Show Cultural
rocioaldabaortiz6 de Junio de 2012
5.032 Palabras (21 Páginas)624 Visitas
SHOCK CULTURAL
Con respecto a el termino shock cultural cabe mencionar que se trata de aquellas circunstancias en las que un individuo se encuentra inmerso dentro de una sociedad con una cultura diferente ala suya ya que tienen diferentes, hábitos costumbres religión etc. Por lo que le es difícil adaptarse a ella debido a que todo es nuevo y diferente para el, se encuentra en u estado de frustración y no sabe como comportarse dentro de esta sociedad.
El término paralelo «shock cultural» ha empezado ya a introducirse en el Vocabulario popular. El «shock» cultural es el efecto que sufre el visitante no Preparado al verse inmerso en una cultura extraña. Los voluntarios del Cuerpo de Paz lo experimentaron en Borneo o en el Brasil. Probablemente, Marco Polo lo sufrió en Catay. El «shock» cultural se produce siempre que un viajero se encuentra de pronto en un lugar donde «sí» quiere decir «no», donde un «precio fijo» se puede regatear, donde el hecho de tener que esperar en una oficina no es motivo de enojo, donde la risa puede significar rencor. Es lo que ocurre cuando los conocidos procedimientos psicológicos que ayudan al individuo a comportarse en sociedad son retirados de pronto y sustituidos por otros nuevos, extraños e incomprensibles.
El fenómeno del «shock» cultural explica en gran parte el asombro, la frustración y la desorientación que afligen a los americanos en sus tratos con otras sociedades.
Produce una ruptura de la comunicación, una mala interpretación de la realidad y una incapacidad de enfrentarse con ésta. Sin embargo, el «shock» cultural es relativamente débil en comparación con esta enfermedad mucho más grave: el «shock» del futuro. Este «shock» es la desorientación vertiginosa producida por la llegada prematura del futuro. Y puede ser la enfermedad más grave del mañana.
El «shock» del futuro no figura en el Index Medicus, ni en ninguna lista de anomalías psicológicas. Pero a menos de que se tomen inteligentes medidas para combatirlo, millones de seres humanos se sentirán cada vez más desorientados, progresivamente incapaces de actuar de un modo racional dentro de su medio. La angustia, la neurosis colectiva, la irracionalidad y la desenfrenada violencia, ya manifiestas en la vida contemporánea, son simples prefiguraciones de lo que puede depararnos el futuro, a menos de que consigamos comprender y tratar esta enfermedad.
El «shock» del futuro es un fenómeno de tiempo, un producto del ritmo enormemente acelerado del cambio en la sociedad. Nace de la superposición de una nueva cultura sobre la antigua. Es un «shock» cultural en la sociedad de uno mismo. Pero su impacto es mucho peor. Pues la mayoría de los hombres del Cuerpo de Paz y, de hecho, la mayoría de los viajeros, tienen la tranquilizadora seguridad de que la cultura que dejaron atrás les estará esperando a su regreso. Y esto no ocurre con la víctima del «shock» del futuro. Si sacamos a un individuo de su propia cultura y lo colocamos súbitamente en un medio completamente distinto del suyo, con una serie diferente de catalizadores — diferentes conceptos de tiempo, espacio, trabajo, amor, religión, sexo, etcétera—, y le quitamos toda esperanza de volver a un paisaje social más conocido, la dislocación que sufrirá será doblemente grave. Más aún: si esta nueva cultura está, a su vez, en constante agitación, y si —peor aún— sus valores cambian incesantemente, la impresión de desorientación será cada vez más intensa.
Dada la escasez de claves sobre la clase de comportamiento racional a observar en circunstancias completamente nuevas, la víctima puede convertirse en un peligro para sí misma y para los demás. Imaginemos, ahora, no un individuo, sino una sociedad entera, una generación entera —incluidos sus miembros más débiles, menos inteligentes y más irracionales—, trasladada de pronto a este mundo nuevo. El resultado es una desorientación en masa, el «shock» del futuro a gran escala. Ésta es la perspectiva con que se enfrenta el hombre. El cambio cae como un alud sobre nuestras cabezas, y la mayoría de la gente está grotescamente impreparada para luchar con él.
243
El «shock» cultural (7), la profunda desorientación sufrida por el viajero que, sin la debida preparación, se ha sumergido en una cultura extraña, nos ofrece un tercer ejemplo de fracaso en la adaptación. Aquí, no encontramos ninguno de los ostensibles elementos de la guerra o de la catástrofe. El escenario puede ser absolutamente tranquilo y carente de riesgos. Sin embargo, la situación requiere una adaptación continua a las nuevas condiciones. El «shock» cultural, según el psicólogo Sven Lundstedt, es una «forma de desquiciamiento de la personalidad, como reacción al temporalmente fracasado intento de ajustarse a los nuevos medio y personas».
-----------
-----------
La persona que sufre el «shock» cultural se ve obligada, como el soldado y como la víctima de la catástrofe, a luchar con sucesos, relaciones y objetos desconocidos e imprevisibles. Su manera habitual de hacer las cosas —incluso cosas tan sencillas como llamar por teléfono— no es ya la adecuada. Tal vez la sociedad extraña esté cambiando con gran lentitud; pero, para él, todo resulta nuevo. Signos, ruidos y otras claves psicológicas pasan corriendo por delante de él sin darle tiempo a captar su significado. Toda la experiencia adquiere un aire surrealista. Cada palabra, cada acción, están llenas de incertidumbre.
En estas condiciones, la fatiga se produce más rápidamente que de costumbre.
Además de ésta, el viajero que sufre el «shock» cultural experimenta la que Lundstedt describe como «un sentimiento subjetivo de pérdida, y una sensación de aislamiento y de soledad». Lo imprevisible de los hechos, fruto de la novedad, socava su sentido de la realidad. Por esto añora, según dice el profesor Lundstedt, «un medio en que la satisfacción de importantes necesidades psicológicas y físicas es previsible y menos incierta». Se vuelve «ansioso, confuso, y, con frecuencia, parece apático». En realidad, concluye Lundstedt, «el "shock" cultural puede ser considerado como una respuesta a la tensión en forma de retirada emocional e intelectual». Es imposible leer estos informes (y otros muchos) sobre colapsos del comportamiento bajo diversas tensiones sin advertir inmediatamente sus similitudes. Aunque, naturalmente, existen grandes diferencias entre un soldado en combate, una víctima de una catástrofe y un viajero culturalmente dislocado, los tres se enfrentan con un rápido cambio, con una gran novedad, o con ambas cosas a la vez. Los tres tendrían que adaptarse rápida y repetidamente a unos estímulos imprevistos. Y existe un chocante paralelismo en la manera en que cada uno de los tres responde al estímulo excesivo.
Primero: encontramos las mismas pruebas de confusión, desorientación o distorsión de la realidad. Segundo: existen los mismos síntomas de fatiga, angustia, tensión o irritabilidad extremada. Tercero: en todos los casos parece haber un punto del que no se puede volver, un punto en el que triunfan la apatía y la retirada emocional. En suma: las pruebas de que disponemos sugieren que el estímulo excesivo puede conducir a comportamientos extraños y contrarios a la adaptación.
VICTIMAS DEL SHOW DEL FUTURO
VÍCTIMAS DEL «SHOCK» DEL FUTURO
Cuando se combinan los efectos de la tensión decisoria con la sobrecarga sensoria y cognoscitiva, se producen varias formas corrientes de inadaptación individual. Por ejemplo, una respuesta común a la gran velocidad del cambio es una negativa lisa y llana. La estrategia del contradictor es «bloquear» una realidad importuna. Cuando la exigencia de decisiones aumenta excesivamente, se niega en redondo a admitir más información. Como la víctima de la catástrofe que expresa en su semblante una incredulidad total, el contradictor se niega a aceptar las pruebas de sus sentidos. De este modo llega a la conclusión de que las cosas son realmente las mismas, y de que todas las pruebas del cambio son meramente superficiales. Se consuela con tópicos tales como «la juventud ha sido siempre rebelde», o «no hay nada nuevo bajo el sol», o «cuanto más cambian las cosas, mas siguen siendo las mismas».
Víctima inconsciente del «shock» del futuro, el contradictor atrae sobre sí mismo la catástrofe personal, su estrategia aumenta la probabilidad de que, cuando al fin se vea obligado a adaptarse, su choque con el cambio se produzca en forma de una sola y tremenda crisis vital, más que como una serie de problemas solubles.
Otra estrategia de la víctima del «shock» del futuro es la especialización. El especialista no bloquea todas las nuevas ideas o informaciones. En vez de hacer esto, se esfuerza enérgicamente en mantenerse a la altura del cambio..., pero sólo en un sector vital reducido y específico. Así, es frecuente el espectáculo de un médico o un financiero que aprovecha las últimas innovaciones de su profesión, pero permanece rígidamente cerrado a toda sugerencia de innovación social, política o económica. Cuantas más protestas airadas se producen en las universidades, cuantos más ghettos se rebelan, tanto menos quiere saber de ellos y tanto más cierra la puerta a través de cuya rendija contempla el mundo.
Superficialmente, sale bien parado. Pero también él juega a la carta perdedora. El día menos pensado puede despertar y encontrarse con que su especialidad ha quedado en desuso o profundamente transformada por los acontecimientos producidos fuera de su campo visual. Una tercera reacción
...