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Educacion


Enviado por   •  9 de Febrero de 2015  •  1.615 Palabras (7 Páginas)  •  204 Visitas

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El docente desarrolla su proceso cognitivo en los diferentes contextos donde realiza sus actividades personales y colectivas, en ello juega un papel muy importante en la percepción social o formación de impresiones que de alguna manera, van dejando una marca en su conciencia. Tales eventos en la vida del docente, no deben de entenderse como simples elementos aislados y mecánicos, es una cadena construida en el proceso de socialización que más adelante, orientan los comportamientos individuales y colectivos del mismo.

En el mundo de los esquemas, encontramos los autoesquemas que son toda la organización de conocimientos sobre el yo y la propia historia de vida, la cual tiene una notoria incidencia en el trabajo del docente generalmente en los autoesquemas, son representados por el docente más de una manera verbal que visual, mediante los relatos en la aulas de clase y en los espacios académicos de su propia vida, en algunos casos, se convierten en meta relatos cargados de subjetividad.

Bajo la influencia de estas categorizaciones, es posible que el docente construya prejuicios y estereotipos sobre el modo de ser y actuar de las personas con las que establece relaciones en una forma directa o indirecta.

Un docente bien motivado, satisfecho con su estatus social, puede en un momento dado, desarrollar actitudes positivas, altruistas de valoración del otro u otros, aunque las situaciones o conductas valoradas no se ubiquen en tal categoría. Los estados de ánimo negativo, se asocian con actitudes de valoración negativa. Tanto los estados afectivos como los fines y motivos de los sujetos, tienen la influencia en la cognición.

La crisis de identidad se desata cuando la actividad de enseñar que compromete al docente como interactuante en una determinada institución educativa, en el aula de clases en relación dialógica con sus alumnos, se ha visto frecuentemente cuestionada desde el parcelamiento disciplinar que se hace del quehacer, donde el conjunto de disciplinas que forman un plan de estudios reclama para sí una parcela del mundo escolar.

Las exigencias de promoción social y económica al docente en muchos casos le generan angustias, incertidumbres y vacíos psicológicos, ya que el mismo son contradictorios con los principios y fines de su saber disciplinar.

Al docente actual se le exige una reflexión profunda de su quehacer que se preocupe por la reconstrucción o construcción de su saber pedagógico, que supere la repetición, la copia y la memorización; que brinde afectividad, amor, ternura y comprensión a sus alumnos; que haga de la enseñanza un espacio lúdico, dialógico e investigativo, pero también, que sea promotor del desarrollo comunitario, que no se deje absorber por los muros escolares ni por su cosmovisión y estereotipo de enseñar.

Una de las quejas que frecuentemente hacen los docentes de cualquier nivel se refiere a la falta de tiempo para cumplir los programas. Esta percepción del tiempo afecta la forma de enseñar, porque lo presiona para darle mayor importancia a la transmisión de contenidos, dejando de lado la esencia principal del acto pedagógico, como es la construcción de conocimientos. Entre prepara clases, revisar trabajos, tareas evaluaciones y transmitir conocimientos, el docente gasta tiempo, dejando igualmente en lugar secundario el objeto de su enseñanza.

Las presiones ejercidas sobre el maestro son de diferentes tipos y procedencias, entre ellas podemos señalar las siguientes:

Legales: implica el cumplimiento de la normatividad en cuanto al desarrollo programáticos; mayor preocupación en el cubrimiento de contenidos que en la calidad de los procesos de enseñanza y el desarrollo de las potencialidades de los alumnos.

Familiares: los padres de familia generalmente desarrollan ciertas expectativas respectos a los que quieren sus hijos, crean sus propios paradigmas ideales y esperan que la institución educativa responda efectivamente a las mismas.

La rutina se ha convertido en uno de los riesgos ocupacionales más preocupantes de los últimos tiempos y quizás el más peligroso, por el mismo hecho de ser sutil y formar parte de la cotidianeidad del maestro.

Cuando esto sucede se propicia una ruptura entre el docente, su saber y quehacer pedagógico. Se desvincula de sus conocimientos, porque estos no le ofrecen nada nuevo, no lo estimula a recambiar sus cognición no comprometerse con las actividades de perfeccionamiento y actualización disciplinar.

Es frecuente que el docente internalice los prejuicios y estereotipos construidos culturalmente en la sociedad sobre su propio quehacer y que en un momento dado, llegue a ignorar e incluso, despreciar lo que un colega o el, plantean sobre la práctica de la enseñanza, los conocimientos y sobre el mismo.

El resultado de dicha actitud es no solamente, un cuestionamiento de su quehacer, sino la excesiva parcelación disciplinar que cada día domina los espacios escolares; que se vea presionado en su responsabilidad de enseñar a múltiples factores tanto internos como externos y además, que su identidad y sentido de pertenencia, se vea igualmente quebrantado.

Alrededor de las posibilidades reales de crear o recrear conocimientos por parte de los docentes se ha originado toda una historia mítica, la cual ha iniciado negativamente.

El

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