ENSAYO Nº4 “GLOBALIZACIÓN”
LillyCuadraEnsayo12 de Abril de 2021
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Universidad Adolfo Ibañez
Facultad de Post-Grado
Magister en Derecho Laboral
Lilly Cuadra de Ponson du Terrail
ENSAYO Nº4
“GLOBALIZACIÓN”
Durante las últimas décadas se han desarrollado cambios fundamentales en las estructuras básicas de la civilización y que han provocado transformaciones de fondo en todos los habitantes del mundo. Lo anterior ha sido provocado por la globalización, entendida como un “proceso político, social, económico, cultural, tecnológico financiero y organizativo a escala mundial, que el capitalismo ha presentado con éxito, como un fenómeno casi natural y en consecuencia inevitable”.[1] A pesar de que dicho fenómeno ha posibilitado la interconexión sociocultural, ha implicado también una serie de consecuencias negativas. En torno a este proceso, surge la disyuntiva sobre si, en el área laboral, dicho aumento de tecnologías, aperturas de mercado, movimientos migratorios diversificados y una creciente internacionalización de la productividad, entre otras características, conllevan una esfera de inseguridad social para los trabajadores, en cuanto sentimiento de estar a merced de acontecimientos que podrían degradar el estatus social del individuo[2], o si resulta ser todo lo contrario. Surge, entonces, la siguiente interrogante: ¿el ámbito laboral se ve afectado socialmente como consecuencia de la globalización? El presente ensayo tiene por objeto demostrar que existen varios elementos globalizadores que derivan en una fuerte inseguridad social para los trabajadores a nivel mundial.
En primer lugar, dicho sentimiento de inseguridad se justifica por la creciente tasa de desempleo que la globalización trae consigo. Como bien lo plantea Cabrales, en la sociedad global actual, el concepto de crecimiento económico va unido al reemplazo de puestos de trabajo estables por mano de obra flexible, sustituyendo la seguridad laboral por contratos renovables, y provocando la reducción de personal por racionalizaciones y reestructuraciones. El éxito de los ejecutivos se encuentra directamente ligado a la maximización de utilidades a costa de la supresión de miles de puestos de trabajo.[3] Esta afirmación es sostenida por otros autores como Ramírez y Guevara, quienes expresan que “con la globalización, la liberalización económica y la revolución tecnológica, los costos sociales de las actividades económicas, son pasados a los sectores más débiles de la población […]. Sin embargo, las consecuencias van mucho más allá del simple abaratamiento de la mano de obra mediante la sistemática reducción de los salarios; se socava la dignidad del trabajador al precarizar el mercado laboral y en consecuencia se rompe también con el proceso de estabilidad social. Y como la liberalización comercial tuvo lugar antes de la implementación de redes de seguridad, quienes pierden su empleo adquieren su pasaporte express a la pobreza”[4].
En segundo lugar, como bien se mencionó supra, la globalización es el resultado de la confluencia de varios procesos, entre ellos la difusión generalizada de las tecnologías de la información y de Internet. Dichas tecnologías traen consigo consecuencias negativas en el mercado laboral, ya que aumentan la brecha salarial entre los trabajadores calificados que se desempeñan en trabajos no rutinarios y los que no lo están. Como bien menciona Castro y otros, “para evitar la sustitución de trabajo rutinario por maquinaria, es necesario que el costo de la mano de obra rutinaria –expresado en unidades de eficiencia– no supere al del capital, mismo que en las últimas décadas ha mostrado una reducción permanente, por tanto, el costo laboral del trabajo rutinario debe bajar. Por otra parte, la mayor utilización de computadoras y la complementariedad de éstas con las tareas no rutinarias incidirían en la productividad de la mano de obra calificada, y como consecuencia, el salario de estos trabajadores aumentaría, dando como resultado un incremento en la desigualdad salarial”.[5]
En tercer lugar, la globalización produce una gran inseguridad social para las trabajadoras, ya que sufren una fuerte precarización de sus condiciones laborales, un aumento de la desigualdad de género, una disminución salarial y menores índices de empleabilidad. El Instituto Interamericano de Derechos Humanos no vacila en manifestar que la implantación de políticas de ajustes impuestas por la globalización y adoptadas por los diversos países ha afectado más a las mujeres que a los hombres. Menciona que no obstante los fuertes progresos en la educación femenina, dos terceras partes de las personas analfabetas en el mundo son mujeres.[6] Otros autores como Valdivieso expresan que “los problemas creados por las políticas globalizadoras se van entretejiendo y su repercusión sobre la situación de las mujeres se profundiza; el hecho de que continúen siendo responsables casi exclusivas del trabajo de cuidado de la familia las lleva a tener que intensificar el trabajo doméstico para compensar la disminución de los servicios sociales, producto de la caída del gasto público; […]; este hecho limita el acceso de las mujeres a la capacitación y a la información necesarias para una mejor inserción laboral; el resultado es bajos salarios o desempleo que las empujan a la emigración”.[7] Además, señala una serie de efectos negativos que la globalización ha causado para el género femenino. Entre ellos, se torna necesario mencionar que la privatización de los servicios públicos ha conducido a la pérdida de empleo en sectores donde generalmente había más mujeres que hombres, tales como salud, seguridad social y educación. El Informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL, 2006) sobre evolución de las tasas de desempleo entre 2002 y 2005, que fue realizado en 17 países, muestra que las tasas de desempleo femenino siguieron siendo más altas, manteniéndose 4 puntos por encima de las de los hombres.
Además, la globalización produjo un efecto nocivo para trabajadoras agrícolas y de otras actividades económicas, por el uso de tecnologías ahorradoras de mano de obra y de productos químicos perniciosos. Provocó también una tercerización del empleo femenino; casi la mitad de las mujeres que trabajan en sectores distintos a la agricultura lo hacen en el sector informal en 7 de 10 países de América Latina. Esto último, ya que la integración de la mujer al trabajo se está haciendo con activas tendencias a la concentración de la mano de obra femenina en trabajos de menor calidad y a tener una gran presencia en la economía informal. En el caso de la jubilación, cuando se ha adoptado el sistema de los fondos individuales, el hecho de que las mujeres gocen de una mayor esperanza de vida da por resultado pensiones más bajas, aumentando la pobreza de las mujeres mayores. Esto se agrava por los menores aportes que realizan durante su vida activa, producto de las remuneraciones inferiores que reciben por su trabajo.[8] En adición a todo lo anterior, Kliksberg añade que la discriminación en materia de salarios sigue siendo muy activa. En la industria, en 27 de 39 países con datos disponibles, las remuneraciones de las mujeres eran un 20 a unos 50% menores que las de los hombres, por lo que la expansión del empleo femenino producto de la globalización no termina con las brechas salariales de género, al contrario, las agudiza, manteniéndolas además en puestos inseguros e inestables.[9]
Ahora bien, los argumentos expuestos han sido objeto de contradicción por otros autores. Respecto al primer argumento, autores como Guevara sostienen que la globalización significa que las economías nacionales están hoy más integradas con el resto del mundo y que los bienes de capital y las comunicaciones, así como las personas, se han acercado más que nunca. Dentro de este marco, expresa que la globalización entonces trae consigo crecimiento y creación de empleos[10], lo que redunda, por tanto, en una mayor cantidad de empleos y no en un aumento de la tasa de desempleo. Respecto a esta afirmación, se torna imperativo señalar su incerteza y falta de veracidad. Diversos estudios como el efectuado por Klein y Tokman, expresan que la globalización trae como uno de sus efectos principales la creación insuficiente de empleos con relación al rápido crecimiento de la población económicamente activa. “En promedio, la PEA no agrícola ha crecido 3% por año, en parte gracias a la participación creciente de la mujer en la economía salarial. La creación de puestos de trabajo se retardó debido al lento e irregular crecimiento económico, lo que ha redundado en un aumento del desempleo. En promedio, la tasa de desempleo de América Latina aumentó del 6.7% en 1980 al 8.7% en 1983, durante la primera fase del ajuste. El desempleo disminuyó desde 1983 hasta 1992, pero nunca llegó al nivel de 1980. Después de 1992, creció en forma continua, llegando al 8.8% en 1999”[11]. El desempleo ha crecido durante cierto período de tiempo, precisamente el mismo tiempo que nos ha conducido a la globalización[12].
Respecto al argumento referido al aumento -producido por las tecnologías- en la brecha salarial entre trabajadores calificados y no calificados como un aspecto característico de la globalización, Car y DiNardo señalan que la evidencia que vincula el aumento de la desigualdad salarial con el cambio tecnológico es sorprendentemente débil. Mencionan que un enfoque estrecho de miras centrado en la tecnología ha desviado la atención de muchos desarrollos interesantes en la estructura salarial que no pueden explicarse fácilmente por el cambio tecnológico[13]. En relación con dicha afirmación, cabe señalar que carece de fundamento, toda vez que la cantidad de investigaciones relacionadas con la incidencia de las tecnologías en el aumento de la brecha salarial es abismante y sumamente fuerte. Algunas de ellas, para efectos de exponer que la hipótesis que se sostiene en este trabajo ha sido demostrada, son: Ochoa y Torres, quienes prueban que en México la existencia de un premio salarial en favor de aquellos individuos con habilidades informáticas para el uso de las TIC es de un 2.87% y, si dichas herramientas son utilizadas en un lugar de trabajo, la prima salarial es de más del 13%; si se usa diariamente una computadora, el ingreso incrementa en más del 18%, y contar con experiencia en el uso de la herramienta representa un premio salarial de 11,3%[14]. Acosta logró demostrar que en Argentina el cambio tecnológico es sumamente significativo a la hora de explicar el incremento de retornos a la educación, contribuyendo al incremento de la desigualdad salarial en la última década[15]. Por último, Krueger demuestra que los empleados estadounidenses que usan computadores para trabajar cuentan con una tasa salarial entre un 10 a un 15% superior, por lo que no hay duda de que los cambios tecnológicos inciden directamente en el aumento de la brecha salarial[16].
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