Utopía

¿Utopía?

Los agentes de policía se entretienen conversando acerca de las noticias deportivas, mientras realizan su recorrido nocturno por las calles del populoso barrio Baja Metrópoli. La cháchara, aparte de la música que pueden escuchar mientras están en la patrulla, les hace más llevadero el diario trajinar y les ayuda a olvidar, por ratos, la figura del peligro mortal que puede acecharles en cualquier sitio donde el alumbrado público haya sido deteriorado por amigos de las malas acciones contra sus semejantes. A veces debaten sobre política, otro tanto sobre mujeres, la familia y cualquier tema que la noche y los acontecimientos del día les inspiren. López y Arellano han logrado una sociedad amistosa de trabajo y camaradería, producto del carácter honesto y humilde que ambos poseen.

- Entonces la vinotinto juega otra vez en marzo contra Argentina -inquiere Arellano-. Bien pelúo ese juego.

- Sí vale. Como juegan de visitante, la cosa no está mantequilla. Ojalá y le echen bolas.

- Como Miguel Cabrera. ¡Qué tripeo la triple corona de grandes ligas que se ganó!

Súbitamente, una figura sombría aparece en el callejón por donde pasa el vehículo. Armado con una semi-automática, el cocainómano busca su dosis diaria de lo que sea. El mal humor causado por no haber podido consumir nada ese día -lo que tiene para vender es intocable- le impide tener claridad de quién está frente a él. El día estuvo flojo y aparte de eso perdió una cantidad de dinero considerable en una apuesta. Los funcionarios avistan al sujeto y le dan la orden de alto, por lo que éste comienza la carrera hacia donde pueda estar a salvo.

Unas seis cuadras de persecución y se encuentran cerca de la casa del joven perseguido. La reja está bien cerrada con cadena y candado –Coño, qué peo con mi mamá, piensa Henrique el jíbaro-, por lo que un movimiento rápido es la solución. Comienza entonces el intercambio de disparos –en realidad los policías están a cubierto esperando un receso en las ráfagas que Henrique les envía- y finalmente el adicto cae con una pierna herida y el arma se le tranca. López aprovecha los segundos de ventaja y se abalanza sobre el hombre.

Se alarma la cuadra y comienzan a encenderse luces en las salas de algunas casas, pero nadie se asoma a las ventanas. La señora Carmen sale con un ataque de histeria y comienza a golpear al pecho de Arellano, mientras López desarma y esposa al hijo. La madre se deviene en ruegos hacia los uniformados:

- ¡Por favor, no se lo lleven! Él no es malo en el fondo, son las malas juntas que tiene. ¡Por favor, por favooooooooor!

- Le ruego que se calme, todo va a estar bien –le dice López en tono conciliador-.

- ¡No, yo sé que lo van a tirar pa’l penal por posesión de droga y agresión a un oficial del orden! ¡Se lo ruego, es el menor de mis varones y el único que me queda!

Arellano

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