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El Abogado


Enviado por   •  23 de Septiembre de 2014  •  2.128 Palabras (9 Páginas)  •  220 Visitas

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El Abogado

En Roma

Al Abogado en Roma se le conoció como el ¨VIR PROBUS DICENDI PERITUS¨, que significa hombre probo, perito para hablar porque en él debían brillar, sobre todas las cualidades: la probidad y la elocuencia; es decir, la honradez en todos su actos y la habilidad para hablar en las defensas y se le reconoció como símbolo de honor e influencia ya que su remuneración, era más bien carga y no codicia de estipendio.

En Grecia

La Abogacía fue patrimonio de los ciudadanos libres y selectos. En roma, fue profesión de Patricios ricos y poderosos. Es que Abogar por los débiles y necesitados era un privilegio de caballeros y de ciudadanos ejemplares.

Según José María Martínez Val, ¨La Abogacía, antes de ser una profesión, fue una actividad señera, señoril. Al margen de lo que el humor y la crítica de generaciones de literatos ha podido acuñar en su contra; al margen de lo que el sentimiento popular ha producido en refraneros poliglotas, una realidad histórica y social sobre nada y emerge la Abogacía como defensa de personas, derechos bienes e intereses. Nació en el III milenio a. de J.C. en Sumeria. Fue en defensa de una mujer gravemente acusada. Está ya en el antiquísimo Código de Manú. Según él, sabios en las leyes podían ilustrar -sin estipendio alguno- a quién lo hubiere menester, para sostener su alegación, por sí o por otro, ante autoridades y tribunales. El Antiguo Testamento recoge idéntica tradición ante los hebreos. Y la hubo en Egipto, donde era necesario un defensor cuando llevadas las leyes a forma escrita se prohibieron las alegaciones oratorias, para que la artes persuasoras del defensor, en usos retóricos y hasta patéticos y gestuales, no pudieran influir en los jueces¨.

Es en Grecia en donde empieza a adquirir valor como profesión. La primera esta en que los griegos acudían a cualquier tribunal acompañados de sus amigos que por sus dotes de oratoria ayudaban a la defensa, sin tener ninguna retribución, pero con el ejemplo de Antisoaes, comenzaron a cobrar por sus servicios,. Pericles es señalado como el primer abogado profesional. En Roma, el principio de defensa estaba atribuida en forma obligatoria, para defender a su servidor en los juicios.

Servicio a la Justicia y a la Sociedad

En verdad, la Abogacía como una profesión tuvo su origen en el más noble interés de servicio a la justicia y a la sociedad, mas no como la ¨industria de hacer dinero¨, como hoy se la concibe, y, que con ese objetivo, se atropellan todos los valores éticos con el pretexto de la aplicación fría de la letra de una Ley injusta y obsoleta creada por una clase dominante y absolutista, que no ha podido adecuarse a la realidad social que vive un mundo que agoniza sumergido en las mas grandes desigualdades económicas, por culpa de la propia Ley.

El Abogado

Ossorio considera que la abogacía no es una consagración académica, sino una concreción profesional. Y dice que nuestro titulo universitario no es de “abogado”, sino de “licenciado en derecho”. Y que para poder ejercer la profesión de “abogado”. Debe dedicar su vida a dar consejos jurídicos y pedir justicia en los tribunales. Y quien no haga esto será todo lo licenciado que quiera pero abogado no.

En su conclusión, el abogado es, el que ejerce permanentemente la Abogacía. Los demás serán solamente licenciados en derecho, pero nada más

En la moral del abogado de lo que Ossorio nos habla es del criterio que debe tener un abogado. Y comienza: La abogacía no se cimienta en la lucidez del ingenio, sino en la rectitud de la conciencia. Malo será que erremos y defendamos como moral lo que no es; pero si nos hemos equivocado de buena fe, podemos estar tranquilos. Cita las palabras del novelista Collete Iver. “Nuestro oficio ¿es hacer triunfar a la justicia o a nuestro cliente? ¿iluminamos al Tribunal o procuramos cegarle?

Cuando un abogado acepta una defensa, es porque estima - aunque sea equivocadamente- que la pretensión de su tutelado es justa, y en tal caso al triunfar el cliente triunfa la justicia, y nuestra obra no va encaminada a cegar sino a iluminar.

También da unos consejos a los abogados. Hay que ser refractario al alboroto. Soportar la amargura de una censura caprichosa e injusta, es carga añeja a los honores profesionales. Debajo de la toga hay que llevar la coraza.

Abogado que sucumba al que dirán debe tener su hoja de servicios manchada con la nota de cobardía. No digo que el juicio público no sea digno de atención. Lo que quiero decir es que después de adoptada una resolución, vacilar ni retroceder por miedo a la critica, que es un monstruo de cien cabezas irresponsables y faltas de sindéresis.

Cuando se ha marcado la línea del deber hay que cumplirla a todo trance. El transeúnte que se detenga a escuchar los ladridos de los perros, difícilmente llegará al término de su jornada.

Hoy, aquí, en este tiempo y en este lugar del mundo, las exigencias de la libertad humana y los requerimientos de la justicia social constituyen las notas dominantes de la abogacía, sin las cuales el sentido docente de esta profesión puede considerarse frustrado. Pero a su vez, la libertad y la justicia pertenecen a un orden general, dentro del cual interfieren, chocan y luchan otros valores.La Abogacía es por eso, al mismo tiempo, arte y política, ética y acción.

Como arte; el Abogado está hecho para el derecho y no el derecho para el abogado. El arte del manejo de las leyes está sustentado, antes que nada, en la exquisita dignidad de la materia confiada a las manos del artista; Como política; la abogacía es la disciplina de la libertad dentro del orden. Los conflictos entre lo real y lo ideal, entre la libertad y la autoridad, entre el individuo y el poder, constituyen el tema de cada día. En medio de estos conflictos, cada vez más dramáticos, el Abogado no es una hoja en la tempestad. Por el contrario, desde la autoridad que crea el derecho o desde la defensa que pugna por su justa aplicación, el Abogado es quien desata muchas veces ráfagas de la tempestad y puede contenerlas; como ética, la Abogacía es un constante ejercicio de la virtud. La tentación pasa siete veces cada día por delante del Abogado. Este puede hacer de su oficio la más noble de todas las profesiones o el más vil de todos los oficios; como acción, la Abogacía es un constante servicio de valores superiores que rigen la conducta humana. La profesión demanda, en todo caso, el sereno sosiego de la experiencia y del adoctrinamiento

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