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Curso De Oratoria


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2011  •  12.746 Palabras (51 Páginas)  •  743 Visitas

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Curso de Oratoria Método Ilvem

Capítulo I

INTRODUCCIÓN PRELIMINAR

El movimiento Teosófico necesita hombres y mujeres entrenados, idóneos y deseosos de hacer labor pública de exposición. Esa labor deben hacerla nuestros estudiantes que residen año tras año en una misma localidad y se ven obligados por ese hecho a extender y variar sus estudios. Cuando los trabajadores teosóficos de una ciudad dicen “estamos maniatados aquí porque no tenemos conferencistas”, parecen indicar que por un capricho de los dioses se les ha negado un talento especial y poco común. Pero lo que en realidad están manifestando, para quien sabe, es que han descuidado sus propios poderes latentes, por indolencia o timidez, o demasiado amor propio. Un orador no es un don de los dioses. Es un trabajador entrenado y disciplinado que tuvo el valor de someterse a un breve aprendizaje. La mayoría de nuestros miembros son oradores en embrión y muy próximos a salir a la luz con sólo que lo supieran. Las cualidades que los trajeron al Movimiento Teosófico son las mismas cualidades que los capacitarán para hacer trabajo adecuado en la plataforma, si aceptan la disciplina del orador y el karma del orador. Una vez que lo hagan, se abrirá para ellos un nuevo ciclo, un nuevo hábito de estudio y un nuevo valor que es lo que más necesitamos.

Si les ha faltado ese valor, creo que no es porque hayan tenido miedo de sostener sus opiniones, y hasta sufrir por ellas, sino que por falta de habilidad para expresarlas lo han hecho en forma débil e incierta. Se han perdido de mucho de lo que la Teosofía les ofrece. Antes de que se termine este curso espero que Uds., como grupo, vean lo que quiero indicar. “La enseñanza es para el preceptor y lo beneficia más a él mismo”.

Si Ud. tiene la voluntad de someterse al entrenamiento que le ofrezco, no se elimine en la primera etapa diciendo con una sonrisa tonta. “Eh, nunca podré ser un buen orador”. Ud. ES un orador, con impedimentos que este curso está preparado para quitarle. No le estoy ofreciendo una esperanza, le estoy ofreciendo un procedimiento probado que ha cumplido su cometido antes y volverá a cumplirlo, no meramente si Ud. es brillante, sino si Ud. es sincero y consciente y razonablemente sufrido.

Difiere de todos los demás cursos de oratoria en que está basado en supuestos ocultos. Otros cursos se basan en el supuesto de que la oratoria es como un adorno para cosérselo o imponérselo a Ud. Este curso está basado en la certeza de que Ud. es un orador potencialmente, que sus poderes son mucho más grandes de lo que Ud. se da cuenta, y que lo que Ud. más necesita es retirar ciertas barreras. Nunca sucede que Ud. tiene demasiado poco de las cosas que sirven; lo que pasa es que tiene mucho de las cosas que pueden perjudicar.

Estas barreras sólo pueden ser retiradas en su debido orden. Son físicas, morales y mentales y hay que tratarlas en este orden.

Las barreras físicas son las menos resistentes. Hay diez probabilidades contra una de que Ud. se para incorrectamente y de una manera que dificulta el equilibrio. Hay más de diez contra una de que Ud. nunca ha prendido a respirar como debe hacerlo un orador. Probablemente respira de un modo que arruinaría el mejor discurso jamás planeado. Es casi seguro que a menos que Ud. haya tenido entrenamiento como orador o actor (no como cantor), su voz estorbará la fluidez de pensamientos que un orador necesita. Ud. cree que esas interrupciones en el pensar son fallas de su mente. Se deben a fallas de la voz. Ud. hace cosas con su voz que echarían a perder el equilibrio de un sabio. Mientras no se retiren esas presiones, no puede haber fluidez. La técnica para eliminarlas puede aprenderla Ud. en una hora, y adquirir el hábito correcto en un mes de ejercicios breves.

Vienen luego las obstrucciones morales, y será más fácil tratarlas a medida que las dificultades físicas desaparecen. Una de ellas es aquella modestia de que muchos nos jactamos, pero de la que nos preciaríamos menos si nos diéramos cuenta de que no es sino vanidad invertida. Es un temor de que la gente descubra que no somos tan capaces como les hemos hecho creer que somos, un temor de que compartan nuestras sospechas acerca de nuestra incapacidad. Esto no es sino un pobre fantasma, pero nos hace temblar las rodillas a la mayoría de nosotros. Cuando Ud. haya aprendido a tener sus rodillas de modo que no tiemblen, habrá curado la mitad de esta dolencia. Cuando haya sentido el primer toque del poder que envuelve a un orador y se haya dado cuenta de que Ud. es mucho mejor de lo que jamás creyera, la curación estará completa. Podrá haber pequeños estremecimientos de nerviosismo cada vez que hable durante el resto de su vida, pero sabrá Ud. cómo tratarlos con prontitud y efectividad.

Aquel espantajo común del novicio de que alguien entre el auditorio conoce el tema mejor que él se resuelve por el simple expediente de escoger temas que el orador sabe que nadie conoce mejor que él en muchas millas a la redonda. Puede parecer un recurso cobarde, pero allana una seria barrera y resulta más provechoso para el orador y los oyentes. Un tercer obstáculo es la pereza, y la mayoría de los fracasos son culpa suya, no importa cuántas bellas excusas se invente uno.

Hay otro impedimento moral, el más peligroso de todos porque inhibe el trabajo de muchísimos de nuestros miembros mejor equipados. Es el sentimiento de superioridad que no les deja seguir gustosos la rutina de un grupo. Lo consideran demasiado infantil o tonto o elemental para ellos. Si hay alguno entre Uds. que por haber ocupado muchas veces la plataforma considere este curso con tales reservas por sentirse demasiado grande para él, olvídese de su superioridad y empiece de nuevo. Reservas, críticas y objeciones no hacen sino enturbiar el trabajo para los demás. El que sea superior lo demostrará en el trabajo a medida que adelante este curso.

Los esgrimistas acostumbran a hacer unos ejercicios de flexibilidad y ajuste antes de todo encuentro. Aún los más hábiles se alegran de practicar con novicios para corregir defectos inconsciente de posición, etc. De modo que si Ud. se cree demasiado bueno para practicar, mejor sería que abandone este curso calladamente; no le sacaría ningún provecho, y si cohibiría a los principiantes con su presencia. Después de dar más de dos mil conferencias, el autor de este curso todavía goza y saca provecho en ejercitarse.

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