Yo Soy 132
futurodelanada18 de Octubre de 2013
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#YO SOY EL PETATE DEL MUERTO
Por MIGUEL ÁNGEL SÁNCHEZ GONZÁLEZ
Desde hace unos cuantos meses me he dado cuenta que he empezado a hablar como viejito. Mis pensamientos ya constantemente se remiten al pasado para decirme que antes todo era mejor. Tal vez de esta misma forma piensa cada quien al ver rebasada su generación por otra nueva, pero no lo sé.
En 1988, veinte años después de aquel gran movimiento, Carlos Salinas de Gortari le robó las elecciones presidenciales a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano. Yo apenas tenía 16 años y no pude votar.
Seis años más tarde surgió a la luz pública (ya llevaban varios años operando en la clandestinidad) el Ejército Zapatista de Liberación Nacional y una verdadera luz de esperanza se iluminó en la mente de muchos miles de jóvenes que en ese entonces cursábamos la universidad, sobre todo de los que acudíamos a las universidades públicas, pues los chicos ibero y demás júniors de todas las universidades privadas veían amenazada su mina de oro, la esclavitud moderna de los pobres con miserables salarios o salarios miserables. “Ahora sí ya despertó México, se decía”, “Por fin regresó Cabañas (y no me refiero al futbolista, por favor)”.
Sin embargo, los priístas, buenos dominadores del arte del pancracio, aplicaron la máxima aquella de que para toda llave hay una contra-llave. Entonces decidieron revolver las aguas del río asesinando a Luis Donaldo Colosio Murrieta y a José Francisco Ruiz Massieu, para distraer la opinión pública y desinflar la ilusión de revuelta nacional del zapatismo, misma que de por sí ya había cambiado los rifles de palo por los balazos literarios del sup, que poco a poco, en un país carente de lectores fueron quedando en el olvido, difuminándose, diluyéndose como orines de un bañista en el río.
El ariete priísta para esas elecciones fue la violencia combatida con la paz. Todos los merolicos radiofónicos no paraban de hablar de la paz y la violencia, de la violencia y la paz. El sueño había acabado nuevamente. Cárdenas fue derrotado por un amplio margen.
Seis años después, por increíble que parezca, el PRD volvió a postular como su abanderado al hijo de Lázaro, únicamente para ser apabullado en las elecciones del año 2000 por un ranchero dicharachero y locuaz que transformó al gobierno de la República en una empresa privada en la cual se mide la eficacia y la calidad a través del sistema ISO, como si el avance de una nación dependiera de una estupidez de ese tamaño.
Al siguiente sexenio se presentó otro fraude electoral, mismo que entre otras miles de coyunturas, sienta las bases para etiquetar de una vez y para siempre a la izquierda mexicana como una intolerante, como una bola de jodidos que no saben perder, que no tienen porque no les gusta trabajar, que están acostumbrados a que el gobierno les dé todo, como unos seres que sería mejor que se murieran, que sin ellos, México sería un país de primera.
Estos descalificativos han venido siendo repetidos por lo menos durante los últimos siete años, en contra del líder de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador, de igual forma que en los tiempos de Salinas y Zedillo se hacía contra el Sub Comandante Marcos, sin que el IFE o el TRIFE alguna vez, por error siquiera, multaran o hicieran un pronunciamiento de defensa de la figura del mejor conocido con el descalificativo de “Peje” y todo lo que él representa.
Así las cosas, el PRI e incluso el PAN tenían el camino libre para cometer cualquier tipo de fraude electoral y de la magnitud que quisieran, ya que, ante cualquier protesta de Andrés Manuel, los medios de comunicación, a través de sus merolicos y perros defensores de la mano que les da de tragar se iban a encargar, tal como fue, de decir que era lógico que una persona mesiánica, obcecada, etcétera como Andrés
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