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El experimento haitiano

nazarenomujicaTrabajo18 de Abril de 2022

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El experimento haitiano

La Revolución de Haití es, sin dudas, la más singular de todo el ciclo de independencias latinoamericanas, ciclo al que el pueblo haitiano dio el heroico puntapié inicial en 1791. De una revuelta de esclavos que aprovechan una coyuntura de fuerte conflicto entre sus amos, desembocó en una revolución social que buscaba dar nacimiento a la primera nación multirracial ideada por Toussaint Louverture, en la que soñaba con que aquellos esclavos libertos sean aceptados como ciudadanos franceses. Finalmente, como podemos leer en la declaración de independencia del 1° de enero de 1804: “Después de haber dado a conocer los generales reunidos sus verdaderas intenciones, de asegurar para siempre a los indígenas de Haití un gobierno estable, objeto de su más sentida solicitud; lo que hizo por medio de un discurso cuyo propósito era dar a conocer a las potencias extranjeras la resolución de independizar al país y de gozar de una libertad consagrada por la sangre del pueblo de esta isla; y luego de haber recogido las opiniones, pidió que cada uno de los generales reunidos pronunciara el juramento de renunciar para siempre a Francia, de morir antes que vivir bajo su dominación, y de combatir hasta el último suspiro por la independencia. Los generales, compenetrados con estos principios sagrados, después de haber adherido unánimemente al proyecto de independencia bien manifestado, juraron todos por la posteridad, por el universo entero, renunciar para siempre a Francia, y morir antes que vivir bajo su dominación. Hecho en Gonaïves, este 1° de enero de 1804 y el 1er. día de la independencia de Haití.”[1] Luego de 12 años de luchas ininterrumpidas, Dessalines declara la independencia de una nación negra, indígena, que aborrece a Francia, a los blancos y que borrará todo vestigio de aquel pasado colonial francés. Así, el proceso que atravesarán esos ejércitos de esclavos y mulatos que luchan por la independencia será una larga experiencia de guerras, traiciones y despojos. Sin embargo, las alianzas tácticas con las diferentes potencias e incluso el surgimiento de una ideología jacobina libertaria en las masas haitianas, con el significado que tiene la libertad para un ejército de esclavos, le darán una originalidad y una densidad histórica enorme en una pequeña isla donde confluyen todos los grandes conflictos sociales y geopolíticos de la modernidad. La propia complejidad del proceso y su carácter tan cambiante está dada por esta misma confluencia de guerras entre potencias, por un lado, y el terremoto de la Revolución Francesa por el otro, que exacerba los conflictos cruzados entre los diferentes sectores de europeos y mulatos que habitan en la isla y enciende la chispa del fuego inextinguible de la revolución negra[2].

    Por otra parte, la Revolución de Haití fue, quizás, la revolución social más inesperada de la historia moderna. No porque no hubieran condicionamientos sociales e indicios que muestren a sus contemporáneos la posibilidad de un levantamiento generalizado de los esclavos, sino porque, como ilustra Trouillot[3], el propio racismo estructurante de la sociedad moderna europea impedía a aquellos que usufructuaban de alguna manera este enorme y próspero entramado institucional y comercial de la colonia de Saint-Domingue, entrever siquiera la capacidad de los esclavos para organizarse para una conflagración[4], incluso cuando anteriormente lo habían hecho en reiteradas ocasiones. La cultura racista es, también, performativa.  Ni hablar de la posibilidad de prever una revolución social y una independencia absoluta que destruirá los cimientos de un sistema de jerarquías sofisticado y desarrollado durante siglos para excluir de derechos y humanidad primero a los pueblos indígenas y luego a los esclavos que eran traídos compulsivamente del África. De este modo, el imperialismo ponía en juego, al igual que hoy, dimensiones económicas, geopolíticas, institucionales e ideológico-culturales que configuraban la realidad y conformaron el complejo ajedrez que se desplegó en la isla de Saint-Domingue a partir del levantamiento de los esclavos.

Esa ruptura absoluta de los cimientos de una sociedad de castas estructurada durante casi tres siglos es lo que le da a esta revolución una asombrosa radicalidad y la hizo tan disruptiva, temida y, al fin, sepultada por la cultura occidental. Un ejemplo de Trouillot es absolutamente ilustrativo: La era de la revolución, de Eric Hobsbawm, un miembro de la izquierda política e historiográfica, le dedica apenas unas brevísimas líneas a la Revolucion de Haití, una total insignificancia que muestra la profundidad de ese silenciamiento occidental que penetró también el campo académico hasta casi nuestros días. La Revolución de Haití rara vez está concatenada en una línea de tiempo de un proceso general de las revoluciones de independencia latinoamericanas. Menos aún se suele analizar la Revolución Francesa como parte de un complejo proceso indisoluble, por varias cuestiones centrales, con todo el proceso que culmina en la independencia de Haití. Traslapada entre las líneas de “La dialéctica del amo y el esclavo”[5], la revolución de los esclavos tendría una gran influencia en la filosofía occidental pero en una especie de plano inconsciente, fuertemente influyente en las conciencias, pero siempre silenciada. De esta manera, el cuestionamiento de la esclavitud desde la periferia haitiana se transformó en un cuestionamiento radical a la totalidad del sistema mundo, y eso explica, en gran parte, la reacción global de las potencias imperiales contra Haití.[6] La revolución de Haití, esa herida narcisista en el corazón de la modernidad iluminista, redefinió los contornos del poder mundial y allí reside, también, su cruel silencio. Este trabajo intentará reconstruir los rasgos ideólogicos y culturales, plásticos y cambiantes, de esos líderes militares que serán la nueva élite de poder negra en la naciente República de Haití.

Si hacemos el análisis del proceso revolucionario, de los aspectos fácticos, de las estrategias militares y las cambiantes estrategias de alianzas o bien, si profundizamos en el profundo dislocamiento cultural producido en toda Europa por esta rebelión, no podemos dejar nunca de lado el papel imprescindible de Toussaint. De este modo, me introduzco en el objeto central de este trabajo que es el análisis del rol de Toussaint en tanto líder revolucionario y líder militar pero, principalmente, analizarlo como parte de una nueva clase dirigente negra que intentará construir, una vez consumada la independencia de Haití, un Estado para una nueva república independiente. Señalo particularmente este segundo aspecto porque es un aspecto en el cual hicieron especial énfasis varios autores, como James[7] y Nessler[8] entre otros. Esta obsesión de Toussaint de sentar las bases para un Estado gobernado por negros, su faz muy valiosa de estadista, es también el rasgo conservador de este admirable dirigente, que dio su vida por ese sueño aunque el formaba parte de esa misma modernidad fracturada, donde los sueños de libertad eran muy incipientes como para consolidar bases más amplias y democráticas de poder fundadas en la supresión real de formas de trabajo forzado y la conquista de derechos civiles. Rápidamente, la clase gobernante negra adquirió formas aristocráticas contrarias a la tradición igualitaria del jacobinismo. De este modo, intentaré reflexionar sobre esta ambigüedad inherente al carácter de los dirigentes revolucionarios haitianos que llevaron adelante la revolución que supuso la mayor estocada al pensamiento racista y esclavista moderno pero que no pudo consolidar un orden interno que responda a las demandas de libertad de los ex esclavos de Saint-Domingue  y Santo Domingo, sustentado en un ideal libertario de pequeños campesinos y agricultura familiar. Toussaint y sus sucesores, intentaron sostener a sangre y fuego la economía de grandes plantaciones[9] y muchos de los viejos privilegios de castas.

En ese sentido, vamos a ver en perspectiva a Toussaint, entre aquel que tuvo la creatividad de entender el “permanentismo” de esa revolución en tanto que fue desenvolviendo todas sus potencialidades emancipadoras a medida que iba enfrentando nuevos ejércitos invasores, sin detenerse jamás a negociar la libertad de todos los esclavos. Aquel Toussaint que pulverizó una secular cultura de castas y puso en evidencia los estrechos límites de la humanidad y de la universalidad de la ciudadanía esgrimida por la Revolución Francesa. Y aquél otro, que no pudo imaginar formas menos despóticas y coercitivas de trabajo rural para establecer una alianza más firme con los campesinos de la isla unificada.

Por último, es interesante hacer una comparación para ver el enorme contraste en su radicalidad intrínseca, entre las castas que tomaron el poder en Haití y aquellas élites revolucionarias en el virreinato del río de la Plata para comprender el significado simbólico de esa revolución. Las élites del virreinato del Río de la Plata que se congregaron en el cabildo en ese 25 de mayo de 1810 eran un sector de criollos y españoles cuya mayoría tenía cierta posición económica, eran “vecinos” y miembros de redes familiares conspicuas, tenían estudios militares, conocimientos de comercio y economía y estaban familiarizados y relacionados con el manejo del poder. En Haití, la revolución iniciada en 1791 iba a llevar al vértice del poder político a un grupo de esclavos con una formación muy escasa y modesta y ni siquiera podemos utilizar la categoría de élite, sin sentir que es un abuso de concepto. En ese sentido, la originalidad de Toussaint y de esa nueva clase dirigente negra y mulata la hará única durante todo esa “era de revoluciones”. Esa originalidad absoluta, sin embargo, implicó también la absoluta ausencia de todo marco referencial en el cual compararse y esa falta de un espejo en el cual reflejar su propia revolución será también parte de esa invención ex nihilo que tuvo que enfrentar esta nueva clase dirigente, en un contexto de destrucción de sus medios de producción y tras lustros de guerra que implicaron una revolución invadida por todas las potencias imperiales que se propusieron enterrar para siempre esa revolución de esclavos cuyo ejemplo era una amenaza a todo el sistema-mundo capitalista e imperialista surgido hacia principios del siglo XVI.

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