El Sicariato: proceso de construcción como institución delictiva
jhovamEnsayo23 de Abril de 2017
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El Sicariato: proceso de construcción como institución delictiva
Un problema actual y real en el que viven los ecuatorianos, dentro del contexto de la inseguridad ciudadana, es el sicariato. Sin embargo, este delito, no es nuevo ni reciente. Su evolución y desarrollo se ve marcado por varias circunstancias de índole social, económica, política y cultural; a lo que se complementa lo indicado por Castel: “la condición de inseguridad tiene un estatuto existencial que toma dimensiones diversas según la época histórica” (Castel, en Pitch, 2009:14).
Los orígenes del sicariato según Carrión F. se remonta a la antigua Roma, de donde proviene su etimología Sica, puñal o daga pequeña, fácil de ser ocultada en los pliegues de la toga o bajo la capa del Sicarius “hombre daga”, luego el término Sicarii -plural latino de sicarium- que usa de daga, asesino por contrato o encargo- fue utilizado por los invasores romanos en contra de los defensores judíos que procuraban expulsar a los romanos de Judea (Carrión, 2009:7). Con el desarrollo de las sociedades, esta actividad estuvo vinculada en principio a la política, donde se apuñalaban y asesinaban a enemigos (contrarios políticos de sus amos o simpatizantes -cliente- de ellos); estos recibieron distintos nombres, según lenguas y costumbres; entre los más conocidos están los mercenarios. Con el tiempo, en estas sociedades, bajo la opresión y la traición de los gobernantes, monarcas o amos, los guerreros se independizan y se proponen combatir a quienes en un momento eran sus protectores. De allí, el surgimiento de la insurgencia, la guerrilla y el terrorismo, cuya ideología propendía a una liberación de los pueblos y territorios, creando grupos de asesinos y optando por obtener recursos con ciertas actividades de carácter ilegal. Esta actividad se constituirá en la base sobre el cual se cimenta el sicariato moderno.
El sicariato –como delito contemporáneo- debe ser analizado desde una perspectiva, tanto criminológica como psicológica, y no solo a partir de su condicionamiento económico; pues está a la vista que en el mundo de hoy, este delito conlleva una amplia gama de estrategias y diversas actividades secundarias como parte de su operatividad. Sin embargo, es necesario establecer la relación directa con el terrorismo, del cual ha heredado uno de sus símbolos tradicionales: las armas de fuego, el medio más utilizado por un sicario para llevar a efecto su hecho delictivo, por diversas circunstancias: facilidad de adquirirla, velocidad y efectividad en la ejecución del hecho, maniobrabilidad, permite la ocultación y fuga.
En el Ecuador, de manera puntual, según Carrión existió el ajuste de cuentas que no era mercantilizado y que se vinculaba a acciones de intimidación o de eliminación de enemigos políticos o económicos. Con los mismos fines, en la época velasquista lo realizaban agentes policiales denominados “los pichirilos” y más recientemente “los pepudos” vinculados a un partido político populista de Guayaquil. Se suman a esto varios asesinatos de líderes políticos, jueces y ejecutivos carcelarios, así como el aparecimiento de cuerpos irregulares en el sector rural Carrión F. (2008:349).
Esta descripción del ajuste de cuentas no mercantilizado daría un giro total cuando en los años ochenta, como indica Carrión sobre el sicariato: “el desarrollo del fenómeno a nivel nacional se produce con el crecimiento del narcotráfico en Colombia” donde tomo auge este delito convirtiéndose los sicarios en elementos indispensables ante la necesidad del negocio de la droga de abrirse campo y sobre todo eliminar amenazas del Estado -instancias policiales o judiciales-, de la actividad política –parlamentarios que expiden leyes en su contra- y la sociedad – periodistas o personas que los denuncien- Carrión F. (2008:350). Es destacable que el narcotráfico se sirvió de la insurgencia y terrorismo latente en Colombia a través de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) y el paramilitarismo. Aunque nuestro país vivió una época similar en los años ochenta con el Grupo de AVC (Alfaro Vive Carajo).
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