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Desercion Escolar

paula_fernandez121 de Abril de 2013

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¿Por que la deserción escolar?, por Ernesto Partida Pedroza

Según una nota periodística del periódico El Grafico del Universal, la deserción escolar en el Distrito Federal es de 64 mil niños. La nota nos proporciona datos importantes: el 6.6 % nunca ha ido a la escuela, el 34.3% no le gustó estudiar, el 22.1% tuvo que trabajar, el 1,5% se caso o se unió, el 1.5% esta lejos la institución o no hay, el 28% tuvo otro motivo y el 4.5 no especificó.

La cifra que mas me inquieta es cuando los niños deciden no asistir simplemente porque no les gustó.

Por desgracia, la cifra de estos casos es alarmante, nos habla del 34%. Quizás usted haya conocido a un vecino que tiene un hijo que decide ya no ir a la escuela, yo conozco a varios que teniendo las posibilidades de pagar una escuela particular decide no asistir y lo mas grave es que los padres experimentan la impotencia de no poder o no saber que hacer y terminan doblegándose a los deseos de los niños.

El problema de la deserción escolar es algo que tiene que ver la ausencia total de calidad en la educación.

No es posible que habiendo calidad en la enseñanza haya alumnos que deserten puesto que la calidad implica la entrega del maestro, el entendimiento de su misión, la buena comunicación entre el maestro y el alumno, la satisfacción de las necesidades propias del alumno, el esfuerzo para hacer que el alumno descubra la grandeza potencial que hay en él y muchas otras características que en la realidad no están presentes en la educación donde se existe deserción.

La verdad es que no existe un concepto claro de lo que es la calidad en la educación, otro verdad es que los maestros no han sido formados bajo un sistema de calidad, por lo tanto, no pueden dar lo que no tienen.

En el sistema actual, tanto las escuelas públicas y privadas, se tienen que sujetar a los planes y programas que la misma Secretaría de Educación Pública ha creado, las escuelas pueden hacer otras muchas cosas, siempre y cuando cumplan lo que ella misma dictamina.

Estos planes y programas son concebidos por gente que no puede conocer las necesidades especificas de los alumnos de todo el país, esto es un gran absurdo. Estos planes hacen de los maestros simples operadores de programas. Existe un mito que nos dice que la educación privada es de mayor calidad, esto no siempre es verdad, como tampoco es cierto que toda la educación pública es de mala calidad. Lo cierto es que existen escuelas públicas como privadas de buena calidad, así como también existen escuelas públicas y privadas de mala calidad.

Existe la idea de que por el simple hecho de que las escuelas privadas lleven computación, ingles, danza, y música ya las hace gozar de la fama como escuelas de calidad. Esto en algunos casos es falso.

Me he encontrado que hay escuelas que ciertamente tienen una sala de computo y tienen un maestro asignado a la materia, pero se la pasan jugando solamente juegos de la computadora, cuando los niños tienen la capacidad real de aprender computación; llevan música, pero como un mero entretenimiento, no se les explica la importancia de la música en el desarrollo de los niños.

Por otro lado, existen escuelas que son catalogadas de alta calidad por el nivel de exigencia que tienen, en realidad estos son dos aspectos distintos. Se puede tener un alto grado de exigencia y no tener calidad. La exigencia margina al "incapaz". La calidad convierte en capaz al "incapaz".

En este mar de confusión hay quienes se preocupan por el problema de la deserción escolar, tenemos al gobierno del Distrito Federal que ha destinado un presupuesto de 108 millones de pesos para destinarlos a paquetes de útiles escolares para los niños de primaria y secundaria, ellos piensan que la deserción se debe solamente a problemas de la economía familiar, como usted ya lo vio en las estadísticas, la mas grande deserción se debe a que a los niños ya no les gusta la escuela y esto se debe a la falta a de calidad.

Está la cifra de los que tienen que desertar para apoyar la economía familiar, pero estoy seguro que si hubiera calidad la cifra disminuiría considerablemente, porque los padres verían frutos y se esforzarían para que los niños continuaran en sus estudios.

Creo que se debe apoyar a los niños con problemas económicos, pero a quien realmente los necesite. Hay quienes no lo necesitan y si se les da una ayuda, no se va a impedir que dejen la escuela.

Lo que es urgente es que se destinen recursos para formar a los profesores para que realmente den una educación de calidad. Esa es la inversión que daría verdaderos frutos.

Afortunadamente existen personas y asociaciones que realmente están preocupadas por la implementación de la calidad en la educación , porque saben que es la única herramienta para que este país pueda salir de los problemas que actualmente tiene y que están dispuestas a regalar su tiempo y esfuerzo para que haya calidad en la educación.

Hay otros que cobran sus servicios, pero de cualquier forma creo que vale la pena invertir en la educación.

Si usted esta interesado en conocer de esto, mándeme un correo electrónico para ponerlo en contacto.

No hay posibilidades de construir una sociedad integrada si una gran cantidad de jóvenes siguen desertando antes de concluir la educación media. El fracaso educativo afecta con particular intensidad a los hogares de más bajos ingresos y es consecuencia de varios factores. Así lo confirma un reciente informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa). El mismo destaca que uno de los factores más relevantes es la tendencia del gobierno nacional a acaparar recursos, fijar metas inconsistentes e interferir en la administración de un servicio que es competencia de las provincias.

Un crecimiento económico sostenido y una adecuada organización del mercado de trabajo son requisitos fundamentales para promover el desarrollo social. Sin embargo, aun en un hipotético escenario de combinación inteligente de políticas económicas y laborales que promuevan fuertes inversiones y una masiva generación de empleo, no hay garantías de que todas las personas logren una inserción social aceptable. El requisito adicional muy importante es que los jóvenes ingresen al mercado de trabajo con un nivel de formación que les permita ocupar puestos de trabajo de razonable nivel de productividad.

¿Está el sistema educativo logrando esta meta? Con cierta arbitrariedad se puede decir que concluir la educación media es un requisito básico para contar con las herramientas para desempeñarse adecuadamente en el mercado laboral. Dado que el Nivel Medio debe estar terminado a los 18 años, la información referida a los jóvenes de entre 19 y 25 años, brinda un perfil apropiado para analizar la formación que están recibiendo las nuevas generaciones. Tomando datos de la EPH del INDEC para el segundo semestre del 2006 aparece el siguiente panorama:

• El 36% de los jóvenes no llegó a completar la educación secundaria y son forzados a ingresar al mercado de trabajo con esa deficiente formación.

• Entre los jóvenes no pobres, el 27% tiene el Nivel Medio incompleto.

• Entre los jóvenes pobres, en cambio, el 64% no completó la secundaria.

Los datos sugieren que la formación con la que las nuevas generaciones se incorporan al mercado laboral es deficiente. También indican que la fragmentación social se construye desde los inicios de la vida laboral y que el sistema educativo opera como un mecanismo de reproducción generacional de la pobreza. Entre los hogares de más bajos ingresos muy tempranamente los jóvenes sufren repitencia y su evolución dentro del sistema educativo, en la mayoría de los casos, concluye con la deserción antes de terminar la educación media.

No es novedad que el fracaso educativo esté asociado, entre otros factores, a contextos socioeconómicos adversos. Sin embargo, esto no exime de la parte de responsabilidad que le corresponde al sistema educativo. Ante la realidad de que muchos jóvenes conviven con entornos familiares y comunitarios adversos, resulta fundamental reforzar los procesos formativos institucionales.

Sin embargo, mientras la mayoría de los hogares de altos ingresos acceden a educación de jornada completa en escuelas privadas, en los servicios de gestión pública prevalece la regla de jornada parcial (que muchas veces ni siquiera se cumple debido a barreras administrativas o a los conflictos laborales).

No se trata de un problema de diagnóstico sino de definición de criterios de organización y gestión. Por ejemplo, las recientes leyes educativas sancionadas por el Congreso nacional fijan como objetivos aumentar el presupuesto educativo y extender la jornada escolar priorizando las escuelas que atienden a la población más pobre. Los objetivos son correctos. El problema es que no se contemplan las vías apropiadas. En la práctica, el gobierno nacional se apropia de fondos que deberían ser coparticipados con los responsables de suministrar los servicios educativos, es decir: las provincias. Al no coparticiparlos, los responsables de la gestión educativa no cuentan con los fondos suficientes. Peor aún, el exceso de recursos a nivel nacional es usado para interferir en las gestiones provinciales distorsionando la política salarial y financiando intervenciones con un fuerte contenido dadivoso, como donaciones de libros, computadoras, becas, fondos para reparar establecimientos. Bajo estas reglas, las provincias encuentran políticamente atractivo ser beneficiarias de las dádivas y compartir “de hecho” responsabilidades con el gobierno central. Así se explica que no quede claro quién

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