Antecedentes del estallido social en Chile

Desde el pasado 18 de octubre de este año las masivas protestas sacuden a Chile, en donde gran mayoría de las clases sociales se están manifestando desde los “cacerolazos” hasta multitudinarios destrozos, sin duda alguna podemos ver reflejado el “estallido social” desde una perspectiva histórica en donde el denominado modelo económico chileno juega un rol principal mostrando cifras macroeconómicamente sanas para América Latina, pero dentro del territorio provocando la desigualdad.

A fin de deslindar la variedad de antecedentes de este proceso, tomaremos como guía la popular frase utilizada como lema por distintos actores durante el estallido: ‘’No son 30 años, son 30 pesos’’. Dicha expresión, al haber ganado un uso bastante transversal, demuestra su contundencia y elocuencia a la hora de cumplir una función explicativa a este fenómeno, sin embargo, en ella misma se puede hallar una interesante y a su vez irónica dicotomía si es que nos comenzamos a cuestionar por qué particularmente esos 30 pesos fueron el detonante más efectivo en décadas donde diversos han sido los malestares sociales, motores de una progresiva fragmentación institucional.

Conviene entonces, repasar a grandes rasgos los antecedentes pertinentes desde la perspectiva de esta cantidad de tiempo ya mencionada, y es que precisamente si retrocedemos esas 3 décadas, nos situamos precisamente en el fin del régimen militar y la posterior transición a la democracia. Muy mentada por estos tiempos es la constitución creada en este periodo, su calidad antidemocrática, y que sin duda definiría el camino a las políticas liberales que han regido nuestras pautas en estos años, llegando al punto en el que estamos hoy, en donde parece tener los días contados, imponiéndose mas bien como un ente cancerígeno al cual extirpar. Empero, durante el tiempo que se daba fin a la dictadura y los años siguientes, es posible identificar causas que si bien están inevitablemente ligadas a la constitución vigente, arrastran consigo problemáticas que se consolidan ya incluso con los nuevos gobiernos de la concertación, las cuales tienen que ver con el debilitamiento de la participación y organización política de la sociedad civil, los movimientos sociales surgidos en dictadura poseían características y fundamentos totalmente ad-hoc a lo que se vivía en aquella época, y esas bases inevitablemente cambiarían con la transición y la consolidación de un nuevo modelo económico, caracterizado por un dinámico crecimiento en ingreso y consumo, pero que a su vez ha generado una mayor grieta de desigualdad y precariedad en distintos polos de la vida del chileno, siendo este el nuevo punto de partida para la debilitación paulatina de la asociatividad y los lazos sociales, surgiendo nuevas formas negativas de expresión como lo son la desconfianza y el desinterés por la política (De la Maza, 2003).

Ya adentrándonos en el presente siglo, al menos buena parte de su primera década, a la ciudadanía chilena en general se le vio adormecida y displicente ante las gestiones de gobiernos pertenecientes a la concertación que parecían, al menos superficialmente, mantener una cierta serenidad en el panorama sociopolítico del país, sin embargo, con el transcurso de los años venideros esta situación fue mutando inevitablemente, con el surgimiento de nuevos grupos sociales impulsados por las nuevas generaciones con sus pertinentes demandas, se fue haciendo notoria la incapacidad del gobierno a la hora de comprender y responder a estos nuevos fenómenos, esto sumado a otras no menos importantes situaciones que fueron tomando notoriedad, tales como hechos de corrupción y el vinculo entre privados y política, potenciaron aún más la deslegitimación  y la desafección político-ciudadana (Torres. N, 2018).

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