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UN DIA EN LA VIDA DE TU NARIZ


Enviado por   •  23 de Septiembre de 2013  •  Tesis  •  1.032 Palabras (5 Páginas)  •  276 Visitas

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UN DIA EN LA VIDA DE TU NARIZ

Son las 7 de la mañana, y en la mullida cama de un hotel precioso acabo de despertar de un estornudo a El Cuerpo y a su marido. Es un despertar brusco para tan idílicas circunstancias, pero estoy reseca como un polvorón y aquí está helando. Ambas cosas me congestionaron. Si me consiguieran un humidificador o un aerosol salino, me portaría mejor.

La mejor hora del día

Estamos de vacaciones: una escapada romántica de El Cuerpo y su esposo. O de eso se trataba, de ahí que ella quiera despejarme. Baja de la cama y va al mejor lugar del mundo: la ducha. ¡Ah, qué alivio! Nada mejor que respirar este aire cálido y húmedo. Mis conductos se abren y puedo oler de nuevo. Justo a tiempo, porque la primera salida es al restaurante. Ella lleva 12 horas en ayunas, y en cuanto las moléculas aromáticas del café y los hot cakes tocan mis neuronas olfativas, instruyo al cerebro para que le envíe un mensaje urgente: “Te mueres de hambre”.

Si no me hubiera despejado, el desayuno habría sido como ir al cine en un apagón. Ella agradecerá cuanto quiera a sus papilas gustativas que le transmitan los deliciosos sabores de la miel de arce y el tocino, pero, la verdad, las papilas no distinguen más que lo básico: salado, dulce y agrio. Una servidora es la que transmite los otros sabores que hacen a El Cuerpo salivar… o sentir asco. Cuando el aroma de la comida deglutida sube por el esófago, estimula mis receptores olfativos, y así es como ella distingue entre una fresa y una cereza.

Mi función principal

Ella quizá crea que existo sólo para que pueda oler las rosas, pero soy un agente secreto de los pulmones. Verás: El Cuerpo aspira casi 9,500 litros de aire al día, y alguien debe ocuparse del control de calidad. Yo caliento y humedezco el aire inhalado para que no lastime ni reseque los pulmones. Además, con el moco que me reviste atrapo las partículas nocivas, desde contaminantes hasta virus. Produzco cerca de un litro de moco al día y lo vierto por el esófago al estómago, cuyo ácido mata casi todo lo que el moco atrapó. Por cierto, mis conductos no son simples fosas que sorban aire como tubos; están revestidos de gruesas prominencias óseas, los cornetes, que frenan el flujo del aire para dar tiempo a que éste se caliente y humedezca con secreciones acuosas distintas del moco.

Ninguna otra criatura viviente tiene una nariz como yo. Mi peculiar forma externa ayuda a refrescar e hidratar los pulmones bajo el sol del mediodía. Gracias a mí, los antepasados del ser humano pudieron ser cazadores y recolectores en el calor y sobrevivir a tantos antílopes. Ahora ayudo a las personas sólo a dar largas caminatas bajo el sol del verano sin que se lastimen los pulmones.

Y ustedes, humanos, ¡se operan y modifican esta maravilla evolutiva! Si quieres protegerte los pulmones, déjate en paz la nariz.

Mantengo a raya los alergenos

La siguiente actividad: un paseo por el campo. ¡Ah, qué diferencia con el aire viciado de una oficina! “¿Hueles

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