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SAN LUIS ORIONE: LA EDUCACION CRISTIANA DE LA JUVENTUD.

sigmarielaApuntes13 de Octubre de 2016

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 SAN LUIS ORIONE: LA EDUCACION CRISTIANA DE LA JUVENTUD1.

1 Fornerod, Fernando; Coronel Fernanda, Marrone, Trinidad (2008): La Educación Cristiana de la Juventud. Edición crítica de la carta de San Luis Orione sobre la educación cristiano paternal. Editorial Agape Bs As.

Lic. Estela Maris Valenzuela.

El presente trabajo en primer lugar, intenta identificar las lecciones que se desprenden de la famosa carta escrita por San Luis Orione desde Victoria, Buenos Aires el 21 de febrero de 1922, dirigida a sus hijos del Colegio S. Gerardo de Mar de Espanha en Brasil, considerando que las mismas constituyen orientaciones pedagógicas para la verdadera formación de hombres cristianos a partir de un estilo educativo propio, denominado sistema cristiano-paternal.

En una segunda parte del texto, se realiza algunas reflexiones acerca de la pedagogía orionita con el objeto de sumar a los actuales debates en relación a la formación de la juventud, de re-significar la intervención del docente, repensar la arquitectura de las clases, producir una reflexión sistemática y organizada sobre el ser docente, el estilo docente, la enseñanza como apostolado en el contexto de las instituciones educativas religiosas.

Por último, se realizan algunas reflexiones finales a manera de conclusiones siempre provisoras, dejando la puerta abierta para transitar el camino de la formación cristiana de la juventud educando profundamente el espíritu y católicamente la VIDA.

Todo en su carta es valioso y contiene un alto poder de transferencia práctica, frente a ello, hago la advertencia de que pude haber omitido alguna recomendación específica que podremos a la manera de Don Orione revisarla, retocarla y agregar lo que falta.

Lecciones básicas 2


SERVIR y AMAR a Nuestro Señor Jesús y a su Iglesia en los pobres (huérfanos) trabajando bajo las alas de la Divina Providencia.

Escuela secundaria: Escuela templo de verdadera educación cristiana y ciudadana y de sólida instrucción iluminada en la fe.

Deberá ser respetada como un templo y habremos de transformarla en una cátedra de ministerio sublime, en una palestra de verdadero apostolado.

Amemos nuestra escuela y hagamos a los alumnos AMAR y quién enseña tiene que hacerla amar de manera que se convierta en un santuario consagrado al saber y a la virtud de nuestros alumnos.

Hacer agradable, atractiva la enseñanza y nunca aburrida.

Guiar a los alumnos como lo hace una madre, guiando a sus hijos de la mano.

El Maestro habrá de estudiar y prepararse bien él, y luego acompañar a sus alumnos, como estudiando casi a la par del alumnado.

Escuela debe ser una familia espiritual, bien disciplinada y conducida con mucha dedicación, y con mucho afecto en el Señor.

Cada tanto toquen la cuerda del sentimiento y del corazón.

Un Instituto educativo es siempre una gran obra de caridad.

La enseñanza debe ser un verdadero APOSTOLADO y una verdadera escuela de formación católica

Es imprescindible prevenir y defender la juventud, valiéndonos de la escuela para instruir adecuadamente en la religión, para llevarla a la vida católica práctica y salvarla.

Educar a conciencia, formar una sólida base de fe y formar una voluntad y un carácter fuerte y cristiano de esta manera el buen resultado estará asegurado en los estudios. Estará asegurado el porvenir y la vida moral y religiosa del país, que es la base de todo. 3


La fuerza es la bendición de Dios sobre nuestro trabajo. Invoquen la bendición de Dios en presencia de todos los alumnos.

Comulgarán en misa y rezar por los alumnos para dar el ejemplo.

El comienzo de la sabiduría es el temor del SEÑOR. Los jóvenes deben estudiar para cumplir con su deber, para forjarse su porvenir y hacerse capaces de ayudar a la familia, honrar a su ciudad y ser útiles a su Patria.

Invocar a la Santísima Virgen, sede de la Sabiduría.

Siempre digan a las jóvenes palabras de aliento, animarlos siempre al bien y entusiasmarlo al estudio, al trabajo llevándolos a responsabilizarse con palabras de ardientes llena de nobleza y bondad.

Los jóvenes son seres racionales y católicos por eso deben emplear dos medios: la razón y la Fe católica, es decir fe integra y universal.

Una educación que pone toda su confianza en medios negativos externos y descuida los medios más directos y formativos producirá en los espíritus juveniles efectos estériles y funestos.

La educación laica producirá una bondad aparente, postiza pasajera bondad de colegio piedad superficial.

Debemos tener un sistema propio de educar y formarnos en él, un sistema que complete todo lo bueno que ya tenemos en los antiguos y en los modernos sistemas de educación.

Queremos y debemos educar profundamente el espíritu y católicamente la VIDA, sin claudicaciones y sin equívocos, sin ambigüedades, para una vida cristiana católica práctica que tenga sus fundamentos en los sacramentos. Para eso debemos tener el corazón lleno de Dios, y saber educar el corazón de los jóvenes hacia Dios, porque es el corazón que gobierna la vida, no el intelecto.

El educador debe hacerse querer santa y noblemente, más que hacerse temer, hágase estimar y amar en el Señor. 4


Los educadores no solo deben ser virtuosos para ellos, sino también deben tener su lámpara, aceite suficiente para ellos y para los alumnos, para que puedan iluminarlos y guiarlos infundirles la moralidad y la religión, cosa que debe ser la preocupación de todas las horas del año escolar y de toda nuestra tarea y de la vida misma.

Que los alumnos vean en nosotros todo nuestro deseo de verdadero bien, que vean puntualidad, diligencia, bondad en la manera de ser, mucha educación, sinceridad, nunca frivolidad, actividad y celo unido a dulzura, eficacia, trabajo, que vean que estudiamos para que ellos también estudien.

Que vean un profesor que prepara su clase, y que siempre está preparado. Las palabras influyen pero los ejemplos arrastran.

Cuídense de hacer prédicas todos los días y transformar la escuela en una Iglesia, como también la cátedra en un púlpito no, sino que todo en ustedes deberá predicar a Dios y deberán servirse de todo para infundir la fe y el amor a Dios bendito.

Eduquen de tal modo que se interesen y que amen las materias de estudio, aún las más áridas. Nunca digan que son difíciles, háganlas fáciles o transfórmenlas en fáciles.

Hagan progresar a sus alumnos en todo: en la piedad, en la virtud, en el saber.

Fomenten el deseo de formarse hombres, de progresar, de sentirse mejores y cada vez más instruidos.

Unan siempre estos dos grandes amores: Dios y la Patria y háganlos vibrar por ellos. Harán prodigios.

Es preciso que en la casa (Instituto) haya unión de espíritu y de deseos, unidad de corazón y de trabajo en Cristo.

YO no les encomiendo máquinas, les encomiendo las almas de los jóvenes, su formación moral, católica e intelectual. 5


24 de febrero continúa la carta.

Veo que la carta escrita a los saltos, está resultando un buen apunte borrador y que repetiré aquí y allá las mismas cosas, no la destruyan así la retocaré después, sacando lo que sobre y agregando lo que falte.

Establecer bien el horario y hacer cumplir tanto nosotros como los alumnos con puntualidad y hasta con severidad. El educador sin método no llega a nada.

No levanten la voz al enseñar, no castiguen nunca a todos juntos, alabarlos juntos si, y castigarlos por separado.

Estudien a sus muchachos, obsérvenlos, reflexionen sobre ellos. Tengan un verdadero y fraterno celo, por el progreso de cada uno y que cada uno vea que se interesan por él.

Traten de que los jóvenes progresen todos los días y en todos los sentidos que cada día sientan que saben un poco más de la vida, y que crecen moral, cívica y cristianamente.

Denles muchos alientos a los alumnos, anímenlos siempre, siempre y no los humillen nunca, nunca.

Tomen como modelo a Jesucristo y el evangelio es el tratado más sublime de didáctica y pedagogía que pueda haber.

Sean pacientes, serenos tranquilos, sencillos, sabios (sin gritar jamás) actúen siempre con ponderación, con madurez, con paciencia.

Las palabras vulgares y groseras rebajan más a quien las dice, que a quienes están dirigidas. Nunca castiguen con el ánimo alterado, sino después de algunas horas, o en lo posible al día siguiente. Den consejos a tiempo.

Nada de tolerancia con las faltas, ninguna indulgencia con los perezosos.

Nuestro sistema que llamamos cristiano paternal, no solo destierra todos los castigos demasiados prolongados, penosos humillantes, por ningún motivo 6


admite el golpear a los jóvenes. Hay que hacerse amar en Jesucristo y conseguir todo por amor, nada por las fuerzas.

No pegar, no manosear, quien manosea vive mal y hace mal. Nada de afeminaciones, nada de melosidades, nada de mimos entre los jóvenes y con los jóvenes, nunca.

Los ojos son a menudo las ventanas por las que el demonio entra al corazón.

Fuera las caricias, los embobamientos, las liviandades, los mimos, los regalitos hechos a éste sí, y a aquél no, fuera los bien vestidos, limpios y de cara más redonda.

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