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AUTONOMÍA E IDENTIDAD DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS ANTE LA GLOBALIZACIÓN

PsycotropicoEnsayo18 de Marzo de 2019

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AUTONOMÍA E IDENTIDAD DE LOS PUEBLOS

INDÍGENAS ANTE LA GLOBALIZACIÓN

César Gerardo Gutiérrez Aguilar

Los pueblos indígenas de América Latina son los herederos y los guardianes de un rico patrimonio cultural y natural, a pesar de haber sufrido desde la época de la colonia y hasta hoy el despojo de sus tierras y territorios ancestrales y la negación de su identidad étnica, lingüística y cultural. Ante estos procesos destructivos, se demuestra la vitalidad de los pueblos indígenas, no sólo en haber sobrevivido como etnias y pueblos sino también en vigilar y cuidar este patrimonio, y especialmente en las últimas décadas, de demandar su reconocimiento y protección por parte de la sociedad dominante, la cual ha sido depredadora hasta la fecha de sus recursos humanos, ambientales y culturales. Es una constante lucha por lograr la autonomía, el respeto por sus derechos, costumbres y tradiciones. En esto contexto los pueblos indígenas no sólo enfrentan grandes riesgos de una pérdida acelerada de su cultura, sino también grandes dificultades de integrarse sin perder su identidad, a la actual sociedad económica global, la cual induce la falsa idea de que tarde o temprano beneficiará, o al menos involucrará, a todos los habitantes del globo terráqueo. Lo cierto es que conforme avanza el tipo de globalización en curso no hace sino excluir más y más a grupos sociales, a naciones y hasta continentes completos. A diferencia de países como Canadá, Australia, Colombia, Brasil, Ecuador y Paraguay cuyos gobiernos han reconocido la autonomía de estos pueblos, respetando el hecho de que son culturas anteriores a la formación de los estados; por el contrario en México, se ha vivido un retroceso en este aspecto a partir de las reformas constitucionales de la última década del siglo XX.

¿Qué es lo que ha impedido al gobierno mexicano reconocer la autonomía y respetar la identidad de sus pueblos indígenas? Es una cuestión que me parece muy compleja, ya que no se puede reducir a un solo factor esta incapacidad de respetar al diferente, en este caso, a los indígenas. Y no podemos reducirlo a un solo factor, por la complejidad de la misma realidad mexicana, de la sociedad, sin embargo, creo que se pueden deducir algunos puntos que son esenciales en este gran conflicto mexicano.

Por un lado, al hablar de la autonomía indígena, tendríamos que considerar lo que representa que en un estado establecido como soberano, con un poder que lo rige y gobierna, y donde cada habitante es reconocido como igual; exista un grupo que se maneje independientemente de los lineamientos legislativos a los que los demás grupos tienen que sujetarse. Pero la cuestión va mas allá de privilegiar a algún grupo o minoría, al otorgarle el control y el poder de gobernarse a si mismos en un espacio considerado como propio, y que tal vez desde este punto de vista es porque el gobierno mexicano no acepta otorgar esa autonomía a los pueblos indígenas del país, argumentando que por ser ciudadanos mexicanos deben estar dentro del estado de derecho y cumplir con las mismas obligaciones de los demás ciudadanos, así mismo como ser regidos por las mismas leyes que imperan para todos. Antes estos argumentos deberíamos antes que nada preguntarnos si el indígena aquí en México es realmente tratado como ciudadano de un país que lo margina y no le respeta sus derechos mas elementales. En el contexto actual, ante el acelerado desarrollo de sociedades globalizadas, se va tratando de considerar a todos los habitantes, ya no solo de un determinado país o región, sino de todo el globo terráqueo, como ciudadanos del mundo, denominación muy trillada en los últimos tiempos y que es usada a manera de slogan por quienes defienden las ideas de la globalización, y van creándose modelos o conceptos limitados del ser ciudadano, y como menciona Vargas Valente, que aunque se reconozcan la diversidad, a los diferentes se les considera y trata como desiguales “fuera de la norma y excluidos.”  [1] Y si bien estas diferencias son evidentes entre los diferentes grupos sociales que conforman alguna población cualquiera, debiera existir algunas similitudes entre estos a fin de ser considerados como ciudadanos del mismo espacio, y estas semejanzas deberían de presentarse en torno a los derechos civiles, políticos y sociales a fin de poder hablar de una concepción justa y equitativa de personas que habitan el mismo espacio político y son sometidos a las mismas normas. En este sentido, Marshall parte de estas tres dimensiones de derechos como referencia para identificar rasgos comunes al concepto de ciudadanía y que deben ser respetados en cada grupo social y en cada habitante de estos si se quiere considerársele como tal y si se quiere que se someta a las mismas obligaciones: “la igualdad formal de derechos y obligaciones, la pertenencia a una comunidad política, garantías para el ejercicio de los derechos ciudadanos y la existencia de un espacio público de referencia.” [2] 

En el caso de los indígenas mexicanos, resulta evidente que dichos rasgos no corresponden a los de los demás habitantes del país, de hecho ni siquiera se puede hablar de que entre otros distintos grupos del país se presenten, pero eso debe ser tratado de manera más particular y ahora nos abocaremos a la situación indígena solamente. Aquí el rasgo que sobresale y es importante mencionar, es lo referente a los derechos y las garantías para el ejercicio de estos, el lo cual el indígena no tiene voz que pueda o se quiera ser escuchada para reclamar y hacer valer algunos de sus derechos, mucho menos la tendrá para participar en las decisiones y en la transformación de la sociedad de la cual se le quiere hacer creer que forma parte. García Canclini resalta que “la importancia de los derechos radica en su sentido de construcción cambiante en relación con prácticas y discursos.” [3] Y al hablar sobre una reconcepción de la ciudadanía agrega que se debe “reivindicar los derechos de acceder y pertenecer al sistema sociopolítico como el derecho a participar en la reelaboración del sistema, definir por tanto aquello en lo cual queremos ser incluidos.” [4] 

Y ¿en que quiere ser incluido el indígena? ¿realmente el indígena en nuestro país puede ser incluido en la realidad global actual? Y en caso de que se le pueda integrar y tomar en cuenta ¿bajo que condiciones se puede lograr esto? Quizás para el gobierno y la clase dominante el resolver estas cuestiones ha sido muy fácil, y claro, muy conveniente la manera en que han sido “incluidos” los indígenas dentro del sistema. Por un lado hay que considerar la lucha por la territorialidad entre ambas partes, gobierno e indígenas, que para estos últimos, ha representado además de la necesidad de aprovechar sus espacios, para vivienda y trabajo (por medio de la agricultura), un medio para lograr la prevalencia de su cultura, de sus raíces. Es necesario pertenecer a un lugar, y en este desenvolverte, ya que esto te va a permitir echar raíces, lograr construir tu identidad personal a partir de esa identidad social y viceversa. Esto lo sabe el gobierno, al retirarlos de los territorios en los que han permanecido por varios siglos, logran quitarles una parte de ellos, desarticularlos, y desvanecer la unión en la que de una manera u otra se encuentran. Y esto conviene al poder ya que se ven beneficiados de muchas maneras, y una de las mas importantes es han logrado manipular territorios a su antojo, explotando los recursos naturales que abundan en algunas de estas zonas. Así pareciera que la solución a este asunto ha sido “permitir” al indígena habitar estas tierras, trabajarlas, mas no poseerlas.

Por otro lado está la cuestión ideológica, al analizar este tema, desde los puntos de vista de la psicología social, cabe mencionar el concepto de ideología manejado por el marxismo como falsa conciencia, en la que se siguen las pautas morales y de actuación de la clase dominante. Se ha querido someter a los grupos indígenas a una ideología que dista mucho de sus características culturales, bajo los intereses económicos, que son los que constituirían en esta situación nacional, la clase dominante y que se han inclinado hacia estos territorios, haciendo mas difícil otorgar la autonomía a sus originales propietarios. También se distingue en esta tendencia globalizante, que busca adaptar al individuo al todo, al sistema, a un estándar de vida igual para todos, en el que no se respetan diferencias individuales ni culturales, y se les busca acomodar en un solo patrón o modelo. Esta tendencia hacia el aculturamiento ha constituido también, un factor que ha dificultado la negociación entre gobierno y los pueblos indígenas. Se ha tratado de integrar y adaptar a los pueblos indígenas al estilo de vida dominante, estilo de vida que no es y nunca será el suyo, olvidándose de la riqueza cultural que se puede perder en ese proceso, y de la injusticia que se pueda cometer hacia estos pueblos que han de dejar su autonomía y derechos al servicio de una estructura social imperante e impuesta, que nada tiene que ver con su forma de vida, y que además los pone en una seria desventaja. Se trata pues de imponer una ideología que representa “un proceso ocultador, distorsionador de una realidad, que permite explicar por qué una persona puede no solo aceptar explicaciones descalificantes para sí como miembro de un grupo, sino aun reproducirlas y autoaplicárselas; reproduciendo los mecanismos de opresión o de marginación; o bien aceptando una norma cuyo contenido exalta la igualdad y permitir a la vez formas de acción social que mantienen la desigualdad, razonando, congruentemente, que esta desigualdad es merecida por ciertas categorías de personas que carecen de ciertas cualidades o condiciones, o porque no tienen capacidad o por ser ese el orden natural de las cosas y, por lo tanto, la manera justa de vivir.”[5] Consiguiendo con esto, mantener esa actitud pasiva de estos pueblos ante un destino impuesto y creado por la clase dominante que los gobierna pero a la vez los margina, una actitud fatalista ante las circunstancias nada favorables y que es mantenida gracias a ideologías impuestas externamente y a conveniencia de unos cuantos utilizado como un valioso instrumento para mantener el orden y el sistema imperante, con lo cual “le ahorra a las clases dominantes la necesidad de recurrir a los mecanismos de coerción represiva, facilitando así el dominio social; y al inducir un comportamiento dócil frente a las exigencias de quienes tienen el poder, contribuye a reforzar y reproducir el orden existente.”[6]  Esta ideología que deja al indígena caer en el conformismo es solo una forma de mantener el poder impuesto, desde la colonia, sobre estos pueblos indígenas que solo han visto ver pisoteados sus derechos y explotadas sus tierras sin la fuerza o actitud necesarios para reaccionar de manera adecuada para lograr un trato justo y para obtener las verdaderas ganancias que merecen, puesto que terminan por estar de acuerdo con las normas y criterios impuestos, ajenos como se ha dicho a estos pueblos, otrora aguerridos y feroces defensores de sus creencias y costumbres, pero que ahora han terminado por ceder ante la fuerza que el Estado y las clases dominantes han ejercido sobre ellos. En esta relación hablamos del ejercicio de poder sobre el indígena, puesto que “poder es aquel carácter de las relaciones sociales basado en la posesión diferencial de recursos que permite a unos realizar sus intereses, personales o de clase, e imponerlos a otros”[7] y esta fuerza o poder ejercidos sobre ellos tiene como único objetivo la dominación social de un grupo sobre otro, es este caso, una minoría impone su forma de pensar sobre los demás, y ejerce ciertos derechos sobre los que considera inferiores y bajo su dominio a los cuales impone sus propias normas y explota impunemente en este sistema capitalista predominante desde el siglo pasado y que mantiene atados a los países subdesarrollados a su ideología, donde los grupos sociales más encarecidos, gracias al mismo sistema, son los que más la padecen. Y aún cuando es evidente el fracaso de dichas tendencias hoy en día, al vernos muy lejos aún, o quizás más de lo que imaginábamos, del anhelado bienestar de la sociedad; aún así en nuestro país se sigue tratando de imponer el estilo positivista en la forma de manejar ciertas problemáticas existentes, como es en este caso específico la problema indígena, donde no sólo se les margina y excluye de las políticas económicas y sociales de mejoramiento, sino que se les trata de imponer una manera de pensar que no les corresponde y que dista mucho de su identidad. La clase dominante impone su verdad acerca de la realidad, la verdad que ésta misma percibe, asume como verdad y no acepta la de otros. Ovejero menciona a Nietzsche, quien hablaba de sistemas de razonamiento que en realidad son sistemas de persuasión, esa idea de tener la razón que esconde una “voluntad de poder.”[8] Y agrega “quienes abrigan tales pretensiones se colocan por encima de aquellos a quienes exigen conformidad y, por tanto, los dominan.”[9]

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