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El imperialismo

jd635Trabajo1 de Septiembre de 2021

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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del Poder Popular para Educación Ciencia y Tecnología

Universidad Politécnica Territorial del Oeste de Sucre” Clodosbaldo Russian”

Cumaná - Estado –Sucre

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EL IMPERIALISMO

        

Estudiante:

                                                                                                   José Ramírez

C.I:24.740.222

Cumaná, agosto del 2021

Introducción

El imperialismo contemporáneo se define como una nueva etapa del capitalismo iniciada después de la segunda guerra mundial que se caracteriza por una alta integración del sistema capitalista mundial fundada en el amplio desarrollo de la concentración, conglomeración, centralización e internacionalización del gran capital monopólico que se cristaliza en las corporaciones multinacionales, célula de ese proceso, y en el aumento y profundización del vínculo entre el monopolio y el Estado.

Ideológicamente este sistema se justifica como la expresión del “mundo libre” que se opone a la “tiranía comunista”, base de la “guerra fría” promovida por el capitalismo en contra del socialismo, tesis aún subyacentes en la etapa llamada de distensión. Para comprender la etapa actual del imperialismo tenemos que partir del estudio de las contradicciones que encierra esta integración capitalista y que lo llevan necesariamente a un periodo de desintegración. Lo específico del momento actual es que este proceso de desintegración se da en el contexto de una realidad internacional en la cual el capitalismo se ve enfrentado no sólo a una contradicción de clase interna sino a un campo socialista dinámico que presenta una potencia similar a la suya.

El imperialismo no logra resolver la contradicción entre la base nacional de su expansión (existencia de un mercado y un Estado nacionales fuertes en que se apoya tecnológica, económica, financiera, política y militarmente para realizar la expansión internacional del capital) y su creciente internacionalización (que supone libre movimiento de capitales, de mercancías de recursos financieros). Esta contradicción se manifiesta en un aumento del carácter desigual y combinado del desarrollo capitalista que estimula el parasitismo del centro dominante y dinamiza otros polos de crecimiento (Europa y Japón) lo que, a largo plazo lleva al enfrentamiento sea entre bloques de países, sea en las zonas periféricas, de los intereses nacionales imperialistas.

Fase superior del capitalismo

El enorme crecimiento de la industria y la notablemente rápida concentración de la producción en empresas cada vez de mayor tamaño son uno de los rasgos más característicos del capitalismo. Los censos modernos de producción suministran los más completos y exactos datos de este proceso.

La idea central es que no hay dos sistemas o modos de producción capitalista con leyes de formación de precios y tasa de ganancia distintas, sino uno, regido por la ley del valor trabajo (y no por los acuerdos de precios). Existe una primera razón, y fundamental, para abogar por una concepción monista basada en la ley del valor trabajo, y es que la competencia sigue des empeñando un rol clave en el funcionamiento de la economía capitalista. Por eso la ley del valor trabajo opera a todos los niveles: en el plano del mercado mundial y las grandes corporaciones transnacionales, y también al interior de los países. Lo cual también significa que el capital en la periferia se reproduce según la lógica de la acumulación estudiada por Marx, y al hacerlo, reproduce en escala ampliada la relación de explotación. Esto implica que la contradicción entre el capital y el trabajo pasó a ser dominante también en el tercer mundo, en la misma medida en que las formas de coerción extraeconómica (colonialismo en particular) para la extracción del excedente perdieron relevancia.

Una de las dificultades que existen para aceptar que la competencia sigue rigiendo las relaciones intercapitalistas es la creencia de que esa afirmación equivale a aceptar la noción neoclásica de competencia perfecta. Recordemos que la competencia perfecta supone que los precios están dados, y que ningún productor puede modificarlos; en consecuencia excluye las guerras de precios y las ganancias extraordinarias. Pero si ninguna empresa puede modificar el precio por su sola acción, no hay competencia. Por eso la competencia perfecta es, en esencia, la contrapartida especular de la llamada “competencia imperfecta”, donde la colusión entre las grandes empresas oligopólicas (o mono polios, en el lenguaje común) anularía también la competencia.

La cuestión no es menor, ya que a través de la competencia las leyes del capitalismo se le imponen a cada capitalista como coerción externa, y lo obligan a intentar extraer el máximo de plusvalía a los trabajadores. Por eso no puede entenderse cómo operan las leyes del capitalismo si no se presupone la competencia. En este marco, la competencia debe entenderse como un proceso “destructivo y antagónico”, una verdadera guerra, donde la tecnología hace las veces de las armas, los movimientos de capitales desde una industria a otra corresponden a la determinación de los sitios de batalla, y la competencia de una firma con otra corresponde a la batalla misma.

La realidad es que constantemente surgen nuevas ramas de producción donde se generan nuevos capitales. También se incorporan países en los que se desarrolla el capitalismo, dando lugar a la formación de nuevos capitales que compiten en los mercados mundiales. Pero además, en las ramas ya instaladas, el cambio tecnológico con frecuencia favorece la aparición de capitales que presentan batalla exitosamente a los antiguos, especialmente si estos deben soportar altos costos para mandar a desguace equipos y máquinas obsoletas. Por eso, se trata de dos tendencias, a la centralización y concentración, por un lado, pero también al surgimiento de nuevas unidades del capital. Como resultado, la ley del valor opera a escala cada vez mayor. En la medida en que los capitales crecen por la concentración y centralización, tienen más poder para incursionar en nuevos mercados. Y constantemente aparecen nuevos competidores, adquiriendo la lucha competitiva dimensiones mundiales.

Destaquemos también que la idea de que puedan existir ganancias monopólicas sistemáticas y generalizadas a todas las ramas de la economía es teóricamente incoherente. Es que la ganancia monopólica significa transferencia de plusvalía desde los sectores no monopólicos. Pero si todas las ramas están dominadas por grandes monopolios (esto es, son los principales abastecedores de esos mercados), no hay forma de que se transfiera plusvalía desde sectores no concentrados.

El monopolio aumenta en muchas veces la esclavización de los trabajadores; “el yugo de un grupo poco numeroso de monopolistas sobre el resto de la población se hace cien veces más duro, más sensible, más insoportable”. Segundo rasgo del imperialismo: la fusión del capital bancario con el industrial y la formación del capital financiero. Los Bancos, que antes desempeñaban el modesto papel de intermediarios, se han convertido en “monopolistas omnipotentes” que disponen de casi todo el capital monetario y de la mayor parte de los medios de producción así como de las fuentes de materias primas. El puñado de dueños de los más grandes Bancos, los reyes de las finanzas, la oligarquía financiera, he aquí la fuerza dominante que somete a todas las instituciones económicas y políticas de la sociedad capitalista. Tercer rasgo del imperialismo: el predominio de la exportación de capital sobre la exportación de mercancías. La exportación de mercancías era característica del capitalismo pre imperialista. Pero a consecuencia del monopolio preponderante de los países más ricos, la acumulación del capital alcanza en la época del imperialismo proporciones gigantescas, y el “exceso” de capital es exportado a los países atrasados, donde las materias primas y la mano de obra son baratas, y las ganancias de los capitalistas fabulosamente grandes. El reparto del mundo entre los monopolios capitalistas. Los carteles; los trusts, los sindicatos más poderosos se reparten entre sí el mercado mundial; distribuyéndose las “esferas de influencia”, formando carteles internacionales. La lucha entre los diversos grupos de capitalistas se agudiza hasta el extremo.

El imperialismo agudizó en medida enorme la lucha de los Estados capitalistas por las colonias. El reparto del mundo entre las “grandes potencias” quedó terminado hacia principios del siglo XX, sin que haya territorios no ocupados por los imperialistas. De modo que lo que en adelante pueden efectuarse son únicamente nuevos repartos en otra forma, es decir, el paso de territorios de un ‘amo’ a otro, y no el paso de un territorio sin amo a un ‘dueño’. La ley del desarrollo desigual bajo el imperialismo se pone de manifiesto en que los países capitalistas jóvenes, que se desarrollan rápidamente, se adelantan a los viejos países capitalistas. Las guerras imperialistas de rapiña y bandidaje ‘por el reparto del mundo’, por el nuevo reparto de las colonias, de las ‘esferas de influencia’ del capital financiero, son inevitables mientras exista el imperialismo. Los bandidos más poderosos “envuelven en su guerra por el reparto de su botín a toda la Tierra”.

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