Drogas en Mexico
victormx123Ensayo28 de Mayo de 2019
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Capitulo Primero. “Antecedentes”
La historia del consumo y distribución de sustancias psicoactivas en nuestro país, data de la época prehispánica, teniendo sus diversas particularidades; se inicia con el consumo tradicional de determinadas plantas alucinógenas con fines religiosos, es decir, como el vínculo entre el mundo de los dioses al que se accede por medio del trance o la obnubilación que la droga provoca en su organismo. Así florecieron una extensa gama de muy complejas culturas, que le daban una utilidad medicinal, extáticas y chamánicas a la amplia variedad de drogas.[1]
Es de esta manera que para el caso del México prehispánico, abundan las crónicas acerca de los informes relativos a la basta diversidad psicoactiva conocida por las maravillosas culturas asentadas en nuestro territorio. Aunado a lo anterior Fray Bernardino de Sahagún, hace mención que llego a contabilizar alrededor de una docena de plantas, entre ellas apunta que hay una hierba denominada coatl xoxouhqui y una semilla conocida como ololiuhqui, que entre sus efectos provocaba un estado de inconciencia, parecido al emborrachamiento, hasta el grado de enloquecerlos.[2] Sobre el peyote agrega, que fueron los chichimecas quienes descubrieron y usaron primero la raíz denominada como peyotl, que era utilizada por ellos para realizar bailes y canticos sonoros en honor a los dioses, por toda la aldea, pero que al día siguiente experimentaban un constante lagrimeo, consecuencia del consumo de este psicoactivo.[3]
Las culturas originarias de nuestro país, conocieron y supieron darle diversos usos, tanto medicinales, religiosos, como recreativos, a las diferentes plantas psicoactivas. Por lo que respecta al comercio con estas plantas, era dado que se intercambiaran por otras especies, ya fuera entre los miembros de una comunidad o varias, pero nunca constituyo una forma de comercio habitual, ni formal. Podemos identificar, que estas hierbas se encontraban limitadas solo al uso en ceremonias o ritos religiosos, so pena establecida de acuerdo a los usos de cada cultura, que iba desde la privación de la libertad, hasta la pena capital.[4] Podemos identificar claramente que desde estas épocas se constituía una regulación al consumo de estas drogas, un auténtico régimen jurídico, rudimentario si así se le quiere apreciar, que data de un milenario legado basado en principios de libertad.
Tras la conquista, la situación cambio de manera general en la Nueva España, los europeos impusieron sus consideraciones en relación con las drogas. Mediante una serie de puntos de inflexión, los españoles buscaron la total erradicación del consumo de drogas tradicionales, por consideraciones influenciadas desde la concepción católica. Contrario a la postura anterior se establecieron en los territorios coloniales amplias plantaciones para poder abastecer la creciente demanda en el mercado europeo, con el cultivo masivo de plantas que se empezaban a popularizar entre la comunidad trasatlántica, especialmente el tabaco, el cáñamo y el peyote.
En cuanto a las plantas psicoactivas, que tenían propiedades medicinales, si bien se les reconoce su potencial curativo, sufrieron un tratamiento represivo, ya se perseguía tanto a médicos como a sacerdotes y curanderos por igual, al considerarlos y equipararlos con los brujos y herejes europeos. Al respecto Escohotado, menciona que no había manera, de diferenciar a las eminencias médicas y farmacológicas naturales de los supuestos infernales hechiceros, puesto que lo que algunos denominaban maravillosas curas otra obra de impura magia.[5]
Es así que la explotación de las tierras y el sustancial incrementos del consumo de estas plantas de espectro psicoactivo, constituyo para el México colonial una de las principales fuentes de extracción para su comercio en Europa, mientras que en la minas, los jornales, la construcción de nuevas ciudades, y demás actividades productivas, naturales, esclavos negros y trabajadores mestizos experimentaron escenarios similares de explotación, ya que enfocaban sus esfuerzos para medio sobrevivir y adquirir alcohol y sustancias psicoactivas que comenzaban a elaborarse con mayor acuciosidad.
Para la época independiente, durante el siglo XlX y principios del siglo XX, el consumo de drogas fue permitido en México, logrando dejar atrás la influencia de los españoles, pero con cierta inexperiencia, drogas como la marihuana y la cocaína eran utilizadas especialmente por sus propiedades medicinales. A grandes rasgos podemos determinar que esta disponibilidad no genero problemas mayores.
Así se observa, que durante los inicios en las primeras décadas del México independiente, la drogadicción no llego a dimensionarse a escalas graves como en nuestros días, incluso los médicos recetaban libremente substancias, hoy conocidas como narcóticos, sin estar controladas por la administración pública.[6]
No es sino hasta los primeros gobiernos posrevolucionarios, cuando el discurso oficial y la discusión general se oponen al consumo y la comercialización de estas sustancias, entra en una política prohibicionista el gobierno en México.
La nueva orientación prohibicionista, en la época posrevolucionaria, asumida por el estado mexicano, se reflejó casi inmediatamente en la legislación fundamental de nuestro país. El estado mexicano firmo la Convención Internacional del Opio de la Haya, hacia el 15 de mayo 1912, pero esta fue aprobada por el Senado según el nuevo régimen Constitucional de 1917, hasta el 8 de octubre de 1924. Acorde con lo anterior en 1925, el entonces Presidente Plutarco Elías Calles expide un decreto sobre la regulación del comercio de opio, morfina y cocaína, que implico en ese momento un auténtico cierre de las fronteras a toda importación de estas sustancias.[7]
Las disposiciones prohibicionistas se complementan con el contenido del Código Penal, promulgado en 1929, en el cual se incluye un capítulo específico dentro del Título Séptimo, dedicado a las drogas enervantes, con el epígrafe: De la elaboración, adulteración, y comercio ilegal de artículos alimenticios o de drogas enervantes. El texto legal tipifica conductas como delitos en su artículo 507; a la elaboración, sin autorización legal, de drogas enervantes; la introducción ilegal al país de estas; la siembra, cultivo o cosecha de plantas legalmente prohibidas; la elaboración de sustancias con las mismas; el comercio sin autorización.[8] Una muy estricta modalidad que permite al estado sancionar la hipótesis imponible a realizarse esta.
Así ya para 1994 se realizan modificaciones al texto del Código Penal de 1929 relacionados con los denominados delitos contra la salud, pero prácticamente pasan desapercibidos. Por si fuera poco el gran poder que va adquiriendo el tráfico de drogas, y en medio de la devastadora crisis económica y política, que azotó al país al inicio del sexenio del presidente Zedillo, los narcotraficantes representan un grupo de poder que comienzan a tomar el control gubernamental, infiltrando y coaccionando a los altos mandos del gobierno.
México y la crisis de las drogas.
El año 2000, representa un año importante para la historia de México, ya que se rompió una hegemonía partidista de alrededor de 70 años, el Presidente de la Republica Vicente Fox Quezada, ratifica una postura prohibicionista y perseguidora al tráfico de drogas.
En el Programa Nacional de Seguridad,[9] 2001-2006, el gobierno plantea los principios rectores básicos de la acción gubernamental, en el cual se perfila un nuevo modelo de seguridad pública nacional. El cual establece, además, que el gobierno de México combatirá el narcotráfico de manera organizada y conjunta, planteada y coordinada, con mayores y mejores resultados para la sociedad y que se aplicara una política de cero tolerancia y combatirá con resolución este fenómeno en todas sus vertientes.[10]
Sin embargo, los hechos demuestran que sucedió lo contrario durante el gobierno de Vicente Fox, con su política “dejar hacer, dejar pasar”, provoco el exponencial crecimiento y desarrollo del narcotráfico.[11] Esta política, denominada así por una parte de la opinión pública, consiste principalmente, en resaltar la pasividad con la que actuó el gobierno del entonces Presidente, para prevenir, perseguir o erradicar los delitos relacionados con el tráfico de drogas. Política que determino drásticamente el rumbo de esta situación y que propicio se saliera de control.
Al finalizar el gobierno de Fox, la cifra de delitos relacionados con el narcotráfico había aumentado un 139%, con relación al año 2000, cuando recibió la administración.[12] De acuerdo con datos de la Procuraduría General de la Republica (PGR), para el año 2000 la cifra de delitos contra la salud cometidos se ubicaba en 23,232, para el 2005, último año de gobierno, la cifra se calculó en 39,903, datos contundentes que no coincidieron con sus planteamientos iniciales en el Plan Nacional de Seguridad.
Datos contundentes, que demuestran la incapacidad que denostó un gobierno en ciernes, que sin experiencia no logro contener los embates feroces de una creciente problemática nacional. La falta de seriedad y la de crear verdaderos programas de prevención del delito, así como una serie de caídas económicas, y la no respuesta a estos problemas, configuro el escenario ideal para que no se tuviera el control sistemático de la seguridad nacional, además de una creciente demanda de estas sustancias en Estados Unidos, fueron las causas de los sucesos que acontecieron en el sexenio siguiente.
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