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VIOLENCIA, ¿UNA CUESTION DE GÉNERO?


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2012  •  4.348 Palabras (18 Páginas)  •  320 Visitas

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Si está mal vender el cuerpo, es peor vender la mente…

ustedes pueden usar esa mente y esa voluntad para

abolir la inhumanidad, la bestialidad, el horror,

la estupidez de la guerra” (Virginia Woolf)

A lo largo de la historia la mujer ha ocupado invariablemente una posición subordinada con respecto al hombre. Esta posición secundaria se ha visto siempre ligada a una estructura familiar que diferencia los roles de género. Haciendo referencia a occidente, habría que comenzar por la Grecia clásica en donde la mujer pasaba toda su vida confinada al hogar y sólo en caso de maltrato podía obtener la anulación del matrimonio. En Roma, la familia era totalmente patriarcal y aunque la mujer mejoró su posición toda su vida dependía de un varón. Mil años después, la situación no había cambiado, las mujeres seguían teniendo a su cargo todas las funciones domésticas y pese a los esfuerzos de los humanistas la misoginia heredada de etapas anteriores aun prevalecía. Aunque la Revolución francesa y otras revoluciones liberales plantearon la igualdad jurídica, la libertad y los derechos políticos, estas conquistas no afectaron a las mujeres pues los derechos del hombre y del ciudadano se referían exclusivamente a los hombres y no al resto de la humanidad.

Es hasta el siglo XX, más exactamente la década de los ochenta, que surgen los estudios sobre problemáticas específicas de la mujer, conocidos como estudios de género. Sin embargo no todos concuerdan en que cuando se habla de género se habla solamente de sexo femenino, pues hay que tener en cuenta que el término género no es sinónimo de mujer. La palabra género proviene del latín gens, generis que significa “colección de seres que tienen entre si analogías importantes y constantes, se refiere a las cualidades construidas social y culturalmente que distinguen a los hombres y las mujeres, o sea que el hombre también es género” (Prieto, 2002). Se trata entonces de diferenciar sexo biológico de sexo socialmente construido. Como lo explica Robert Stoller, citado por Arenes (2007), el sexo responde a un referente biológico, en cambio el género es la manera en que hombres y mujeres se “apropian psíquicamente de su sexo”. De otro lado, para las feministas, género es la representación del sexo desde la cultura, entonces, se le está dando un enfoque social.

Las diferencias entre hombres y mujeres son evidentes pero es distinto ver a la mujer solamente desde lo biológico dada su función reproductiva a considerarla desde una perspectiva de género que cambia necesariamente el discurso. Cuando esta diferenciación se hace desde aspectos no sólo fisiológicos el debate se centra en el comportamiento, el sentir, los imaginarios de unos y otras, es decir, en si las diferencias de las que se habla son producto de la naturaleza, de la biología, o son culturales, (tradición, religión, relaciones de poder-sumisión). “Si uno insiste en los aspectos de la diferencia hombre-mujer es tachado de naturalista, incluso de “esencialista”. Por el contrario, la tendencia actual apunta más bien a un “constructivismo”, en el que los temas relacionados con la “sexuación” (lo determinativo de un sexo u otro) serían representaciones culturales que no necesariamente tienen que ver con la naturaleza en sí”. (Arenes, 2007).

En el caso específico de la relación violencia y mujeres, que es el tema al que se va a hacer referencia, recientemente varios enfoques teóricos abordan su estudio desde una perspectiva de género que rechaza el modelo patriarcal y propone cambios en los paradigmas y modelos con los que tradicionalmente se ha mirado este fenómeno, entendiendo que aunque éstas también violentan a los hombres, históricamente la violencia más frecuente es la ejercida por los hombres contra las mujeres.

Algunos autores consideran que existe una innegable relación entre la violencia estructural y la de género, por los lados del feminismo, por ejemplo, se define la violencia contra las mujeres como un “problema social y político” (De Miguel, 2006) porque es la consecuencia de la visión patriarcal anclada en las sociedades que ven este tipo de violencia como algo propio de la naturaleza diferente de los sexos y sus relaciones, o en casos extremos como un problema patológico. O como consideran otros autores, entre ellos Jaime Breith citado por María Banchs en un estudio sobre violencia de género, las relaciones entre hombres y mujeres no se pueden desligar de las condiciónese de clase, raza, etnia porque el origen del poder patriarcal y de clase es el mismo, el patriarcado determina la reproducción, la sexualidad, los comportamientos y normas y por supuesto toda construcción cultural que esté ligada al poder. En otras palabras, lo que se pretende es redefinir la violencia como violencia de género.

Para comprender a cabalidad el fenómeno de la violencia contra la mujer, como afirma Ana De Miguel, hay que dirigir la mirada al pasado para darse cuenta que durante siglos la cultura ha legitimado esta conducta. Es necesario recordar que en las sociedades premodernas la muerte y la violencia eran hechos cotidianos con los que se aprendió a vivir, en palabras de De Miguel, no sin cierta resignación y fatalismo. Sólo basta remitirse a las escenas de las ejecuciones medievales descritas por Foucault en su libro “Vigilar y Castigar”, por ejemplo, para darse cuenta de que es imposible creer que tal despliegue de crueldad pudiera ser real. Por supuesto de ese carnaval de violencia no se escapaban las mujeres, las cuales eran sometidas a todo tipo de vejámenes, que no sólo se toleraban sino que en general pasaban desapercibidos porque, como sostiene De Miguel, la legitimación de esa violencia no se basaba en que se ejerciera sobre personas sino sobre mujeres que merecían ser castigadas dada su condición de seres inferiores y de propiedad de los varones.

Con la modernidad, la violencia fue dejando de ser la única forma de relación entre los diversos grupos sociales. A ello contribuyeron los diversos filósofos que concebían sociedades perfectas basadas en todo tipo de libertades sin embargo en lo que concierne a las mujeres, al decir de Luisa Posada citada por De Miguel “ la violencia contra las mujeres entra como referente normativo en el discurso de la modernidad” ya que estos mismos filósofos, hasta los considerados “transgresores” refrendaron la inferioridad de la mujer respecto de los hombres y por consiguiente justificaron, es más, alentaron la violencia, ejercida sobre ellas. Al mismo tiempo, dentro del marco de la Ilustración se fueron conformando los espacios para

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