Análisis de los discursos del CILE 2019
Yamila Herrera AgüeroEnsayo21 de Febrero de 2020
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[pic 1]Instituto de Educación Superior ‘Simón Bolívar’
Profesorado de Lengua y Literatura en Educación Secundaria
Cátedra de Socio y etnolingüística
¿Qué decimos cuando hablamos?: análisis de los discursos del CILE 2019 desde una perspectiva glotopolítica
Profesora: Romina Grana
Estudiantes: Yamila Herrera Agüero
Rita Anahí Vera
4to Año “A”
2019
‘Cualquier idioma, por pequeñito que sea, es algo sagrado’
Joaquín Sabina
Introducción
El lenguaje atraviesa todas las dimensiones de la vida social. La vida cotidiana, la vida amorosa, la vida académica. Nuestras formas de decir y pensar plantean también nuestras representaciones acerca del mundo: “el significado de las palabras es público y está estrechamente ligado a nuestra vida social; al hablar explotamos diferentes mecanismos que no dependen exclusivamente de lo que hay en nuestras cabezas”. (ALMAGRO HOLGADO, 2018: 2)
Las problemáticas teóricas sobre las relaciones entre lengua y sociedad nos invitan a pensar sobre las concepciones de mundo que emergen de los discursos sociales. En este sentido entendemos que pensar la lengua es pensar sus dimensiones ideológicas y políticas.
Será nuestro propósito analizar, desde una perspectiva glotopolítica, los discursos de apertura del Congreso Internacional de la Lengua Española 2019. Para ello recuperamos las categorías de análisis y conceptos de diferentes estudiosos de la lengua. También, intentaremos rastrear las huellas de ciertos estereotipos sobre la lengua española.
Aproximación teórica
Los discursos sociales construyen y son construidos por diversos sentidos que atraviesan las prácticas lingüísticas. Estos sentidos no circulan simétricamente. Por el contrario, son espacios de disputa donde se legitiman formas de ver el mundo que a la vez regulan las prácticas sociales. Las ciencias en general y las ciencias de la lengua en particular no son ajenas a estos conflictos. Los paradigmas científicos hegemónicos se construyen en el seno de disputas y producen efectos de verdad. De esta manera, si los pensamos como una construcción discursiva del conocimiento que busca la verdad, podemos deducir que no existe una verdad, sino que la verdad también es una construcción.
El saber es una forma de construcción de la verdad, la posibilidad de construir una visión del mundo a través de formas legitimadas de estudiar la realidad. Según Foucault la “historia del pensamiento en tanto pensamiento de la verdad” (Foucault, 1985: 231)
En este sentido, el lenguaje, las significaciones y las prácticas culturales, son constitutivas de las prácticas humanas y no elementos exteriores que se incorporan a las mentes humanas a través de la socialización.
Según Bourdieu (1985), la idea de lenguaje como tesoro compartido por toda la humanidad, presenta algunos puntos cuestionables. Por ejemplo, el acceso a la lengua como una posibilidad equitativamente compartida representaría desconocer las dimensiones de poder conflictivas que la atraviesan.
Si la lengua es un sistema abstracto ajeno a la praxis de los hablantes, ¿cómo podría ser entendida en su dimensión política e ideológica? La lengua como un tesoro compartido igualitariamente por una comunidad de habla encierra otro concepto que puede discutirse, la homogeneidad: “la lengua saussuriana, ese código a la vez legislativo y comunicativo que existe y subsiste al margen de sus utilizadores y sus utilizaciones, tiene todas las propiedades comúnmente reconocidas como lengua oficial”. (Bourdieu, 1985: 19)
La lengua oficial se construye como un discurso normado a la vez que normativo cuyos efectos de sentidos regulan el habla de una comunidad. La lengua oficial tiene estatuto de lengua legítima, regula qué, cómo y quién dice en los diferentes espacios sociales. Este capital simbólico no pertenece de manera igualitaria a todos los sujetos sociales. Por el contrario, la norma culta otorga voz a algunos discursos y silencia otros: “la lengua oficial se ha constituido vinculada al Estado. (…) [Esta constitución configura] las condiciones de la creación de un mercado lingüístico unificado y dominado por la lengua oficial: (…) esta lengua de Estado se convierte en la norma teórica con que se miden objetivamente todas las prácticas lingüísticas”. (Bourdieu, 1985: 19)
La lengua oficial configura los habitus lingüísticos de los sujetos y éste estructura las prácticas sociales de los hablantes. Las huellas de estas relaciones se actualizan en los discursos en donde además se construyen, negocian y disputan las identidades sociales. Es así que entendemos a la lengua y todas sus realizaciones desde su productividad ideológica y política. Los capitales simbólicos que se ponen en juego en los mercados lingüísticos están legitimados por diversas instituciones que regulan el habla. La escuela es una de ellas y reproduce la lógica de dominación que atraviesa la lengua legítima. Esta lógica de dominación no solo incide en las formas de hablar, sino también en las formas de pensar:
“en el proceso que conduce a la elaboración, legitimación e imposición de una legua oficial, el sistema escolar cumple una función determinante, (…): el maestro del habla es por eso mismo el maestro del pensar. Actúa diariamente a través de su función sobre la facultad de expresión de cualquier idea y emoción: actúa sobre el lenguaje”. (Bourdieu, 1985: 22)
Los pensamientos unificadores y presentados como verdades naturales construyen núcleos duros de sentido común que configuran las identidades sociales y las representaciones lingüísticas.
Arnoux y del Valle (2010) sostienen que “toda colectividad humana se caracteriza por la existencia de ciertas condiciones sociales y relaciones de poder. Son estos factores contextuales los que estructuran el mercado lingüístico, el régimen de normatividad o sistema que asigna valores diferentes a los usos del lenguaje”. (Arnoux y del Valle, 2010: 2)
Según estos pensadores los estudios de los usos de la lengua no pueden disociarse de las posiciones sociales de quienes la utilizan: “el fenómeno lingüístico se constituye como tal en un contexto que, puede ser definido en términos que abrazan lo social, lo cultural y lo político”. (Arnoux y del Valle, 2010: 2)
En el aparato teórico-analítico que proponen destacan las nociones de ideología, ideologías lingüísticas, representaciones sociales, representaciones sociolingüísticas e ideologemas. Recurriremos también a Henry Boyer (2009) a la hora de pensar las problemáticas de la sociolingüística.
Los discursos no son productos acabados, sino espacios sociales en los que “las representaciones del lenguaje adquieren plena significación al ser entendidas a la vez como productos de contextos [sociales, culturales, lingüísticos] como intervenciones sobre los mismos”. (Arnoux y Del Valle, 2010: 19)
El objeto de estudio de los análisis de estos autores son las representaciones sociolingüísticas: “las representaciones sociolingüísticas actúan en la estructuración del contexto y como toda representación social, producen una modelización del objeto, legible en, o inferida de, diversos soportes lingüísticos, comportamentales o materiales”. (Arnoux y Del Valle, 2010: 3)
La idea de contexto está asociada con los regímenes de normatividad, es decir los espacios donde se legitiman las lenguas a través de diversos mecanismos sociales, culturales y políticos. Desde esta perspectiva teórica analizar discursos sociales implica rastrear las huellas del proceso de producción de dichos discursos. Huellas que emergen analíticamente de las representaciones sociolingüísticas. Henry Boyer sostiene que las representaciones pueden analizarse reconociendo: “las actitudes; los estereotipos; la imagen y la opinión”. (Arnoux y Del Valle, 2010: 3)
Las representaciones sociolingüísticas son espacios de disputa y construcción de identidades sociales; compartimos con estos pensadores la concepción de lengua como proceso social que se actualiza en el habla. En este sentido, hablar no sólo expresa la individualidad, hablar significa decir cosas sobre el mundo, expresa una visión de mundo atravesada por múltiples dimensiones y disputas.
Entender al lenguaje producido en contextos sociales implica visualizar su dimensión ideológica en general y las ideologías lingüísticas en particular. Los autores retoman la propuesta de Althusser para definir ideología: “la ideología es un sistema (que posee su lógica y rigor propios) de representaciones dotadas de una existencia y de un papel histórico en una sociedad dada”. (Arnoux y Del Valle, 2010: 4)
Entonces, las representaciones sociolingüísticas están atravesadas por ideologías que a su vez son ideologías lingüísticas, son “elementos fundamentales de los regímenes de normatividad en los cuales se interpretan las prácticas lingüísticas. (…), los regímenes de normatividad son generadores de discursividades legítimas”. (Arnoux y Del Valle, 2010:6)
José del Valle (2007) sostiene: “lo que caracteriza el uso que aquí propongo de discurso es, primero, su carácter perfomativo, es decir, su relación dinámica con el contexto, y segundo, su condición ideológica en el triple sentido que le he asignado aquí al término: contextual, naturalizador e institucional” (Del Valle, 2007: 3).
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