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Tarea Inútil (sólo Subo Esto Para Ver Otros Ensayos) De Juana De Arco, Carolux Rex E Imperio Sueco

Louisecahuainon22 de Abril de 2014

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Miren a este hombre. Seguramente no lo reconocerán pero una vez al año es el protagonista, durante un par de minutos, de un esperadísimo anuncio en todo el mundo. Se llama Peter Englund, es un historiador y escritor sueco nacido en 1957 cerca del círculo polar ártico. Englund pertenece desde 2002 a la Academia de su país, de la que fue nombrado secretario permanente en 2009. Eso quiere decir que es el encargado de leer, con el habitual mensaje breve y rimbombante, el nombre del autor que recibe el mayor reconocimiento en la tierra: el Nobel de Literatura. En 1985, Englund, entonces un recién licenciado en Historia, escribió, "en unas cuantas semanas de aquel caluroso verano", su primer libro: La batalla que conmocionó Europa. Poltava y el nacimiento del Imperio ruso, 450 páginas que narran "el mayor desastre militar en la larga historia de Suecia".

Aquel "desastre" empezó en las últimas horas del 27 de junio de 1709. Con la oscuridad comenzaron los movimientos de aproximación de las tropas suecas al enemigo ruso, que esperaba parapetado en varios reductos y una fortificación. En la madrugada y primeras luces del día 28 se consumó una carnicería en la estepa de lo que hoy es Ucrania que acabó con la vida de más de 9.000 soldados (unos 6.900 suecos). Una victoria aplastante del zar Pedro I el Grande que precipitó la dramática huida de aquel lugar del rey sueco Carlos XII. Uno de los que acompañó al monarca en la retirada fue el oboísta Johann Jacob Bach, hermano mayor de un entonces prometedor organista, Johann Sebastian Bach, que con motivo de la marcha de Jacob le había dedicado el melancólico Capricho para la partida de un hermano querido. Una de las muchas anécdotas que recoge Englund.

Cuando sus compañeros de carrera leyeron este libro, a Englund no le llovieron elogios. Tuvo que ser su novia la que le diera ánimos. Por fin en 1988 se publicó en Suecia y se convirtió -para sorpresa del autor- en un éxito que después pasó a otros países -se ha traducido a 11 idiomas- y Englund decidió tomar la senda de la escritura. Autor de ensayos y de obras sobre la historia de su país, reportero en la extinta Yugoslavia, Irak y Afganistán, Englund confiesa que su trabajo en la Academia (y probablemente sus cuatro hijos) le dejan poco tiempo para escribir y que no sabe cuando podrá lanzar un nuevo texto.

La versión en castellano de Poltava la publicó Roca Editorial en septiembre de 2012 y es una muy buena recomendación de lectura veraniega. Por ponerle un pero, se echa en falta mejor calidad y mayor tamaño de los mapas. Estemos en la playa o en el pueblo, Englund consigue trasladarnos al calvario que sufrieron sus compatriotas en la ardiente estepa ucraniana. Uno se ve cabalgando, casi rodilla con rodilla, como mandan los cánones, entre la caballería sueca, aunque esta no estuviera en Poltava a la altura de lo que se esperaba, de una eficacia que tantas victorias había dado en años anteriores.

La obra de Englund explica por qué las huestes suecas con su rey a la cabeza estaban a principios del siglo XVIII a miles de kilómetros de Estocolmo. La luterana Suecia había forjado un imperio desde mediados del XVI, cuando gracias a la debilidad política de sus vecinos arrebató territorios a Dinamarca, Polonia, Sajonia... y Rusia. Hartos de derrotas, los enemigos de Carlos XII firmaron a comienzos del XVIII una alianza antisueca. Así comenzó en 1700 la Gran Guerra del Norte. Precisamente en el otro extremo del tablero europeo comenzaba ese año otro conflicto, el de la Sucesión por la corona española. Así que el Viejo Continente luchaba por dilucidar cuales iban a ser las nuevas potencias.

Así pintó el francés Caravaque, artista de la corte de Pedro I el Grande, la batalla de Poltava. A la derecha, con la espada en mano, el zar ruso. La foto de Englund (arriba) es de Getty.

Ante las repetidas hostilidades de la coalición enemiga, los suecos respondieron con avances y victorias. Daneses, polacos y sajones cayeron ante la Gran Suecia, la que aspiraba a dominar todo el mar Báltico. Cuando le llegó el turno al zar Pedro, este retrocedió. Los rusos practicaron la política de tierra quemada en su retirada, reagruparon tropas y hostigaron con escaramuzas al Ejército de Carlos XII. ¿Les suena esta estrategia? Napoleón Bonaparte y Adolf Hitler la sufrirían después. Las tropas suecas estaban cansadas, deseosas de acabar una guerra de nueve años, con pocos alimentos y un goteo constante de bajas. Se vieron obligadas a desviarse al sur, donde sitiaron la pequeña población de Poltava, y entonces la plana mayor sueca decidió esperar la llegada de los rusos, que prácticamente les doblaban en número y estaban mejor preparados. Tras miles de kilómetros de campaña, había llegado la hora de la gran batalla.

Englund es un buen ejemplo de cómo contar al detalle -hasta la última bala disparada por las piezas de menor calibre de la artillería- el desarrollo de un enfrentamiento; sin eludir aspectos como los tipos de heridas que producían las distintas armas; los horrores del combate, para lo que se apoya en los testimonios que dejaron por escrito los supervivientes; pinceladas sobre la personalidad de los actores principales y tensión narrativa. La batalla que conmocionó Europa es la historia de una masacre, de cómo la desorganización sueca desde los primeros movimientos en la oscuridad ("¡Que avance la caballería, por Jesucristo!") y la confusión de órdenes (Englund llega a compararlo con el juego del teléfono estropeado) les condujo al matadero. Sobrecoge pensar cómo tuvo que ser el fuego del centenar de piezas de artillería rusa machacando el avance de los suecos, que caían "como la hierba que siega la hoz".

Al atardecer del 28 de junio, "cuando la batalla terminó, comenzó la matanza", dice Englund para referirse a la rapiña y ejecuciones que padecieron los suecos heridos; otros agonizaron durante horas en el campo de batalla y los cadáveres comenzaron a pudrirse. Mientras, en su lujosa tienda, el zar agasajó con una cena de honor a los apresados altos mandos del hasta ese día invencible ejército sueco. Había terminado "una de las batallas más sangrientas de la historia", la que puso fin al Imperio de la Gran Suecia y entregó el testigo al Imperio ruso.

Imperio sueco de Sueia

Imperio sueco Durante el siglo XVII emergió como una potencia europea. Antes del surgimiento del Imperio sueco, era un país muy pobre, escasamente poblado, y con poca participación en asuntos internacionales. Fue repentinamente convertido en una de las naciones líderes en Europa por Axel Oxenstierna y el rey Gustavo II Adolfo de Suecia, gracias a la conquista de territorios de Rusia y Polonia-Lituania, pero también gracias a su participación en la Guerra de los Treinta Años, la cual la convirtió en el líder continental del protestantismo hasta el colapso del imperio en 1721. La guerra de Gustavo II Adolfo en contra del Sacro Imperio Romano-Germánico tuvo un alto costo para este último, donde un tercio de la población murió y casi la mitad de los Estados que lo componían fueron ocupados por los suecos. El plan de Gustavo II Adolfo era aventajarse del conflicto armado para expandir los límites de su reino. Sin embargo, Gustavo II Adolfo murió después en la Batalla de Lützen de 1632, dejando el trono a la menor Cristina de Suecia. Después de la Batalla de Nördlingen Suecia se retiró de la guerra y perdió su poderío en la zona sur de la actual Alemania, y las provincias conquistadas se separaron del dominio sueco una a una, dejándola con sólo un par de territorios en el norte: Pomerania Sueca, Bremen-Verden y Wismar. A mediados del siglo XVII, era el tercer país más extenso en Europa, sólo superado por Rusia y España. En 1658, alcanzó su máxima extensión bajo el reinado de Carlos X de Suecia (1622-1660), poco después de la firma del Tratado de Roskilde. A mediados del siglo XVI, el rey Gustavo I convirtió al país al protestantismo y realizó una serie de reformas económicas. Durante el siglo XVII, el país se vio envuelto en varias guerras, como la que sostuvo contra Polonia-Lituania, en la que ambos compitieron por los territorios de los Países Bálticos hasta la Batalla de Kircholm ocurrida en 1605, la cual es considerada una de las peores derrotas del ejército sueco. Batalla de Lützen, de Carl Wahlbom. La pintura muestra la muerte del rey Gustavo II Adolfo de Suecia. Este periodo también fue testigo de «El Diluvio», la invasión sueca de la Unión de Polonia-Lituania. Después de más de medio siglo de una guerra casi constante, la economía sueca se deterioró seriamente. Reconstruir la economía y recuperar el poder militar se convirtió en una labor que se extendió durante toda la vida del sucesor de Carlos X, Carlos XI de Suecia (1655-1697). El legado para su hijo, Carlos XII, fue uno de los mejores arsenales en el mundo, un ejército numeroso y una gran flota. En 1700, después de la Batalla de Narva (una de las primeras batallas de la Gran Guerra del Norte), el Ejército Ruso, peor equipado y entrenado y desmoralizado por la retirada de Pedro I de Rusia antes de la batalla, fue severamente diezmado, dándole a Suecia la oportunidad de invadir Rusia. Sin embargo, Carlos XII no persiguió al Ejército Ruso, sino que se dirigió a Polonia-Lituania y en 1702, derrotó al rey polaco Augusto II y a sus aliados sajones en la Batalla de Kliszów. Después de la exitosa invasión a Polonia, Carlos XII tenía preparado el terreno para invadir Rusia atacando su capital, Moscú, desde Ucrania. Además de su ejército contaba con la ayuda de cerca de 2.000 cosacos ucranianos. Pero en esta ocasión el ejército zarista estaba mejor preparado y motivado, y después

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