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Suyai, una mujer mapuche


Enviado por   •  23 de Abril de 2015  •  Síntesis  •  518 Palabras (3 Páginas)  •  194 Visitas

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Suyai, una mujer mapuche, trabajadora y valiente, vivía en un bosque de la Araucanía, a los pies de la cordillera de los andes. Ella vivía con su esposo Epulef, su hija mayor Antilaf y su hijo menor Quintun. Este último, que desgraciadamente sufría una grave enfermedad desde su nacimiento, desconocida para ellos, pero que últimamente había empeorado bruscamente, provocando un fuerte dolor hacia su familia y preocupación por no saber cómo poder sanarlo.

Era invierno, el estado de Quintun seguía empeorando día tras día. Los dolores de esta enfermedad eran cada vez más insoportables para él.

Suyai, todos los días, le preparaba a Quintun su medicina con yerbas, para poder aliviar un poco su dolor y fiebre, junto con la ayuda de su hija. Mientras el padre trabajaba con los animales. Una mañana, después de haberle preparado su medicina, Suyai le pidió a su hija Antilaf que cuidara de Quintun un rato, para que ella pudiera salir a buscar plantas medicinales que le faltaban, pero, lo que en realidad Suyai pretendía era poder rogar por la vida de su hijo. Suyai camino hasta la montaña más alta. Al llegar allí, bastante cansada, miro la imponente vista que tenía delante de ella, quedándose observando y descansando durante un largo rato. Luego de haberse recuperado, se condujo hacia el centro del lugar donde se encontraba un gran canelo solitario. Ella, ya muy triste, no pudo más y se echó a llorar, rogándole a Ngünechen, dijo:

- ¡Ngünechen! Ten piedad mi pobre hijo, por favor!...... has de mi lo que tu desees, pero por favor cura a mi Quintun, él ya ha sufrido mucho!

Suyai no podía más con este dolor que le causaba ver a su hijo en tal estado, después de tanto llorar y rogarle que lo sanase, comprendió lo que debía hacer y dijo:

-..Él no merece esta enfermedad y…y si tu voluntad no es que sigua entre nosotros ¡oh grande Ngünechen! Si esa es tu decisión… Por favor que no sufra más, llévatelo, quítale este sufrimiento que lo ha torturado desde su nacimiento… ¡ten piedad de él!

Ya al llegar el atardecer, de pronto del cielo caía una flor lentamente hasta llegar a sus manos, una hermosa flor de canelo. Esta fue la única señal que necesito para saber que Ngünechen había oído sus suplicas, brotando dentro de ella una luz de esperanza.

Ya de noche, Suyai se dirigía a su ruca. Al llegar, vio a su esposo sentado en la entrada, con lágrimas en sus ojos, dijo:

- Ya se ha ido…

Suyai entro apresuradamente donde se encontraba su hijo. Ahí estaba él, acostado, su rostro era sereno, como si durmiera un largo sueño que jamás despertaría, tranquilo y descansando en un lugar donde ya no habría más dolor, dejando a Suyai con la tranquilidad que eso era lo mejor para él.

El canelo de la montaña, donde

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