Solo mía De Coli
etherubn18 de Junio de 2015
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Primera parte:
Acercamiento teórico y práctico
a la obra de José María Arguedas
Capítulo primero:
La significación de Arguedas
en el contexto de la narrativa hispanoamericana
Introducción
Si desde el ámbito español comparamos la repercusión editorial que el peruano José María Arguedas obtuvo en su momento con la de otros narradores hispanoamericanos de su misma generación, podemos caer inmediatamente en la tentación de considerarlo un "autor menor". Sin embargo, quedarnos con esta idea equivaldría a cometer el error tan común de juzgar a un escritor de aquel continente por cómo fue recibido en el ámbito europeo. Ciertamente, el reconocimiento de Arguedas no se debió, como en otros casos, a la obtención de premios internacionales y tampoco difundió su voz por otros continentes, entre otras cosas porque jamás residió durante mucho tiempo fuera de Hispanoamérica ; ahora bien, poco a poco la crítica ha ido destacando hasta qué punto su presencia es imprescindible entre la nómina de voces que integran la literatura latinoamericana de este siglo . Fruto de esta valoración progresiva fue, por ejemplo, la concesión del premio Inca Garcilaso de la Vega en 1968, decisión catalogada en su momento como un "certero azar", pues si bien solía haber un componente de suerte en la elección de su ganador, en este caso se dio "una aprobación unánime."
No obstante, su consolidación real se debió, fundamentalmente, a la labor de rescate realizada por figuras del calibre de Antonio Cornejo Polar ─cuya visión del Perú y de Latinoamérica tiene bastantes puntos de contacto con la de José María ─, Ángel Rama, Gladys Marín, Alberto Escobar, Julio Ortega, Sara Castro Klaren... y, afortunadamente, un ya largo etcétera. No es casual que hayan sido fundamentalmente estudiosos latinoamericanos los encargados de dar a conocer su nombre, pues ciertamente Arguedas se caracteriza por insertarse en un espacio literario e ideológico que pretende alejarse de los cánones europeos, mediante la recuperación de la cultura indígena. A esto se refiere Rama cuando afirma:
Si clasificáramos a los escritores latinoamericanos de acuerdo con estos opuestos criterios, podríamos establecer un cuadro que debería registrar diversos matices, grados de influencia, mayores trasmutaciones o compromisos entre los dos polos de fuerza propuestos: el que corresponde a la influencia permanente que procede de los centros culturales externos, la cual aplica una preceptiva cultural moderna y dispone para trasmitirla de los eficaces instrumentos de una tecnología afín, y el que corresponde al repliegue sobre las tradiciones locales en aquellas sociedades a las que el avance de los centros externos ha remitido al rango de conservadoras, las que procuran preservar la continuidad e identidad de un grupo social apelando a medios de comunicación pobres y tradicionales.
En el segundo de estos dos polos, el uruguayo sitúa a Arguedas y, en su extremo opuesto, coloca a Borges. Con esto no pretendemos afirmar que su obra no entre en contacto con la tradición occidental ─ya el hecho de escribir en español supone una vinculación indudable con respecto a ésta─, sino destacar cómo llevó a cabo una labor de selección, elaboración e incorporación de sus elementos a lo específico de la zona andina. La finalidad de su obra, declarada constantemente en entrevistas y artículos, era dar testimonio de ese sector cultural que estaba siendo desprestigiado, arrinconado por la ignorancia y el desprecio. Tal vez fue durante el acto de entrega del premio “Inca Garcilaso”, al cual ya nos hemos referido anteriormente, cuando con mayor emoción y fuerza expresó dicha pretensión:
Acepto con regocijo el Premio “Inca Garcilaso de la Vega”, porque siento que representa el reconocimiento a una obra que pretendió difundir y contagiar en el espíritu de los lectores el arte de un individuo quechua moderno que, gracias a la conciencia que tenía del valor de su cultura, pudo ampliarla y enriquecerla con el conocimiento, la asimilación del arte creado por otros pueblos que dispusieron de medios más vastos para expresarse.
La ilusión de juventud del autor parece haber sido realizada. No tuvo más ambición que la de volcar en la corriente de la sabiduría y el arte del Perú criollo el caudal del arte y la sabiduría de un pueblo al que se consideraba degenerado, debilitado o “extraño” e “impenetrable”, pero que, en realidad, no era sino lo que llega a ser un gran pueblo, oprimido por el desprecio social, la dominación política y la explotación económica en el propio suelo donde realizó hazañas por las que la historia lo consideró como gran pueblo; se había convertido en una nación acorralada, aislada para ser mejor y más fácilmente administrada y sobre la cual sólo los acorraladores hablaban mirándola a distancia y con repugnancia o curiosidad.
Para hablar ahora de esta "nación acorralada", Arguedas propone una voz que nace desde dentro de ese mundo, con la admiración y el reconocimiento de quien describe aquello que le resulta querido y cotidiano. Arguedas, como escritor y como hombre ─ya describiremos sus especiales circunstancias vitales─, ha significado la personificación de una forma de definir lo latinoamericano, partiendo de lo que se ha clasificado como una recuperación “sincera” (“interna”, “vivencial”) del componente indígena. A lo largo de toda su actividad intelectual y creativa ─además de su producción narrativa, desarrollada en seis novelas y una veintena de cuentos , también hay que destacar sus incursiones en la poesía , sus trabajos de traducción de textos quechuas y sus innumerables investigaciones sobre historia, etnología, arte, folkore, literatura, educación, etc. ─ descubrimos una trayectoria concentrada "sobre un universo que es acometido una y otra vez, como en sucesivas olas, parcialmente repetitivas pero también parcialmente diferenciales, en un esfuerzo cuyas características revelan tanto lo insondable del conocimiento que ha sido propuesto como el fracaso de las sucesivas acometidas para recorrerlo íntegramente y agotarlo".
Arguedas enfrenta el reto de construir un espacio discursivo donde lo indígena y lo blanco, lo quechua y lo español, lo tradicional y lo tecnológico, lo oral y lo escrito, puedan acoplarse hasta formar una "totalidad" integradora. Sin embargo, como indica Rama en el fragmento antes citado, se trata de un proyecto permanentemente obstaculizado, lo cual provoca que cada texto venga de nuevo a tratar de cubrir otra fase de ese monumental intento. También Rouillón coincide en señalar la dificultad de hallar una resolución para "este gran problema" en donde está embarcado Arguedas. Dice así:
Sus novelas son hitos de una marcha sincera hacia una solución posible de este interrogante. Arguedas tiene fe en el indio de la sierra. Una y otra vez lo sitúa en el centro de sus novelas, tal como es, en su complejidad desconcertante para el costeño, pero también con esos inesperados resortes de ternura y violencia, de eficacia alegre en el trabajo y de capacidad de transformación. Sólo que siempre aparece rodeado por intereses equívocos de latifundistas y autoridades de provincia ─en su última novela, Todas las sangres, aun por empresas y presiones internacionales─ que hacen problemática la reforma.
Ciertamente, la sociedad que pretenden recrear los relatos arguedianos está configurada desde esa incomprensión y esos "intereses equívocos"; se trata de un espacio tan conflictivo que resulta imposible encasillarlo en un retrato coherente y sin fracturas. Como opina Belaúnde Moreyra, el problema de la identidad nacional todavía se halla sin resolver entre los intelectuales de este país, "quizá porque el mestizaje peruano sea un fenómeno tan complejo que los peruanos no llegamos a ponernos de acuerdo sobre él."
Como sabemos, el proceso de dominación de una cultura sobre otra implica una gran cantidad de cuestiones, que van más allá de la mera convivencia de dos etnias, dos idiomas y dos cosmovisiones diferentes: además, suele traer consigo la acentuación de los desequilibrios sociales.
Por supuesto, cuando las contradicciones clasistas se mezclan con otras de contenido étnico, como es el caso del Perú, donde ambas categorías se entrecruzan sin cesar, la ambigüedad de los sujetos sociales se hace mucho más profunda. Complejas de por sí, por separado, las clases y las etnias, cuando aparecen juntas y mixturadas, son verdaderos abismos de inestabilidad y polimorfismo.
Es en ese abismo donde se sitúa Arguedas, y, según hemos indicado, no se trata sólo de una actitud literaria, sino de una situación vital. Las especiales circunstancias en las que creció este peruano , lo convierten en una figura inevitablemente afectada por esa mezcla de contradicciones a las cuales nos venimos refiriendo. Es por eso esto que su voz cobra una significación muy valiosa, por no ser la habitual entre la mayoría de los intelectuales: si normalmente este grupo surge desde los sectores más "europeizados" de la sociedad, Arguedas, en cambio, parte desde unos parámetros no-occidentales (desde la tradición oral quechua), aunque su resultado final esté integrado en los registros culturales de la élite letrada; es decir, se trata de un libro de cuentos, de ensayos o de novela, "escrito" en español, pero donde el material creativo desde el que se parte pertenece a la cultura indígena.
Según
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