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Cambios Socioeconomicos Y Politicos En Clombia


Enviado por   •  14 de Marzo de 2014  •  1.460 Palabras (6 Páginas)  •  261 Visitas

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EL PROBLEMA es que vivimos un proceso económico improductivo e ineficiente, con poca demanda interna y sin competitividad internacional; una confrontación política exacerbada, mitómana y corrupta con una lucha armada sin perspectivas de ganadores pero con grandes pérdidas humanas y económicas; una altísima concentración de ingresos que tiene su compartida en una excesiva pobreza, un mercado reducido, encerrado y monopolizado finalmente, un asistencialismo y paternalismo decimonicos”

ENSAYO

En cuanto al proceso económico improductivo e ineficiente, con poca demanda interna y sin competitividad internacional es una verdad tan grande que nos encontramos ante una situación de múltiples tratados internacionales de comercio, sin contar con la actitud para asumir ese reto. Colombia se ha caracterizado siempre, por ser un país exportador de materias primas o de productos sin procesar o procesados muy elementalmente. Cualquier persona sabe que es muy poco lo que gana el campesino que ordeña la vaca o recoge el café y mucho lo que captan quienes están al final de la cadena productiva, que es digamos donde se suma el esfuerzo de todos aquellos que han participado en el proceso, al punto que quien más gana es quien más se acerca al consumidor final.

Nuestro país en vía de desarrollo, vende petróleo y compra gasolina, y pudiendo construir refinerías para ganar más, permite que los extranjeros se queden con las ganancias; se vende el grano de café para que luego nos vendan el café procesado y sólo tenemos una fábrica de café liofilizado en Chinchiná que da muchas ganancias pero es sólo una; se vende el cacao y a nosotros nos venden las chocolatinas y chocolates elaborados con ese cacao en otros países; vendemos el caucho sacado del árbol y luego nos venden las llantas; vendemos prendas de vestir, para que les pongan etiquetas extranjeras y luego nos los vendan como gringos o italianos o de cualquier otro país, en fin, la lista sería infinita para demostrar lo inocentes que somos para el comercio internacional.

Nuestras grandes empresas le dan la espalda a las costas y se sitúan en el centro del país, como si a propósito se quisiera incrementar los costos de transporte para ser poco competitivos. El colmo de los colmos fue vender la Flota Mercante Gran Colombiana, cuando más se necesitaba para asumir los múltiples tratados que hoy nos inundan. Hace algunos años en tiempos del Presidente Gaviria, se dio inicio a la apertura económica y no se brindaron protecciones a nuestros campesinos; personas que por ejemplo acababan de sembrar caucho quedaron expuestos a la competencia de Malasia que producía más barato, porque en muchos países se protege al campesino, pero en Colombia se le deja a la voracidad de la competencia. En resumen, no estamos muy lejos de aquellos tiempos de la conquista, cuando se cambiaba oro de los indígenas por baratijas de los españoles, no es sino ver los mercados callejeros para enterarse que la invasión china, coreana y de otros países es evidente y sin pagar impuestos.

Realmente, Colombia no está preparada para lo que se viene en comercio internacional, le estamos entregando en bandeja de plata la incipiente industria colombiana, las empresas y hasta lo más elemental, ya hasta la bandeja paisa es internacional, porque el arroz y demás ingredientes los traen del exterior.

En el tema de la confrontación política exacerbada, mitómana y corrupta, pues no es sino mirar el escudo nacional, en donde reza Libertad y Orden, las dos consignas de liberales y conservadores, que por unos trapos rojo y azul nos han tenido en una guerra continua desde las propia independencia, la guerra de los mil días cuando perdimos a Panamá y dejó muertos a diestra y siniestra, la época de la violencia, suspendida con el frente nacional que llevó a la corrupción generalizada porque liberales y conservadores se repartían la torta del poder milimétricamente y nadie vigilaba el saqueo al erario público. Y ahora, otra vez la guerra por otros medios, con más dinero sucio de por medio, pero con la misma violación descarada de los más mínimos derechos fundamentales. Pareciera que liberales y conservadores se lucraran de un conflicto infinito, donde los únicos que mueren, son los hijos de los pobres que son reclutados por la guerrilla, por las autodefensas, por las bandas criminales o las fuerzas armadas. Unos partidos sin ideales que los diferencien en realidad, como decía alguien, la diferencia entre liberales y conservadores es la hora en la que van a misa.

Tal vez lo único rescatable de los últimos años, con la Constitución del 91, es el surgimiento de nuevos partidos que tratan de romper la hegemonía liberal conservadora, pero que se ven a gatas para sostenerse, porque el pueblo desprecia la participación en política, le importa poco quien es elegido porque piensa que igual todos llegan a robar y nunca les pasa nada o a lo mejor les dan la casa quinta por cárcel. La política dejó de cumplir con su función participativa y se convirtió en un ejercicio mecánico para legalizar a los dueños del poder, que son los mismos dueños de la plata, los herederos eternos de la finca que parece ser Colombia, porque es así como se la maneja.

Sobre la lucha armada, sin perspectivas de ganadores pero con grandes pérdidas humanas y económicas es mucha la tinta que se ha gastado para explicar lo que aparentemente es inexplicable, una guerra intestina de más de 50 años, donde los guerrilleros hasta hace poco, se morían de viejos, donde los ideales revolucionarios se cambiaron por el negocio lucrativo de la droga, donde las alianzas no se hacen por ideales políticos o revolucionarios, sino por rutas del narcotráfico y da lo mismo ser de una banda criminal o de las FARC o del ELN o un simple mafioso, pues de todas maneras el Estado siempre buscará alguna disculpa para el perdón y el olvido a los autores y el desprecio infinito hacia las víctimas, que deambulan por toda la geografía nacional sin piernas o sin brazos o sin ojos, con sus padres, sus hijos o sus amigos desaparecidos. Pero esta tragedia pareciera que sólo existiera en la televisión nacional, en los noticieros o en las telenovelas que endiosan a los malos y los vuelven figuritas de colección.

El país está al revés, sin valores, sin norte para las nuevas generaciones, los procesos de paz son una malísima señal para el futuro, pues siempre queda en el ambiente, la única verdad verdadera, que el crimen paga porque tarde o temprano se aparece una amnistía para gozar de los millones mal habidos.

Pero mientras el grueso de la población sufre de una pobreza generalizada, existe al mismo tiempo una altísima concentración de ingresos en unas cuantas familias, que desde sus mansiones en Paris, en Londres, en Miami o últimamente en Dubái disfrutan de la plusvalía que genera la pobrecía en campos y ciudades. Se ven hoy en día más ricos, a la par que se ven más pobres, el desempleo no baja de los dos dígitos, pero se dice que el país va bien, “el país se derrumba y nosotros de rumba” pareciera que es la consigna nacional.

A lo que al asistencialismo y paternalismo decimonicos se refiere podemos resaltar la forma de cómo el mal sistema de gobierno ofrece pañitos de agua tibia a todo este Estado de cosas horribles, en vez de enseñar a pescar, da limosna de pescado para mutilar el deseo de trabajo de los ciudadanos, mediante sistemas como familias en acción para ganar el respaldo político, o se construyen casas para entrega gratuita con el dinero de los contribuyentes, pero se hace pensar que es un favor del gobierno y se reclaman votos por esa “generosa” actividad. El Sisben es utilizado hasta por padres de los padres de la patria como ocurre con un reconocido congresista Risaraldense, al que seguramente no le alcanzan los 30 millones de su salario para suplir esa necesidad. A otro senador se le ocurrió decir que no le alcanzaba para la gasolina de la narco Toyota que el congreso puso a su disposición. Vivimos en un país de contrastes, donde el descaro es ley de la república, la indelicadeza con lo ajeno prerrequisito para acceder a cargos públicos; nos quedamos con la letra del tango cambalache del siglo XX problemático y febril donde el que no roba es un gil, si, un montañero que no tiene ningún derecho a vivir en esta bella tierra de promisión que Dios quiera que pronto encuentre su rumbo, su norte para que nos perdonemos y volvamos a empezar de cero, pero en serio, para que la paz no sea nunca jamás una palabra hueca sino un verbo que se conjugue en todos los tiempos.

Viviana P. Salazar R.

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