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Crónica de un viaje a La Guajira


Enviado por   •  17 de Junio de 2014  •  Síntesis  •  2.023 Palabras (9 Páginas)  •  351 Visitas

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Crónica de un viaje a La Guajira

Riohacha, Colombia — domingo, 27 de enero de 2008

Al parecer el agüero del 31 de diciembre de salir a media noche con las maletas a la cuadra funciona ya que iniciamos la primera semana del año viajando a la hermosa y deslumbrante Guajira. Tierra de contrastes, de clima cálido y seco, de paisajes desérticos poco visitados, un mundo de mitos y leyendas por descubrir y enriquecida por una cultura wayuu e imponente belleza natural.

Todo empezó con un sueño, visitar a la Guajira, conocer y adentrarnos en su cultura y ancestros, legado cultural y patrimonio de nuestro país. Y como tanta belleza fue cierta a través de esta crónica quiero narrarles lo que fue esta experiencia única e irrepetible en la travesía a la Guajira.

Rumbo a nuestro primer destino Valledupar - César, al cual llegamos a las 9:30 a.m. aprox. después de varias paradas. Durante este recorrido pasamos por: Villeta, Guaduas, Honda, Dorada, Puerto Salgar, Puerto Boyacá, Puerto Olaya, Puerto Araujo, San Alberto, San Martín, Pelaya, Agua Chica, Méndez, San Fernando, Pailitas, Curumani, Bosconia, y finalmente llegamos a Valledupar.

Valledupar, sus vallenatos y acordeones y su gente linda hace del César un viaje inolvidable digno de repetir. Nuestra visita al río Guatapurí fue un magnífico escenario de agua dulce al son de su música. Las aguas cristalinas de Guatapurí dejaban apreciar grupos de peces pequeños y grandes que junto a nosotros se chapuceaban en este delicioso río de agua fresca.

Dejando atrás Valledupar y siendo las 10:00 a.m. nos dirigimos a nuestro tan anhelado encuentro con la cultura Wayúu y su Guajira en esplendor. Pasamos por La Paz, La Jagua De Erbirico Urubita, San Juan Del Cesar, Distracción, Fonseca, La Estación y Riohacha. Nuestro arribo a Riohacha fue alrededor del mediodía, un sol abrasador nos da la bienvenida. Ya estando al frente del malecón apreciando el mar de nuestra costa caribeña después de 18 horas de viaje por carretera, tenemos al imponente mar azul, son 1.121 km. los que nos separan de Bogotá.

Una vez estando ahí nos dirigimos hacia la ranchería del Dividivi en donde degustamos un delicioso plato típico de allá, el chivo. Después como cierre de esta visita pudimos presenciar y apreciar el baile de chichamaya, el cual es realizado como un acto representativo de la cultura Wayuu.

Este baile es realizado una vez la niña sale del encierro cuando pasa a ser mujer y debe demostrar su destreza. El baile es armonizado por un sonoro tambor al cual al ritmo de este bailan las niñas hasta que caiga el hombre con el cual se casarán. No podíamos dejar pasar esta oportunidad para también vestirnos como ellas y tratar de bailar el mismo ritmo. Nos pintaron nuestras caras con guricha un mineral que representa alegría y les sirve para protegerse del sol.

Dejando atrás esta ranchería siendo las 3:00p.m. nuestro rumbo era el Cabo de la Vela, nuestro tan anhelado punto turístico a conocer y confirmar si todo lo que se ha escuchado del mismo era cierto.

Todos estabamos ansiosos sin lugar a duda, sabíamos que el viaje iba a ser largo, nos esperaban aproximadamente 5 horas de viaje, de las cuales gran parte era por carretera destapada, sin señales, sin luz y hasta sin compañía desierto adentro. En cuatro vías usualmente se alquilan las camionetas 4x4 para atravesar el desierto, tienen un costo de $500.000 el recorrido.

Así fue, iniciamos nuestra travesía hacia el Cabo de la Vela, a las 6:00p.m. antes de entrar a la última tienda/gasolineria del camino, que me llamó la atención por cobrar $ 1.000 la entrada a un baño rústico y mal oliente, desde ese momento caí en cuenta que el agua para ellos es un recurso muy valioso y apreciado, desde ahí, empezamos a apreciar la importancia de cuidarla y valorarla como es. Definitivamente su escasez nos afecta a todos ante todo por el baño, en el Cabo de la Vela, tienes que pagar el agua que utilices, $1.000 el balde pequeño y $ 2.000 el grande, si no cargar bolsas de agua dulce así sea para bañarse la boca.

Fuertes vientos nos acompañaron durante nuestra estadia allí, cosa que hace este inhóspito lugar frío en las noches lo que amerita un buen saco y cobija para dormir al aire libre en las hamacas, que es lo típico allí. Arena hay por todo lado, dado que el viento la trae del desierto, de la Alta Guajira.

Llegamos finalmente después de algunas perdidas, como les decía antes no hay señales, ni guías en el camino y en medio de la oscuridad, los caminos parecen ser el mismo, siendo las 8:00 p.m. finalmente llegamos al Cabo de la Vela. Se llamo así porque los españoles a su llegada divisaron como si una vela estuviera allí derramando su esperma a este extremo de la Costa.

El cabo de la Vela es conocido por los indígenas como el Camino de las Almas, por donde los espíritus de los guajiros inician su camino después de la muerte hacia lo desconocido.

En esta población habitan aproximadamente 500 indígenas Wayuu, en el pueblo sólo hay una vía principal, a la entrada del pueblo tenemos un puesto de Policía, un Centro de Salud, una tienda de víveres, la Alcaldía, una pequeña Iglesia, y un sin fin de hoteles que ofrecen hospedaje en camas, en hamacas y chinchorros, los más exclusivos incluyen habitaciones con baño privado, las demás compartido.

A la ranchería donde llegamos, la matrona nos ofreció hamacas en un sitio al frente del mar, este lugar tenía una pared y un techo de paja. Allí reposaban una junto a la otra nuestras hamacas para esa noche.

La primera noche fue larga, el ronquido del vecino, el viento que mecía la hamaca, el ruido de las olas del mar, el frío nos abrazaba en una noche estrellada, donde era muy claro observar las estrellas y su constelación.

Era una noche hermosa, mi primera noche en la Guajira, en el Cabo de la Vela, la naturaleza y ese hermoso paisaje nos daba la bienvenida, gracias Guajira, nunca la olvidaré.

Lo mas fascinante fue ver el amanecer, la salida

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