Charlas de Café

Charlas de Café

En un bar ubicado en la esquina de Rioja y Dorrego, se encuentran dos mujeres muy bien abrigadas charlando y compartiendo sonrisas.

Una tiene unos anteojos negros los cuales no dejan ver sus ojos, la otra posee una bufanda rosa con brillitos, que llamativamente es iluminada por las luces del bar siendo un día pleno de Sol.

El lugar se va llenando cada vez más y sillas vacías son ocupadas no sólo por personas, sino con historias, con sonrisas en donde todos tienen algo para contar.

Los mozos cada vez más ajetreados tienen que correr de mesa en mesa, recordando qué desea el pedido de cada una. Promociones, cafés con leche, medialunas de todo sale de la cocina que parece estar alimentando a un batallón. Mesa que se desocupa es abordada por nuevos comensales, personas que buscan un trago caliente, en una mañana fría.

De pronto, el mozo interrumpe en la mesa de aquellas mujeres toma el pedido y se retira deprisa, ellas siguen charlando casi tanto que parecen contarse todas sus vidas, todos sus anhelos, todos sus deseos. La calefacción del bar obliga a que se saquen sus abrigos y los colocan en el respaldar de la silla.

Un hombre de edad madura, sentado detrás de ellas, está fumando un cigarrillo mientras lee el diario, llenando de humo el lugar, parece no importarle más que la sección “Ovación” y el resultado de los partidos de fútbol, disputados el fin de semana anterior. Su cara seria y fría contrasta con la “buena onda” del ambiente.

Una pareja entra por la puerta de la mano, miran el lugar como si lo estuvieran analizando y se sientan en una de las mesas. Ella rubia y de ojos verdes, él alto y con cuerpo atlético, parecen formar la pareja perfecta. Mientras esperan al mozo, cada uno escribe con su celular por su lado, ni se miran y una pared de hielo parece formarse entre ellos.

Un encargado del lugar, se acerca hasta el fumador e interrumpe su lectura, parece pedirle amablemente que apague su cigarrillo, el hombre da una última pitada procede a apagarlo, llama al mozo, paga y se marcha un poco disgustado por la situación.

De repente un mozo se acerca a la mesa de las mujeres y les da el ticket de lo que consumieron, pagan con cambio justo, toman sus abrigos y se marchan como la juventud que alguna vez tuvieron.

La pareja que acababa de ingresar interrumpe la vista en sus celulares, sólo cuando el mozo se para junto a la mesa, ellos le dicen que quieren, el mozo se marcha y vuelven a volcar sus miradas en los celulares. Desayunan sin muchas palabras entre ellos y al cabo de un rato pagan y se van del lugar, de la mano como cuando llegaron.

El bar se va vaciando de a poco, el mediodía se está acercando, los mozos ya con menos trabajo se

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