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Actitudes Y Valores En La Educacion


Enviado por   •  2 de Diciembre de 2012  •  4.233 Palabras (17 Páginas)  •  643 Visitas

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Actitudes y valores

Darle una mano y ayudar a la escuela significa aportar elementos para resignificarla o despertarla del sueño en el que se encuentra. Una escuela dormida o envuelta en sueños de autodestrucción no puede ser socialmente útil ni institucionalmente significativa... y esa sensación de “escuela vacía o comunitariamente disminuida, empequeñecida, desvalorizada” recorre nuestro escenario y se introduce en el corazón de muchos de nosotros. Más allá de los documentos oficiales, de los desarrollos teóricos de formulaciones ideales... los sentimientos chocan con ciertas imposibilidades que quiebran nuestra voluntad.

Como diestros integrantes de un equipo interdisciplinario convocado para resolver el problema edilicio de esta escuela, nueva y querida, intentemos comenzar nuestro trabajo por la fundación misma del edificio, utilizando también una palabra cuyo significado excede lo edilicio y se instaura en lo social.

LA ESCUELA ES FORMADORA DE HÁBITOS Y DE ACTITUDES

La escuela tiene un propósito netamente educativo, y educar es fundamentalmente desarrollar hábitos. Los hábitos pueden ser definidos como la segunda naturaleza de lo humano. El hábito es o que tenemos como propio y asociado necesariamente a uno mismo. Es la proyección del ser en el hacer: “casi sin pensarlo hago lo que soy, porque en algún momento construí con mi pensamiento y mi voluntad la decisión”.

Formar educativamente hábitos significa proponernos hábitos positivos, hábitos que conducen al bien. Nadie arma un sistema educativo para multiplicar vicios, sino para sembrar (y cosechar) virtudes. Aún los autores que rechazan la formación de hábitos, como Russeau, quieren liberar al ser humano natural del lastre de costumbres que la sociedad pone en cada uno de sus miembros... pero pretenden construir el camino para los verdaderos hábitos educativos y personalizantes.

Los hábitos vuelven estable la conducta y, por sobre los hechos circunstanciales, predisponen a enfrentar al mundo, a la realidad, al obrar y a las personas de un modo determinado: es lo que denominamos actitudes. ¿Qué son las actitudes? Son predisposiciones del obrar; se muestran en el individuo “dispuesto y preparado para”, “abierto de manera permanente a”, ”habituado voluntariamente”, "interesado en”.

La actitud es una conducta que se torna habitual y para ello requiere en su progresiva constitución, una iluminación intelectiva y una decisión volitiva. Es un tipo particular de hábitos que se concentra en los aspectos fundamentales de la persona y en sus relaciones con los demás.

Las actitudes constituyen un sistema relativamente estable de percepciones y evaluaciones, de sentimientos y emociones, de tendencias a la acción, organizado en relación a una situación significativa o con un objeto propuesto. Engloban elementos perceptivos, interpretativos y valorativos, y una disposición a la acción interior o exterior.

Tienden a expresarse respondiendo a los siguientes caracteres:

Autonomía: por la capacidad de decidir y de elegir la conducta, sin depender de la influencia de las circunstancias del momento.

Coherencia y constancia: por la capacidad de mantener en la conducta una dirección y un sentido constantes frente a los objetivos fijados.

Oportunidad: capacidad de evaluar, decidir, reaccionar con economía de tiempo y de medios, evitando la indecisión y la insignificacia operativa.

Facilidad: capacidad de aprovechar el aporte de los recursos internos en la dirección deseada, con rapidez y coherencia.

No hay educación sin formación de actitudes, sin contenidos actitudinales. Pero no se trata de un agregado supletorio de un núcleo sustancial constituido por los contenidos conceptuales y procedimentales.

La dificultad que implica someterlos a los esquemas tradicionales de evaluación puede hacernos concluir que es un complemento artificial y prescindible. Por el contrario: no habrá educación ni habrá escuela si es que no hay una constelación de actitudes que formen a la persona misma en su centro fundamental de decisiones.

Deberíamos preguntarnos: ¿es lo que efectivamente estamos haciendo en nuestras escuelas?

LA FORMACIÓN DE ACTITUDES Y CONSTELACIÓN DE VALORES

Las actitudes llevan al tema de los valores porque expresan los distintos modos de situarse frente a los valores de la realidad y de la vida. Entendemos el valor como una propiedad de las realidades objetivas, ideales o proyectuales, o una cualidad de ciertas formas del ser y del actuar por las cuales ciertas cosas son apreciadas, deseadas y realizadas.

Como el valor se muestra para ser reconocido, con explícito derecho a ser y a realizarse, se impone como una obligación que se debe respetar, atender y promover, como un ideal deseable inagotable, como tarea y al mismo tiempo como proyecto... Las actitudes deben guiarse por la apertura y la realización de tales valores.

Las actitudes se sitúan entre los valores y las conductas, constituyendo la mediación vivida entre los primeros y las segundas. Se derivan necesariamente de los valores y orientan efectivamente la conducta, comunicándole dirección, sentido, tensión y fuerza.

Si la historia personal del hombre es, en gran parte, la historia del descubrimiento, la definición, la determinación de los valores y la expresión y vivencia de los mismos en cuadros, jerarquías, proyectos y sistemas... Las actitudes son los comportamientos estables que los exhiben y expresan.

De la misma manera que clasificamos los valores podemos clasificar las actitudes. Hay una construcción simétrica de ambos trayectos, de tal manera que el terreno propicio para el florecimiento axiológico se debe producir en lo actitudinal.

Una escuela axiológicamente neutra, ajena, confusa o vacía... no puede pretender generar actitudes.

Una escuela cuyos discursos no estén recorridos por valores (y valores claramente jerarquizados) no puede pretender el desarrollo de conductas estables, de actitudes favorables. Una escuela que no sume a los discursos los hechos, a las palabras los modelos no hará florecer ni los valores ni las actitudes. Es posible que esporádicamente circulen por sus estructuras algunos valores y florezcan, por azar, algunas actitudes pero no logrará sembrar la constelación de valores y de actitudes que toda personalidad, con un perfil de auténtica humanidad, requiere.

La educación ha relegado en sus palabras y en sus estrategias este universo personal

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