El ingeniero Don Аntonio de Аrévalo y sus obras
0707Biografía8 de Septiembre de 2012
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Historia
El 30 de abril de 1984 mediante escritura publica No 756 de la Notaria Segunda, nace la Institución con el nombre de Fundación Tecnológica Antonio de Arévalo TECNAR, rindiéndole homenaje con su nombre al Ingeniero que realizo todo el plan defensivo de Cartagena.
Somos una institución de Educación Superior, con personería jurídica No 322 de Min educación y aprobación del ICFES por acuerdo 048 de 1984, creada para impartir formación profesional Tecnológica en las áreas de mayor necesidad y con mas campo de acción en la región y la nación. Fundada por cinco miembros, prestantes personajes de nuestra sociedad y destacados en el mundo de la Educación, la empresa y en los sectores exportador y agropecuario.
Se iniciaron labores con el programa de Administración Naviera y portuaria con 22 estudiantes, en el segundo semestre de 1985. Luego en 1986 abrió los programas de Administración Agropecuaria y Construcción de Obras Civiles, conforme al Decreto 80 de 1980. Del Ministerio de Educación, en 1983 de acuerdo a la Ley 30 de 1992 le notificaron los programas de Sistemas, Contabilidad Sistematizada, diseño de Modas, Gestión Empresarial y de Negocios, Administración de la Producción y Electrónica.
Hoy día ofrecemos 14 Carreras Técnicas y Tecnológicas, 4 Carreras Universitarias y 3 postgrados.
Actualmente se están diligenciando convenios que permitan ofrecer otras carreras a nivel profesional, así como, también, se esta trabajando en el proceso de transformación para que nuestra Fundación, se convierta en una institución Universitaria.
EL INGENIERO DON ANTONIO DE ARÉVALO Y SUS OBRAS
DON ANTONIO DE ARÉVALO Los últimos cuarenta años del siglo XVIII fueron decisivos para las fortificaciones de Cartagena, cuya construcción quedó terminada casi al final de la época española. La historia de las obras durante este período de tiempo forma parte integrante de la biografía del que proyectó y dirigió la construcción de las baterías de San Felipe, el dique de Bocagrande, la escollera de la Marina y otras edificaciones, cuya importancia basta para consagrarle como uno de los más grandes ingenieros militares de su época: el teniente general don Antonio de Arévalo.
Más de medio siglo de su vida transcurrió en América trabajando en las obras de Cartagena y proyectando otras en distintas provincias del Virreinato de Nueva Granada. Las incontables relaciones, informes y "discursos" que, firmados por su mano, se conservan, así como los numerosos planos que levantó y dibujó, nos revelan una vocación que, cultivada en el estudio constante, produjo los mejores frutos. Bien merece que aquí recoja algunas noticias biográficas, aunque si la vida de un hombre se refleja en obras, ahí están los muros de Cartagena, que son páginas perennes de su biografía.
Nació don Antonio de Arévalo en la villa de Martín Muñoz de la Dehesa, cerca de Arévalo 77, en Castilla la Vieja, hacia el año de 1715 78, seguramente de noble condición. A los veintiún años, el 1 de octubre de 1736, ingresó como cadete en el Regimiento de Orán, aplicándose al estudio de las matemáticas en la academia que tenía a su cargo el ingeniero don Antonio Gaver. Después de tres años de estudio pasó a Madrid a comparecer ante la Real Junta de Fortificaciones, y obtuvo, previo examen de ésta, el grado de subteniente de Infantería y la patente de "delineador" apto para el ascenso a ingeniero extraordinario. Sirvió aquel empleo durante un año, hasta que el 4 de junio de 1741 ascendió a ingeniero extraordinario y fue destinado a Cádiz, donde estuvo a las órdenes de don Ignacio Sala, que era, a la sazón, ingeniero director de las fortificaciones de Andalucía. Pocos meses más tarde recibió orden de marchar a Barcelona para incorporarse a la expedición que se preparaba para Italia, pero al pasar por Madrid, el ministro don José Campillo le comunicó una real orden que cambió el rumbo de su vida: se le mandaba a servir a las órdenes de don Juan Bautista Mac-Evan, nombrado ingeniero director de las obras de Cartagena de Indias. Se unió a él en San Sebastián, y juntos embarcaron en Pasajes a bordo de la fragata "Nuestra Señora del Coro", que se hizo a la vela el 6 de febrero de 1742, en unión de otros buques de la Compañía Guipuzcoana de Caracas, al mando del capitán de fragata don José Iturriaga, que conducían los batallones de Portugal y Almansa, destinados a reforzar la guarnición de Cartagena.
En la misma fragata que conducía a Arévalo viajaba también el mariscal don Joaquín de Aranda, que iba a posesionarse del gobierno de dicha plaza; pero no llegó a su destino, pues fue muerto en un combate sostenido con dos navíos ingleses, a la vista de Puerto Rico, el 12 de abril, durante el cual asistió Arévalo "al vivo y continuo fuego de todo el día".
Tres días después llegó a San Juan de Puerto Rico, donde levantó planos de la bahía, y embarcó con Mac-Evan el 16 de julio siguiente para Tierra Firme. Visitó La Guaira, Puerto Cabello y Maracaibo, donde también levantó diversos planos, según disponía la real instrucción que había recibido su jefe, y desde esta última ciudad continuó por tierra su viaje hacia Cartagena, adonde llegó el 29 de noviembre, después de penosa marcha a través de ásperos caminos, casi intransitables por la mala estación.
Después de levantar un mapa de la bahía de Cartagena y sus inmediaciones, pasó a Santa Marta por orden del virrey Eslava, donde también levantó planos e hizo, además, las obras necesarias para ponerla en defensa, pues se esperaba un ataque de enemigos. Al regreso trabajó en el fuerte de San Sebastián del Pastelillo, en el baluarte de San José, en la construcción del cuerpo de guardia y cisternas del Castillo Grande y en los recalzos que se hicieron a la muralla de la Marina. Concluidas estas obras se iniciaron las del dique de Boca grande, proyectado por don Ignacio Sala, y en ellas trabajó, aunque poco tiempo, pues el virrey Pizarro le ordenó que fuese a la villa de Honda a disponer, "para el beneficio del comercio", un puente de cal y canto sobre el río Gualí. Sacó de cimientos uno de sus cuatro pilares y, dejando planos e instrucciones, marchó a Santa Fe, donde elaboró el proyecto-que ejecutó en gran parte-de una calzada de media legua de longitud, con dos puentes, en una llanura anegadiza. De la capital del Virreinato regresó a Cartagena tan pronto como tuvo noticia del fallecimiento de su jefe, Mac-Evan.
Aquí trabajó de nuevo en el dique de Boca grande, hasta que se suspendieron las obras; en la erección de la batería de San José y en la de Santa Bárbara, que no se terminó entonces. Cuando don Ignacio Sala pasó a Portobello en 1753, quedó a cargo de Arévalo la dirección de las obras y comenzó a sacar de cimientos el fuerte de San Fernando. Continuó estos trabajos a las órdenes de don Lorenzo de Solís y, al marchar éste destinado a Veracruz, en 1757, se hizo cargo nuevamente de la dirección y terminó la fábrica de las baterías, la demolición del castillo de San Luis y el saneamiento de las inmediaciones, pobladas de ciénagas, que eran fuente perenne de enfermedades, como pudo comprobar a riesgo de su propia salud, pues allí padeció cinco "tabardillos" que a poco le cuestan la vida. Concluidas las fortalezas de Boca chica, dirigió los recalzos que se hicieron a los baluartes de La Merced, Santa Clara y Ballestas y reparó el de San José, cuyo revestimiento se había cuarteado.
El bien ganado prestigio de Arévalo trascendió a la Corte, y en 1761 le fue encomendada la difícil misión de pacificar a los indios del Darién y practicar un detenido reconocimiento de aquellos territorios. Levantó un mapa general y varios planos de sus puertos y caminos y escribió un diario del viaje, así como una descripción de la provincia y de las ventajas que se obtendrían poblándola, ya que ofrecía fáciles pasos hacia el Pacífico. Proyectó la construcción de un fuerte que la protegiese hasta su total reducción y consiguió que los jefes indios accediesen al establecimiento de una población y del fuerte, e igualmente logró que bautizasen a sus hijos y todos quedaran reducidos a vivir en paz con los españoles 79.
Cumplida su misión, no halló reposo al regresar a Cartagena: había estallado la guerra con Inglaterra y no se dio descanso hasta dejar la ciudad en estado de defensa. En varios meses de febril actividad construyó las baterías del cerro de San Lázaro, hizo otras en Bocachica y reunió toda clase de pertrechos de guerra, en previsión de que la contienda europea tuviese repercusión al otro lado del Atlántico. De estas obras, así como del malecón de Bocagrande y de la escollera de la Marina, me ocuparé más adelante.
Trabajaba Arévalo en la construcción del dique de Bocagrande, cuando le fue encomendada otra misión no exenta de dificultades. Al tomar posesión del Virreinato don Manuel Guirior, su antecesor le dejó sin solucionar el delicado problema de la sublevación de los indios del Río de la Hacha, que estaban alzados desde cuatro años atrás, y no se había conseguido reducirlos, a pesar de tener allí destacados setecientos hombres del Batallón de Saboya y del "Fijo" de Cartagena, además de cuarenta artilleros y más de trescientos milicianos. Estas fuerzas ocasionaban un gasto tan cuantioso como inútil, y el Virrey no hallaba
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