incluyendo el sueño REM. ¿Por qué se llama así? Porque durante esta fase, los ojos se mueven de un lado a otro debajo de los párpados. Durante el sueño REM, se tienen sueños y a veces estos sueños pueden ser aterradores o inquietantes.
Aproximadamente cada 90 minutos, el cerebro alterna entre el sueño no REM y el y el sueño REM. La cantidad de tiempo que dura el sueño REM va aumentando en cada ciclo de sueño a lo largo de la noche. Los periodos más largos de sueño REM ocurren hacia la mañana. Si te despiertas durante esta fase REM es más fácil que recuerdes lo que estabas soñando. Es por eso que tus sueños y tus pesadillas más vívidos ocurren en las primeras horas de la mañana.
Una pesadilla es un mal sueño que generalmente causa miedo y ansiedad. Las pesadillas ocurren generalmente a una temprana edad más o menos cuando tenemos unos 4 años en adelante, para controlar las pesadillas hay que tomar medidas como por ejemplo no ver películas o libros de miedo por las noches y evitar que los problemas y el estrés esté presente en nuestras vidas. Las pesadillas pueden causar problemas sobre todo con el sueño y esto hace que se produzcan otros trastornos si estas son muy frecuentes. Al igual que las pesadillas también pueden haber trastornos nocturnos; estos son en menor concurrencia pero con un grado de temor así igual a las pesadillas.
¿Por qué ocurren las pesadillas?
Según los expertos, las personas tienen pesadillas por uno de los siguientes motivos:
• un estado emocional débil,
• un recuerdo - consciente o subconsciente - de un acontecimiento traumático,
• un factor externo (por ejemplo, el ruido que hace la calefacción o aire acondicionado al apagarse todas las noches) del que las personas no son conscientes pero que detecta su cerebro, produciendo un cambio brusco en su sueño.
una personalidad caracterizada por ansiedad, inseguridad o nerviosismo.
Las cosas estresantes que ocurren durante el día pueden convertir los sueños en pesadillas. Las pesadillas pueden ser una forma de liberar las tensiones diarias. Esto suele significar enfrentarse a cosas que la mayoría de los niños tienen que afrontar antes o después: problemas en casa, problemas en la escuela y el estrés originado por el deporte o los trabajos escolares. Algunas veces, los cambios importantes, como mudarse de casa o la enfermedad o muerte de un ser querido, pueden provocar estrés que genera pesadillas.
Otra cosa que puede provocar pesadillas es ver películas o leer libros de miedo, especialmente antes de irse a dormir.
A veces, cuando estás enfermo, sobre todo con fiebre alta, puedes tener pesadillas. Cierto tipo de medicamentos también puede provocar pesadillas. Informa a tus padres y a tu médico si notas que estás teniendo más pesadillas desde que empezaste a tomar un nuevo medicamento.
Pero a veces puedes tener pesadillas sin ningún motivo.
Diferencias entre Pesadilla y Terror Nocturno
PESADILLAS TERRORES NOCTURNOS
Normalmente el niño se despierta durante el episodio y recuerda el contenido del sueño. A pesar de que puede incorporarse de la cama e incluso llorar o gritar, resulta muy difícil despertarle. No recordará nada.
Los contenidos del sueño recordados son muy elaborados. Contenidos inexistentes o muy vagos del episodio.
Durante los episodios no suelen aparecer movimientos ni vocalizaciones ya que no existe tono muscular. En el caso de que aparezca alguna palabra o grito indica el final de la pesadilla. Pueden aparecer verbalizaciones y/o vocalizaciones por la presencia de tono muscular.
Al despertarse: sensación de miedo y ansiedad asociadas al recuerdo de las imagenes oníricas. Se experimenta una intensa ansiedad con gran activación autonómica.
Aparecen en la fase de sueño REM. Aparecen en el sueño No REM.
Suelen darse en la segunda mitad de la noche. Se dan en la primera mitad de la noche.
Inicio entre los 3 y 6 años. Inicio entre los 4 y 12 años.
Suelen remitir a medida que el niño se hace mayor. Suelen desaparecer con el tiempo y normalmente no precisan tratamiento farmacológico.
Los Terrores Nocturnos
Los denominados Terrores Nocturnos son menos frecuentes que las pesadillas, no obstante, tienen también una alta incidencia en la población infantil.
Durante el episodio es habitual que el niño se siente bruscamente en la cama y comience a gritar y llorar con una expresión facial de terror y signos de intensa ansiedad. A diferencia de lo que sucede en las pesadillas, no suele despertarse fácilmente a pesar de los esfuerzos de otras personas que tratan de sacarlo del trance desagradable. Si finalmente se consigue, el niño se muestra confuso, desorientado durante unos minutos y con una cierta sensación de temor pero no tan acusado como en el caso de las pesadillas. No hay recuerdo del sueño y si no se ha despertado totalmente vuelve a dormir inmediatamente sin recuerdo de lo sucedido al día siguiente.
Según DSM-IV, la prevalencia de los terrores nocturnos en población infantil es de 1-6%, siendo más frecuente en niños.
Normalmente se inicia en niños de edades comprendidas entre 4 y 12 años, remitiendo espontáneamente durante la adolescencia.
Los terrores nocturnos suelen aparecer en las fases 3 y 4 del sueño No REM, normalmente en la primera mitad de la noche.
Los niños con terrores nocturnos no presentan una mayor incidencia de trastornos mentales o psicopatológicos que la población general a diferencia de lo que se suele observar con población adulta. La tensión emocional y la fatiga parecen incrementar la aparición de estos episodios. Hechos traumáticos recientes (hospitalizaciones, separación de la madre, muerte ser querido, etc.) son factores de riesgo que pueden desencadenar y mantener los episodios.
Algunos autores defienden un componente hereditario en los terrores nocturnos e incluso se apuntan factores genéticos (el 96% de los sujetos de un estudio con terrores nocturnos tenían familiares en primer, segundo o tercer grado con el trastorno). Sin embargo, esto no debe minimizar la influencia de los factores externos o ambientales como el estrés, cuya presencia se asocia de forma muy evidente con algunos de estos episodios.
Controlar los terrores nocturnos
Es importante establecer claramente el diagnóstico diferencial con las pesadillas comentadas anteriormente ya que se trata de trastornos diferentes pero que se expresan en el mismo ámbito: el sueño.
En los casos leves, que son la mayoría, los padres deben adoptar una actitud tranquila y de conocimiento del trastorno. Durante los episodios simplemente tienen que vigilar que el niño no se caiga de la cama o sufra cualquier daño físico derivado de su incorporación de la cama y su estado (recordemos que el niño no está despierto).
-No hablarle ni intentar despertarle.
-Hay que esperar a que el episodio siga su curso natural pero bajo nuestra vigilancia.
Tanto en los terrores nocturnos como en las pesadillas es necesario valorar la conducta del niño durante la vigilia. Considerar si existen problemas en la escuela u otro ámbito que puedan estar influyendo en el mismo. De confirmarse la existencia de dichos factores externos, debería actuarse sobre ellos a fin de solucionar el problema.
Pueden también ser necesarias la aplicación de técnicas que enseñen al niño a afrontar los sueños que le provocan ansiedad. Se puede entrenar la relajación o hacer que el sueño pierda su carácter amenazante. Hay niños que desarrollan la capacidad de desconectar o finalizar el sueño cuando éste pasa a ser amenazante (son conscientes de que estan soñando pese a estar dormidos).
Otra técnica muy efectiva consiste en despertar al niño antes de la hora en la que habitualmente aparecen los episodios (en la primera mitad de la noche). Esto requerirá la observación previa durante varios días para poder establecer el momento aproximado en que se produce. Con esta acción se corta el ciclo del
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