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El misterio de la hacienda


Enviado por   •  26 de Octubre de 2020  •  Reseñas  •  1.969 Palabras (8 Páginas)  •  174 Visitas

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El misterio de la hacienda…

Retrocediendo en el siglo XIX en la hacienda de san Antonio Yaxché perteneciente al municipio de Hopelchén del Estado de Campeche en donde Felipe Panti Cantún cuenta que 70 años atrás vivía un señor llamado Bartolo Hai quien vivió en lo que era entonces la etapa de la conquista española quienes se habían apoderado de la mayor parte de las tierras Mexicanas en la cual el Estado de Campeche fue una de ellas.

Bartolo Hai relata que en esa época durante la esclavitud las personas que trabajaban en la hacienda lo hacían desde horas de la madrugada hasta el anochecer, no tenían descanso, la mayoría de ellos no conocían o veían crecer a sus hijos de hecho casi todos  por el hecho de que tenían que ser puntuales en la hora del trabajo de lo contrario el dueño mandaba a sus verdugos a buscarlos hasta sus hogares sus pequeñas casa de madera y piedras, al llegar los verdugos al horas y veían que la esposa no había preparado ni su desayuno del trabajador es decir a su marido le quitaban la ropa y le daban sus azotes seguidamente del marido, la cantidad de latigazos que recibían era de 40 a cada uno. La hacienda producía henequén y Maíz.

Se da el grito de la libertad, se da fin a la esclavitud como tal y es entonces que Don Eduardo Palomeque se apodera comprando la hacienda, algo que es de recalcar era que al igual que el dueño anterior don Eduardo también era Español, la gente de la comunidad lo describe como un hombre alto de ojos azules cabellera blanca canosa; don Eduardo reestablece la hacienda y 10 años después la gente llega de nuevo a trabajar a la hacienda. Después de contratar a los empleados suficientes se empieza a trabajar las tierras y ranchos con milpas cría de ganados, producción de miel, cuidado de cerdos y gallinas.

La esposa del don Eduardo Palomeque se llamaba doña Leonor Peréz, ellos jamás pudieron tener hijos ya que doña Leonor era una mujer estéril; Eduardo era un dueño que no permanecía siempre en la hacienda, viajaba contantemente a Mérida lugar donde vivía. Él tenía asignado a un peón de encargado para el cuidado de la hacienda.

Miguel Zapata nombre del encargado asignado por el dueño su estatura era de 1.65, era claro de color y siempre vestía con pantalones azules y camisas blancas con un sombrero de huano. Él era como el segundo dueño de la hacienda porque él tenía que estar pendiente de checar que todo se termine y que todos trabajaran; orden ante todo.

Como encargado uno de sus labores consistía caminar todas las noches, verificar que todo esté bien con los animales de la hacienda, ya que podía entrar algún ladrón o animal salvaje y llevarse a algunos de los animales que había.  Miguel tenía establecido una hora para realizar su recorrido por cada corral y era a las once y media de la madrugada hora en la que todos dormían y era más predecible escuchar ruidos. La hacienda contaba con luces internas pero en las partes del corral no había iluminación así que Miguel durante su rutina se iluminaba con un quinqué, una lámpara de petróleo que lo ayudaba a alumbrar su camino.

Pero una noche comenzó lo que para miguel seria la experiencia más escalofriante. Eran las doce y media de la noche hora en la que Miguel escuchaba ruidos extraños y los ganados de la hacienda se escuchaban alborotados entonces él se acercaba al corral, iluminaba pero no veía nada raro que ocasionara el alboroto de los animales. A partir de ese momento cada noche sucedía ese extraño ruido, pero en una ocasión en su caminata escucho un extraño ruido que provenía del corral de los ganados el sonido no se comparaba con lo acostumbrado el mugido de los toros era diferente, así que miguel fue corriendo pero nuevamente el lugar se encontraba en buen estado y los animales tranquilos. Miguel se preguntaba qué era lo que ocasionaba la alteración repentina de los animales, sin encontrar la razón del porque  continuo con su rutina sin seguir preguntándose el porqué de esos sucesos y que lo más raro que todo sucedía a las doce y media de la noche, se volvió costumbre para Miguel el escuchar esos ruidos como algo normal.

Pasaron los días y todo seguía en orden pero una noche por los solares de la hacienda escucho y noto un desorden en el corral de las vacas impulsado por la curiosidad y por cumplir con su parte del trabajo encomendado de vigilar la hacienda fue corriendo hacia el lugar, el ruido era cada vez más fuerte a todas las demás noches.

Cuando Miguel se encontraba a 3 metros del corral se estremeció con el mugido de los toros y su cuerpo se enchino completamente, los toros se alborotaban cada vez más entonces corrió  lo más rápido y abrió la puerta, grande fue su sorpresa al ver que las reses estaban aglomeradas en forma circular ocultando entre ellos algo.

Miguel se llenó de miedo de repente, intento mirar y se acercó un poco más a los animales para poder ver que es lo que rodeaban a los animales, en su desesperación por ver que sucedía tomo una vara gruesa y empezó a mover y alejar a los animales, cuando ya estaba cerca notó que en el centro de ellos emanaba fuego, un fuego intenso, de repente los ganados de manera arbitraria dejaron al descubierto lo que rodeaban; Miguel quedo paralizado al ver frente él un toro de color negro que en su gran cuerno emanaba fuego ardiente con ojos de color rojo. No lo dudo y salió corriendo lo más rápido que pudo, llego a su cuarto con miedo, pálido y frío  no se creía aun lo que había presenciado no se imaginaba que fuera real lo que había visto.

Después de esa noche Miguel ya no hacía solo sus caminatas ahora iba acompañado, no había contado nada a nadie porque sabía que nadie le creería así que decidió esperar al dueño. Cuando don Eduardo Palomeque llego a la hacienda Miguel acudió rápidamente con él su aspecto totalmente diferente pálido y había bajado mucho de peso; don Eduardo lo paso al recibidor para platicar tranquilamente.

Ya estando en el cuarto Miguel le contó todo lo que le había sucedido, don Eduardo quedo sorprendido y no le quedo de otra que contarle todo a Miguel algo que nadie más sabía. Hace un tiempo atrás antes de empezar a remodelar y trabajar la hacienda don Eduardo acudió con un hechicero que le hizo un ritual que incluía un sacrificio con el fin de que la hacienda prosperara, el sacrificio consistía en enterrar a un toro el más grande y sano ejemplar del lugar, pero este debería ser enterrado vivo en el centro de la hacienda. Pero nunca pensó don Eduardo que todo eso traería consecuencias y estaba muy preocupado al ver el estado en el que Miguel estaba después de haber pasado por esa experiencia  y temia que todos sus trabajadores pasaran por eso.

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