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eesme164 de Marzo de 2013

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Página 1 de 26

Gazeta de Antropología Nº 13, 1997 Texto 13-03

- Portada

Resumen

Abstract

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La búsqueda de los principios

de organización de la sociedad

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Mar Llinares García

Universidad de Santiago de Compostela

La búsqueda de los principios de organización de la sociedad

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Mar Llinares García

Universidad de Santiago de Compostela

Es un lugar común en la antropología y en la sociología (e incluso la historia) que existen dos tipos básicos de organización social de la vida humana, sostenidos por dos formas de entender el vínculo que une a los seres humanos formando grupos y que dan origen a esos dos tipos de organización social: según los diferentes autores de los orígenes comunes de ambas disciplinas, estos dos tipos de vínculo se han denominado solidaridad mecánica o solidaridad orgánica (E. Durkheim), estatuto o contrato (H. J. S. Maine), y los tipos de organización social a los que dan origen comunidad o sociedad (F. Tönnies), societas/ sociedad gentilicia o civitas/Estado (L. H. Morgan), sostenidas cada una de estas formas por diferentes principios que marcan una diferencia de esencia entre las formas de organización social.

La suerte que han corrido estos diferentes autores es diversa. Morgan ha tenido gran influencia a través de Engels, que elaboró El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado a partir de las notas que Marx tomó de Ancient society (Lisón, en Morgan 1971; Engels 1975; Kader 1988) y otras obras de los iniciadores de la antropología. La influencia, generalmente ignorada, de Morgan sobre la búsqueda en los autores marxistas de los orígenes del Estado, como hito que supone el paso a la sociedad civilizada, capitalista, moderna, etc., fue enorme. En cuanto a Durkheim, su figura aparece citada en cualquier historia de la sociología y de la antropología que se quiera mencionar, aunque parece que este aspecto concreto de su obra es el que recibe menos atención, sin duda eclipsado por su aportación a la definición de hecho social. Tönnies, por su parte, resulta una figura borrosa. A pesar de que algunos autores señalan que la ciencia social moderna no puede explicarse sin su aportación, mencionando explícitamente la escuela de Chicago y a T. Parsons (Flaquer y Giner, en Tönnies 1979: 15-16; Freund, en Bottomore y Nisbet 1988), apenas aparece citado en las historias de la sociología (como por ejemplo Ritzer 1993) y la antropología, y solamente algunos autores como R. Redfield (1960) reconocen explícitamente la influencia de sus ideas. En cuanto a Maine, a pesar de según algunos autores puede ser considerado el iniciador de esta oposición tipológica dentro de la antropología moderna, escasísimas veces aparece citado por esta causa, excepto, una vez más, en la obra de R. Redfield (Calhoun 1980, n. 6).

Todas estas clasificaciones tienen algo en común: dividir a los grupos humanos en dos grandes clases, la primera de las cuales por lo general carece de algo que sí tiene la segunda, que es la de los autores (la «nuestra»). Vamos a ver a continuación, de forma resumida evidentemente, las ideas que algunos de los fundadores de la antropología y la sociología expusieron sobre las sociedades humanas y sus principios básicos de organización. No se trata de analizar pormenorizadamente la obra completa de cada uno de ellos, tarea ingente por otra parte (Bonte e Izard 1996; Gordon 1995; Aron 1992; Ritzer 1993; Bottomore y Nisbet 1988), sino de resumir brevemente sus ideas sobre la organización de la sociedad, expuestas en una obra concreta, que es la que se recoge aquí ¿Por qué se escogen estos autores y estas obras? No hay más que consultar cualquier obra sobre el tema para observar que aparecen una y otra vez como los iniciadores de este tema, aportando ideas que todavía en la actualidad se encuentran en la base de la antropología y la sociología: qué es la sociedad, cómo se forma, cuáles son los principios que la sostienen... La exposición de sus teorías se hará de forma cronológica, atendiendo a la fecha de publicación de cada una de las obras en las que exponen sus hallazgos.

Las obras que tratan el tema de los orígenes de la antropología coinciden en señalar los años entre 1860 y 1880 aproximadamente como la época del nacimiento de la disciplina. En este momento se establecen sus fundamentos y se definen sus ámbitos y los problemas que va a tratar (Bonte e Izard 1996: Orígenes de la antropología). También es en este momento cuando aparece el tema a tratar, vinculado según algunos autores a los cambios drásticos asociados a la revolución industrial (Calhoun 1980). En un momento inmediatamente anterior se había producido un cambio en las discusiones sobre la sociedad humana: de la oposición entre estado de naturaleza y estado de sociedad presente en los filósofos de la Ilustración, oscilación que suponía una ambivalente consideración del estado de naturaleza (el buen salvaje de Rousseau o Montaigne, o el caníbal sometido a sus pasiones de Hobbes, Kant o Hegel) (Bonte e Izard 1996: Salvaje; Duchet 1975) se pasa a la oposición entre situación primitiva de la humanidad y situación moderna, dentro del modelo evolucionista que articula el conocimiento de la época. Los pueblos no occidentales y los considerados marginales dentro del mundo occidental (campesinos, montañeses, incluso enfermos mentales y niños) conformarían un estadio anterior, tanto histórica como lógicamente, dentro de la historia progresiva de la humanidad. A este período pertenecen los dos primeros autores a considerar: Henry Maine y Lewis H. Morgan.

Henry James Sumner Maine (1822-1888)

La obra más destacada de Maine y a la que vamos a hacer referencia en este momento es Ancient law. Its connection with the early history of society and its relation to modern ideas, Londres, 1939, publicada originalmente en 1861, justo al comienzo del período señalado como de formación de la disciplina antropológica.

La ley, las normas legales, son las bases sobre las que Maine asienta su estudio del carácter del vínculo que une a los humanos en una sociedad. La ley antigua es el recurso a la hora de comprobar «los rudimentos del estado social», junto con «los relatos de observadores contemporáneos de civilizaciones menos avanzadas que la suya, [y] los registros que razas concretas han conservado respecto de su historia primitiva» (Maine 1861: 99). Evidentemente, se trata de un evolucionista, y no se va a insistir más en ello. Cuando se estudian estas evidencias, resulta que la condición primitiva humana era un régimen patriarcal, en que los hombres estaban dispuestos en grupos perfectamente aislados entre sí, grupos que se mantenían unidos por la obediencia al padre. La palabra del padre es «la ley»(1861: 103). Cuando se va avanzando hacia el estado de sociedad, la obediencia a un soberano todavía tiene algo del carácter del poder paterno, pero la propia existencia de un soberano «presupone una unión de grupos familiares en alguna organización más amplia» (p. 104). Ya desde muy pronto en su obra, Maine expone con claridad las diferencias entre las sociedades primitivas y las del presente: «la sociedad en los tiempos primitivos no era lo que se supone que es en el presente, una colección de individuos. De hecho, y desde el punto de vista de los hombres que la componían, era una agregación de familias. El contraste puede ser más enérgicamente expresado diciendo que la unidad de una sociedad antigua era la familia, y de una sociedad moderna el individuo» (p. 104).

La ley antigua presenta ciertos aspectos que se derivan directamente de esta diferencia. En primer lugar, está estructurada para ajustarse a un esquema de pequeñas corporaciones independientes. En segundo lugar, resulta insuficiente porque aún se mantiene la autoridad despótica de los cabezas de familia. Y en tercer lugar es ceremoniosa porque regula algo más parecido a asuntos internacionales que a relaciones entre individuos.

La secuencia por lo tanto es la siguiente: «El grupo elemental es la familia, conectada por la sujeción común al más alto ascendiente varón. La agregación de familias forma la gens o casa. La agregación de casas forma la tribu. La agregación de tribus constituye la nación (commonwealth)» (Maine 1861: 106). La única base posible de las comunidades políticas es entonces el parentesco de sangre, real o ficticio (ver 106 ss.). Llega un momento en que este reclutamiento por parentesco, ya ficticio, se convierte en una aristocracia, cuando una población, que ya no puede reclamar una comunidad de origen, se reúne alrededor del núcleo originario. Estos «inferiores» desarrollan entonces otro principio, que demostrará ser más útil: «Era el principio de la contigüidad espacial, ahora reconocido en todas partes como la condición de la comunidad en funciones políticas» (p. 109).

Al mismo tiempo, se produce otro cambio en la forma del vínculo personal. La «reciprocidad de derechos y deberes que tienen origen en la familia» (p. 140) da lugar a un lazo entre hombre y hombre: es el contrato. Se trata de la famosa expresión de Maine: «Si empleamos estatus (...) para expresar estas condiciones personales solamente [las que tenían lugar dentro de la familia], y evitamos aplicar el término a condiciones que sean el resultado inmediato o remoto de un acuerdo, podemos decir que el movimiento de las sociedades progresistas ha sido hasta ahora un movimiento del estatus al contrato» (1861: 141).

Maine desarrolla entonces las características que presentan las sociedades que entran en la primera

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