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Económica Perspectivas y condiciones generales, Análisis macroeconómico

Alberto NavarroEnsayo12 de Septiembre de 2021

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México: una economía endeble

A weak economy

David Ibarra[pic 1]

Resumen

Journal of Economic Literature

(jel):

E61, E66, O11

Palabras clave:

Objetivos de Política

Económica

Perspectivas y condiciones generales,

Análisis macroeconómico del

Desarrollo

Key Words:

Policy Objetives,

General Outlook and

Conditions,

Macroeconomi Analysis of

Economic Developmnet

[pic 2]

En México, el actual modelo económico olvidó atender prioridades como el empleo y el crecimiento al dejar las responsabilidades respecto de la ocupación, el reparto del crédito o incluso en la distribución del ingreso al mercado, pero sus soluciones han producido ritmos mediocres de crecimiento con altos costos sociales. Por eso, hoy las prioridades deberían estar encaminadas a crear mecanismos de formación de acuerdos políticos que lleven a reconstruir el ámbito de las responsabilidades gubernamentales; fijar metas económicas y sociales mejor equilibradas, pues en caso contrario, las insuficiencias económicas arriesgarían transformarse en inseguridad social y desencanto democrático, en frustración de la población joven, media y vieja, como ya comienza a ocurrir.

Abstract

In Mexico, the current economic model forgot to attend to priorities as the employment and the growth when the responsibilities left respect of the occupation, the distribution of the credit or even in the distribution of the revenue to the market, but his solutions have produced mediocre paces of growth with high social costs. Because of it, today the priorities should be directed to create mechanisms of formation of political agreements that lead to reconstructing the area of the governmental responsibilities; to fix better balanced economic and social goals, so in opposite case, the economic insufficiencies would risk to transform in social insecurity and democratic disenchantment, in frustration of the young, average and old population, since already it begins to happen

P

ese a costosos ensayos, la economía mexicana se debilita al situarse sin solución clara de continuidad a mitad de camino entre dos patrones disímiles de desarrollo y dentro de una crisis no resuelta del orden económico internacional. Sin duda, so-

brevendrán cambios profundos de carácter global e interno, situación que afectará a toda la organización social, a la distribución del poder económico y del político. No se trata de las oscilaciones económicas ordinarias, ni podrían paliarse con alteraciones menores de los instrumentos públicos de acción. La tarea cubre mucho más terreno, abarca desde la reconstrucción de las instituciones políticas y económicas, así como las de la seguridad colectiva hasta llevar la consolidación de un pacto social nuevo que no sólo equilibre con mediana equidad a las diversas fuerzas, sino que recupere la capacidad nacional de progresar y de imprimir rostro civilizado a ese proceso.

El modelo socioeconómico que se ha tratado de implantar en nuestro país, acota la participación y el debate sustantivos al empobrecer el poder decisorio de gobierno y sociedad. La renuncia al uso del viejo y nuevo instrumental desarrollista se acentúa con

la globalización concebida como el proceso de instaurar un orden financiero y productivo supranacional, también más allá de las políticas nacionales. La desconfianza elitista propia y ajena en la democracia, en el gobierno de los hombres, se completa con nuestra fe reverencial en los mercados, como si éstos no fuesen también una imperfecta construcción humana. Por eso se ha recurrido a trasvasar responsabilidades a los mercados y a erigir a los medios masivos de comunicación privatizados en poder, capaz de informar pero también de ocultar, falsear o convertir en virtud, desequilibrios sociales y políticas inequitativas de ajuste económico.

En México, los resultados están a la vista. El ritmo de crecimiento se ha reducido a la mitad, hecho más volátil y menos sostenible de compararse los períodos 1945-1980 y 1980-2010. El descontento de jóvenes y viejos, va en ascenso. La vulnerabilidad frente a las oscilaciones de la economía internacional queda evidenciada con la década perdida de los ochenta o con las sucesivas crisis de 1987, de 1995, de 2001 y de 2008-2009. En el ámbito de la economía subsisten errores y desequilibrios que al retroalimentarse mantienen postrada a la producción y al empleo o producen recesos repetitivos. La principal falla de la política macroeconómica nacional reside en haber olvidado a lo largo de más de un cuarto de siglo las prioridades del empleo y del crecimiento, mediante el expediente de transferir tareas gubernamentales políticamente esenciales a los mercados, incluso en materia de asignación de recursos o de garantizar mínimos de protección social a la población. En efecto, las políticas públicas dejaron de asumir responsabilidad directa en la ocupación, en el reparto del crédito o incluso en la distribución del ingreso, dejando esas tareas al funcionamiento de mecanismos incuestionados y supuestamente eficientes del mercado.

Quizá se obtuvieron ventajas políticas al desviar a los mercados los reclamos de la sociedad derivados de los ineludibles costos del acomodo al orden económico neoliberal. En esa vertiente de manos libres, exculpadora de los desaguisados, las tareas públicas se han restringido medularmente a la adaptación de la economía nacional a la globalización, entre cuyas exigencias principales está la de preservar la estabilidad de precios aun a costa de aceptar crecimientos raquíticos y desigualdades enormes.

En tales circunstancias, no es de extrañar que la evasión de lo político, haya gestado desequilibrios que tienen postrada a sociedad y economía mexicanas. Valga mencionar algunos casos conspicuos de carácter económico. Uno es de orden estructural, se caracteriza por un proceso incompleto de modernización y adaptación de la planta productiva y del sector financiero, vernáculos al libre comercio. Aquí destacan cuestiones desatendidas, la apertura de mercados resultó destructiva de los nexos interindustriales internos por instrumentarse sin programas de reconversión productiva, sin política industrial ni de fomento exportador y, sobre todo, mediante la copia extralógica de recetas foráneas que llevaron al desmantelamiento sin reemplazo de los viejos instrumentos de la acción gubernamental.[pic 3]

El segundo desequilibrio es financiero: ante la indiferencia de las autoridades, la banca casi ha abandonado el crédito a la producción y a la formación de capital. El Banco de México cuida de la estabilidad de precios, pero descuida el crecimiento de la economía, así como la regulación apropiada de la banca extranjera o nacional. A la par, la política fiscal quedó empequeñecida, cuando se desgravó sustantivamente el Impuesto sobre la Renta y se suprimieron los gravámenes al comercio exterior, hasta dejar como única salida la expoliación de las finanzas de Pemex en ausencia de una reforma tributaria siempre pospuesta y frente a la Ley de Responsabilidad Hacendaria que obliga al equilibrio presupuestal casi en cualquier circunstancia.

El tercer desajuste es de orden social consiste en el resquebrajamiento del mercado de trabajo, en hacer crónica la desigualdad distributiva y en la aglomeración de perdedores en la justa de la competencia.  El último desequilibrio se expresa en la segmentación de las fuerzas políticas, nacida de razones ideológicas, pero sobre todo de la cerrada defensa de intereses y privilegios elitistas que impiden formar acuerdos democráticos sobre los grandes objetivos nacionales. Más de cincuenta millones de pobres, siete millones de jóvenes que no estudian ni trabajan, diez millones de indocumentados mexicanos en Estados Unidos, el costoso salvamento y extranjerización de la banca, reflejan incontrovertiblemente fallas severas de nuestro régimen democrático que impide dar voz y peso político a grandes segmentos de la población, acaso ya mayoritarios.

[pic 4]Las contradicciones se multiplican lo mismo a escala económica que social. Desde tiempo atrás, la tasa de crecimiento del ingreso por habitante decayó arrastrando consigo a la demanda de trabajo del sector moderno de la economía; a partir de la segunda mitad de la década de los noventa, la apreciación deliberada del peso, contrarió y contraría la dirección básica de la estrategia de desarrollo hacia afuera al castigar exportadores y productores internos y crear vulnerabilidades externas; a mayor abundamiento, la deliberada, injustificada, renuncia al impulso desarrollista estatal impide, hoy, la instrumentación de una eficaz política contracíclica en una crisis global, cuyos efectos no se acaban de disipar.  

Como es natural, el costo principal de la estrategia adoptada consistió en crear debilidades y vulnerabilidades sin  cuento.  Visto más de cerca, en 1995 el producto cayó más de 6% y, otro tanto, ocurre en 2009. Por supuesto, el consumo privado y la inversión se contrajeron todavía más, arrastrando consigo al bienestar ciudadano. Los pocos signos económicos alentadores se refieren a logros estabilizadores: la inflación anual baja a 27 a 28% en los ochentas, a 4 a 5% en la actualidad; al propio tiempo, el tipo de cambio se mantiene alrededor de 12 a 14 pesos por dólar, el déficit público entre 1 y  3% del producto y las tasas pasivas de interés (CETES a 28 días) en poco más de 4 por ciento.

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