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UTOPÍA SEGÚN PROTEO


Enviado por   •  27 de Mayo de 2016  •  Apuntes  •  6.923 Palabras (28 Páginas)  •  160 Visitas

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La Utopía según Proteo

Abelardo Medellín Pérez

A lo largo del tiempo, nos hemos acostumbrado a antagonistas en las epopeyas y leyendas que surgen de la cultura e historias del hombre. En la etapa cultural actual, es normal ver en la gran pantalla o conocer en las hojas de libros y comics a “supervillanos” cuyo motivo principal es la destrucción del mundo. La devastación de la especie, la desaparición de la sociedad, simplemente la muerte de la vida humana tal y como la conocemos. Si uno lo piensa demasiado, podría llegar a conclusiones triviales, como: “¿Entonces donde vivirá después de destruirlo todo?”, o “¿por qué esta persona haría algo así?”. Quizá, tras reflexionarlo un poco más se podría concluir de manera sencilla; “solo quiere ver sufrir a la gente”. Sin embargo, ¿qué pasaría si fuera todo lo contrario? ¿Qué pensaríamos si este plan de alevosía contra la raza humana estuviera destinado a convertir a nuestro tejido social en una superestructura más eficaz y funcional? Por último, una duda más clara sobre este tema, ¿podría ser la devastación el primer escalón para llegar a una Utopía como la que los teóricos han planteado?

      Las personas de nuestros tiempos sufren de dos padecimientos que evitan una mirada objetiva ante los temas de mejora social: la misericordia y el miedo al cambio. La “virtud” del perdón, no es más que un obstáculo para formar a un hombre capaz de mejorarse a sí mismo (Nietzsche, 1983). Por lo tanto, el primer paso para generar la iniciativa de transformación, es no ser pasivos con los errores que se han cometido. No perdonar, sino condenar para después cambiarlos, y al ser humanos, tendríamos que aceptar que todo lo condenable de nuestros actos.

     Si ya cimentamos las ganas de hacer algo, la próxima estrategia sería confrontar ese miedo que le tenemos al cambio. Esto, representaría un proceso largo, el cual, ya no podrá comenzar con nosotros. Las personas que hoy viven sus vidas ya no tendrían la oportunidad de ver este nuevo mundo, lo que tendrán, sería la responsabilidad de educar a sus hijos con una voluntad y deseo de mejorar. Dicha voluntad, también abarca una actitud de indiferencia ante cualquier lazo previo que provoque emociones de melancolía.  Esta es un tipo de perdón y evocación del recuerdo, y como ya se mencionó, el perdonar ya no es una opción para el hombre.

      Con estas dos primicias eliminadas, la primera duda que surgirá en la sociedad en metamorfosis sería: ¿Por qué cambiar? La respuesta no es sencilla y aun en nuestros tiempos, donde la filosofía política ha mejorado significativamente, la respuesta sigue enfrascada en un debate fervientemente. El primer punto a analizar nos lleva a agregar una palabra más a la pregunta: “¿Por qué no cambiar?”. De manera ascendente, la raza humana forja un destino encaminado a la autodestrucción. Individualmente, las personas buscan liberarse de las demás personas al consumir drogas que los liberen de sus responsabilidades civiles y les dan una sensación de “felicidad y satisfacción sencilla” que no responde a ningún interés como capital intelectual, solo a la arrogancia y al desligue de un mundo que si existe e intenta a funcionar a expensas de estos rezagados sociales. (Vargas, 2015)

      Además, si no es a través de las drogas, el hombre ha encontrado una nueva manera de dar a conocer su desinterés por las demás partes del mecanismo social: la tecnología. Hace décadas los investigadores veían una manera de conectar el conocimiento y expandir el mundo, nuestro siempre activo deseo de atrofiar, vio una forma de entretener. Al mejorar esta tecnología, logramos volverla individual y personal, al hacerlo, convertimos al sujeto único, en un mundo propio que se cree libre de un grupo de personas iguales a él. Piensa no necesitar más interacción humana que la que alimenta su entretenimiento, y poco a poco los valores que se formaban al compartir la convivencia se pierden. (Vargas, 2015).

      Ahora,  si esto ocurre con el sujeto individual. ¿Qué pasa con aquellos sujetos que aún viven en acuerdo y se relacionan con otros? Fácil, estos sujetos sociales, entran en guerra. “Cada tarifa cada prohibición aduanera, cada requisito inquisitorial en la frontera, es una atadura puesta a los pies del pacificador: es un cimiento puesto a la guerra” (Bautista, 1957, p.94). Al comienzo, el hombre pensó que al dividir el mundo arreglaría los problemas de culturas y serviría para organizar las políticas que necesitaba cada pueblo como entidad única y diferente. Sin embargo, en su afán eterno de controlar algo más grande que él, terminó por dividir a los pueblos. La raza humana se fragmentó y, con el pretexto del “derecho de gente” romano, pensó que tenía soberanía sobre los pueblos inferiores por el simple hecho de ser extranjeros. (Bautista, 1957).

      Es cierto que en la sociedad ideal, la guerra es una herramienta de proliferación e inclusive una práctica convertida en arte que todo el pueblo debe aprender (Moro, 2014). Mas, sabemos cómo habitantes de esta sociedad, que no tenemos una estructura ideal. Por lo tanto, mientras no se cumplan las primicias esenciales de una humanidad funcional, la guerra será vista como un mal injustificable por los ojos del pueblo actual.

      Le tenemos miedo al cambio, a pesar de que podría ser lo que necesitamos. Perdonamos a los que nos rodean, a expensas de que esto nos vuelve débiles al momento de confrontar nuestros errores. Individualmente somos indiferentes a los demás, aun conscientes que esto nos vuelve vulnerables al control por medio de nuestras pantallas, y por último, cuando estamos en acuerdo y organización con otras personas, inclusive naciones, nos sentimos dueños de aquello que no nos pertenece y nos invade un sentimiento beligerante.

      Podría sonar que hablo, únicamente,  de las características malas del hombre, pero no. Realmente, hago referencia de  aquellas que cada día incrementan  y se expanden en el panorama mundial. Hoy en día, es más importante, para algunas organizaciones, llevar internet a comunidades alejadas, que brindar servicios de purificación de aguas o tratamiento de alimentos. Se volvió prioridad devastar naciones y entrar en guerras con países para conseguir materia prima, que cuidar el desarrollo de los mismos para que se hagan cargo de sus propios recursos.

      No está mal educar en la competencia, pero no educar primero en la humanidad es un error que nos costara caro a largo plazo. Error que podríamos solucionar solo de manera agresiva, con una transformación efectiva.  

      “La historia humana comenzó con un acto de desobediencia y puede concluir con un acto de obediencia” (Fromm, 1986, p.72). La idea que muestra Eric Fromm, se refiere a los cuentos bíblicos donde Adán y Eva, comen el fruto prohibido por su dios, para posteriormente ser expulsados del paraíso. Este suceso, según Fromm, forja el camino de un albedrio humano propio en el cual ya no influye ningún poder más que el de la voluntad. En el escenario que plantea, la conclusión de la historia humana comenzaría con una enajenación a un poder superior. Esto en referencia al gobierno totalitarista o por lo menos al gobierno como organismo superior que se une con otros cuerpos investidos de un poder similar y deciden el destino que tendrá el hombre como especie. Un Dios con cara burócrata.

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